«Si el fuego del infierno no calentase la Tierra, el agua del cielo no sería fecunda.» Así resumía Oswald Wirth el sentido de la fase alquimista que tiene como símbolo El Diablo, el príncipe del mundo material, el gran seductor.
El diablo es una figura temible, es verdad, pero también esconde en ella los valores, los defectos y las potencialidades del ser humano destinado a la gloria celestial. ¿Cuál es, por tanto, el papel del diablo en el camino de la perfección espiritual?
LOS FUEGOS INTERIORES
Todos los individuos tienen en ellos una parte «naturalmente malvada», llamada alquimistamente Tártaro, que los empuja a realizar acciones reprobables, a poner a contribución en especial aquellos vicios capitales que los grandes filósofos religiosos indican como enemigos de la sabiduría y de la libertad.
Pero, del mismo modo que sería absurdo dejar de comer o de dormir porque la glotonería y la pereza son degradantes y dañinas para el organismo, también sería absurdo renunciar a la sexualidad (que no es lujuria), al ahorro (que no es avaricia), a la imitación de las cualidades de los otros (que no es envidia), a la defensa de la dignidad personal (que no es ira), o a la conciencia de la propia unicidad (que no es orgullo ciego). Pero los «fuegos del Tártaro» son controlados, para evitar convertirse en esclavo de ellos, como los dos personajes que en la carta aparecen atados.
GOBERNAR EL FUEGO
Los alquimistas afirman que, sin el ardor terrenal, la Gran Obra no puede entrar en el campo práctico. A esto se refiere la disposición de El Diablo que, con los brazos, de un modo parecido a El Mago, muestra el círculo de las energías terrestres y celestiales. Convirtiendo en acto con inteligencia la fórmula del Solve et Coagula («disuelve y condensa»), el adepto reaviva la chispa divina encerrada en su interior y de esta operación deriva el Tártaro sublimado: instrumento fundamental de su potencia oculta.
Por eso es conveniente utilizar el régimen del Fuego alternándolo con las purificaciones sagradas representadas por La Templanza: a fases de intensidad siguen periodos de moderación; a periodos de ebullición sigue la lluvia; a la pasión sigue la castidad.
En resumen, el verdadero artista debe emplear conscientemente las fuerzas de la Naturaleza; él no reniega de la sexualidad ni de los otros vicios, pero los usa correctamente, como instrumentos de amplificación de su poder.
SIMBOLOGÍA BÁSICA
Otros nombres: El Gran Agente Mágico.
Sustancias místicas asociadas: Tártaro sublimado.
Fase operativa: Decimoquinta.
Carácter del ritual: Disolución y solidificación.
Efecto de la operación: Amplificación del poder.
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