Sobre el pasado glorioso de la UGT no es necesario insistir demasiado. La historia del movimiento obrero español se halla ligada a las dos famosas organizaciones de masas, UGT y CNT, que hasta la guerra civil representaban, cada una en su línea —socialista y anarcosindicalista respectivamente—, las grandes tendencias y los intereses de los trabajadores españoles. De la UGT se ha dicho que es una de las máximas creaciones y expresiones del proletariado organizado de nuestro país.
Después de sufrir la brutal represión que se abatió sobre todas las organizaciones obreras durante la guerra y en las décadas de franquismo, se ha dicho que la UGT había seguridad un período de reflujo y de menor presencia en la lucha obrera del país, hablándose incluso de «años de silencio que contrastan con la actividad y presencia que en estos momentos despliega la histórica organización. A esta cuestión ha contestado cumplidamente Nicolás Redondo, secretario general de la UGT, diciendo que una cosa es que «haya habido inactividad por parte de la Organización durante varios años y otra que «haya habido silencio sobre sus actividades en los medios informativos». «Lo cierto es que la UGT —ha precisado su secretario— no ha dejado de actuar durante los últimos cuarenta años y la mejor prueba es el precio pagado por muchos de sus militantes: cárceles, exilio, muerte».
La UGT ofrece hoy una línea sindical fruto de su presencia incesante en la lucha de clases, resultado de su combate contra la dictadura franquista, acorde con sus orígenes históricos y con su concepción del sindicalismo obrero, recogida en sus Principios Fundamentales y ratificados reiteradamente por los sucesivos Congresos de la Unión. La UGT se define como una organización sindical abierta a todos los trabajadores del Estado español y cuyas características son las de un sindicalismo de clase, libre, democrático, autónomo, unitario, autogestionario, internacionalista y revolucionario.
«Con tal definición —subraya el colectivo sindicalista de la UGT, autor de un libro sobre la Unión— la UGT incorpora al sentido general de todo sindicato auténtico —la defensa del trabajador en sus reivindicaciones laborales y su acción organizada día a día— un ideal de sociedad, un ideal político; entendiendo que un sindicalismo que se limite a plantear una lucha exclusivamente reivindicativa, se convierte en un sindicalismo de integración, que acepta el sistema capitalista y el papel que en él se le asigna a la clase trabajadora.»
La UGT pone el acento en su defensa de un «sindicalismo en la libertad». Redondo ha señalado que incluso «la existencia de una organización sindical de clase, independiente y representativa, no supondría ni mucho menos la conquista de la libertad sindical. Esta supone además tres condiciones irrenunciables y que no se darían:
1) La libertad para todo trabajador para afiliarse o no al Sindicato
2) La libertad para crear nuevos sindicatos
3) La libertad para desarrollar sin injerencia alguna, la libertad sindical.»
Como todas las demás organizaciones sindicales la UGT se pronuncia por la unidad sindical, habla de su vocación inequívocamente unitaria subrayando que «la unidad pasa necesariamente por el pleno ejercicio previo de la libertad sindical» (N. Redondo). De otro modo se trataría de una imposición, ya no sería la deseada unidad en la libertad.
En el momento presente la UGT considera, que hay que partir de la pluralidad sindical existente buscando el camino que lleve a la deseada unidad. Para logarlo hay que respetar dos condiciones que la UGT considera «irrenunciables». «La primera de ellas es que el motor del proceso en cuestión resida en la libre expresión de la voluntad de la clase trabajadora, transmitida desde la base y sin que intervenga ningún tipo de imposición externa, o aún procedente de algún sector de dicha clase. Esto significa que sólo en condiciones de plena libertad sindical, hoy inexistentes, podrán los trabajadores pronunciarse con el necesario conocimiento de causa y en la dimensión de masas que una decisión de esta naturaleza requiere. Para la UGT, por lo tanto, la libertad sindical —inconcebible si no es dentro de un marco general de libertades democráticas— constituye un presupuesto inexcusable del proceso hacia la unidad orgánica del movimiento obrero.
La segunda condición, plantea Nicolás Redondo, se refiere al contenido mismo de esa unidad. Nuestra vocación unitaria parte de una óptica de clase, por lo cual no puede quedar satisfecha sino en el caso de que dicha unidad se fragüe alrededor de unas opciones acordes con el resto de nuestros postulados básicos. No podemos aceptar de ningún modo la subordinación del carácter revolucionario, libre, democrático e independiente del sindicalismo al hecho de que éste sea unitario. Para la UGT, pues, la unidad no confiere por sí sola el carácter de autenticidad al sindicalismo: la unidad por la unidad no tiene sentido. (“Cuadernos para el diálogo”).
En el mismo artículo el secretario general de la Unión expone el proceso que desde el punto de vista de su organización, conduce a la unidad y que habrá de pasar necesariamente por una serie de etapas. Primero, la libertad sindical para la cual es necesaria la ruptura sindical y correspondiente desmantelamiento del actual aparato verticalista. Para ese logro ha sido un paso importante la creación de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS) de que hablamos más adelante y por cuya constitución la UGT ha trabajado activamente junto con CCOO y USO.
La COS, orientada a la unidad de acción, contribuirá a crear un clima favorable para el desarrollo del proceso unitario una vez conquistada la libertad sindical (N. Redondo). La segunda etapa se iniciará a partir del restablecimiento de la libertad sindical, que obligará a las organizaciones hoy ilegales, a contrastar públicamente sus respectivos planteamientos, haciéndolos llegar al conjunto de la clase obrera en las condiciones democráticas propias de la nueva situación.
Desde ese momento, y sin querer extendernos aquí en hipótesis y en pronósticos, nos cabe afirmar en todo caso que la UGT estará presente, tratando de demostrar la validez del sindicalismo que representamos. En efecto, creemos que nuestro modelo sindical es el que mejor responde como instrumento de la clase trabajadora, tanto en la defensa de sus intereses más inmediatos como en el camino hacia el logro de sus objetivos finales. Y por ello es natural que aspiremos a que la unidad orgánica de nuestra clase se haga —independientemente y por encima de las siglas— alrededor de los esquemas que nosotros mantenemos. En función de esto estamos actuando ya, y vamos a seguir haciéndolo», concluye Nicolás Redondo.
La UGT se pronuncia por la autonomía razonando la necesidad I de que el sindicalismo sea autónomo del Estado y de los partidos «aunque estos sean de izquierdas» y así considera que «e sindicalismo no es un instrumento para tomar el poder» sin: siempre un instrumento de contrapoder, aunque haya un poder de partidos nominalmente socialistas.
Señala que el problema radica en la indivisible personalidad del militante, política y sindical; que el partido obrero, cuya misión es la conquista del poder, debe tener proyección sindical sin ser sindicato, a la vez que el sindicato, debe tener una proyección política por los intereses que defiende; y admitida como «inevitable la interrelación entre lo político y lo sindical», debe buscarse la alternativa en mantener una total y absoluta independencia orgánica y una democratización garantizadora de la participación libre y activa de todos los militantes cualquiera que sea su opinión.
En relación con su concepción de la autonomía precisa que «consecuente con su concepción del sindicalismo, la UGT reafirma su independencia total e irrenunciable con relación a cualquier fuerza que no sea sus propios afiliados. A partir de esta independencia «la UGT mantiene y ha de mantener relaciones con otras organizaciones, planteándose con particular prioridad la cooperación con aquéllas que —como ella misma—luchan por los intereses de la clase trabajadora.
«Dentro de este contexto deben de entenderse las relaciones privilegiadas que la UGT ha sostenido a lo largo de su historia y sostiene hoy con el PSOE, con quien nos une una gran identidad de principios, de objetivos finales y de praxis democrática en el camino de esas metas. Según los estatutos del PSOE sus militantes deben afiliarse al sindicato de su oficio y prácticamente actúan siempre a nivel sindical en las Federaciones de la UGT. Pero en la UGT se encuadraron históricamente y se encuadran hoy muchos trabajadores que, o bien no tienen militancia política concreta, o bien militan en organizaciones políticas distintas del PSOE. Señala también Nicolás Redondo, voz autorizada particularmente en este punto por pertenecer él mismo, tanto a la dirección de la UGT como a la del PSOE, que «durante los largos años de la Dictadura las circunstancias especiales de represión, clandestinidad y exilio, hicieron sin embargo que a menudo coincidieran en los mismos compañeros responsabilidades de la UGT y del PSOE, pero por motivos de simple eficacia es razonable que —en las condiciones actuales— los compañeros llamados a ocupar funciones de gran responsabilidad dentro de la UGT no ocupen cargos que exijan una dedicación similar en otras organizaciones..
La UGT rechaza el papel de correa de transmisión y se declara autónoma e independiente con relación a todos los partidos. Pero el secretario general de la UGT no considera necesario establecer respecto a la cuestión de las incompatibilidades de dirección simultánea en sindicato y partidos «medidas estatutarias que pudieran limitar el pleno ejercicio democrático de nuestra organización, e incluso derechos fundamentales de cada uno de sus afiliados dejando que cada Congreso sea soberano en este punto como en todos los demás.
La práctica sindical debe articular adecuadamente la tensión reivindicativa entre ‘los objetivos inmediatos y los finales. La UGT se pronuncia por las reivindicaciones cualitativas relativas a la organización del trabajo y está netamente por las asambleas de fábrica, entendidas como órgano soberano.
«A la vez que la asamblea como órgano motor y soberano, estamos por lo que denominamos Comité de empresa, comisión obrera o consejo obrero. Pienso que el nombre es lo de menos, en la medida en que abogamos por una autodeterminación y autonomía como clase, creemos que en la propia empresa es donde ya hay que ir estructurando el sindicalismo en base a unos organismos autónomos de cualquier organización sindical, de cualquier partido político y que ha de ser una organización de los trabajadores de aquella empresa y para defender los intereses de los trabajadores de aquella empresa», precisaba Luis Fuertes en su intervención en el ciclo Pasado y presente del sindicalismo en Catalunya (Barcelona, primavera 1976).
La UGT tiene amplios lazos a nivel internacional; es miembro fundador de la Confederación Internacional Obrera de Sindicatos Libres (CIOSL) que aglutina del orden de 84 millones de trabajadores y que constituye una de las confederaciones más potentes del mundo occidental. Pertenece también a la Confederación Europea de Sindicatos (CES), de la que es también miembro fundador y que presenta una alternativa obrera al Mercado Común. Esta participación activa a nivel internacional es consecuencia lógica de su espíritu internacionalista y del análisis que hace del «neocapitalisnno moderno que ha roto definitivamente las fronteras nacionales y elaborado una auténtica estrategia internacional» que permite impulsar un contrapeso efectivo frente al poder de las compañías multinacionales. En el terreno táctico la UGT tiene elaborado un «Programa Mínimo• aprobado en octubre de 1974 como vía para alcanzar el «Programa Máximo expuesto en sus principios fundamentales para lograr urda transformación radical de la sociedad capitalista. Se considera en él «la táctica de actuación con el inmediato objetivo de recuperar una sociedad democrática, con el reconocimiento de las libertades fundamentales, sin las que no es posible la acción de un sindicato como órgano de movilización de masas para la defensa de los intereses de clase•. Ahí se define con claridad su posición respecto a la OSE. Y así se dice, «el cauce inmediato para conseguir estas libertades necesarias es, sin duda, el establecimiento de las plataformas de representación obrera —tales como Comités de Empresa y Fábrica surgidos de las Asambleas— las cuales, unificando la actividad de los trabajadores, constituyan la eficaz impugnación a la patronal, marginando la Organización Sindical vertical actual».
En efecto, la elaboración de un plan de acción de la clase obrera sólo es posible a través de la creación y fortalecimiento de estos órganos de unificación en el seno de las empresas que puedan cubrir un doble objetivo inmediato:
1.— Vaciar de contenido el Sindicato Oficial, dejándolo sin auténticos rerpesentantes obreros.
2.— Ofrecer como alternativa a los trabajadores y a las empresas unas instituciones de auténtica representación. Ello conduciría a no muy largo plazo a la liquidación de hecho de uno de los pilares en que se sustenta el régimen: la O. S.; a la implantación en la práctica de la base real del futuro sindicato obrero.
De acuerdo con esta oposición claramente explicitada en su programa Mínimo, la UGT se ha negado a participar en las elecciones sindicales, incluso en las últimas de 1975. La no participación de la UGT en las elecciones sindicales ha sido siempre una cuestión controvertida en relación con otras organizaciones sindicales tales como CCOO y USO.
A mediados de abril de 1976 la UGT pudo celebrar en Madrid su XXX Congreso, histórico, pues era el primero que se celebrada en España desde 1932. Más de setecientos congresistas de las 96 delegaciones que representaban 6.974 afiliados, pudieron aprovechar la parcela de libertad y exponer públicamente su línea sindical, resumida en este apartado, eligiendo a la Comisión Ejecutiva. La UGT ha proseguido después un notable proceso de expansión.