UNA ÉPOCA DE CONQUISTAS MILITARES

SETI Y HATHOR Dibujo de Rosellini de un bajorrelieve que representa a Seti I y la diosa Hathor, extraído de la tumba de ese faraón en el Valle de los Reyes y conservado en el Museo Egipcio de Florencia.
Sus orígenes familiares influyeron en el carácter que Ramsés I imprimió a la nueva dinastía. Aun proclamándose «El que confirma a Maat en las Dos Tierras», con la voluntad de continuar la obra de restauración después del periodo de Amarra, dedicó una especial veneración al dios Set, cuyo centro de culto se encontraba en el Delta oriental y del cual fueron muy devotos también sus descendientes. Ramsés I, que accedió al trono siendo ya anciano, reinó tan solo dos años, y en 1289 a. C. le sucedió su hijo Seti I, que desempeñaba para él los cargos de jefe del ejército y visir.
SE RESTABLECE EL CONTROL SOBRE SIRIA
Del reinado de Seti I destacaron dos aspectos: sus expediciones militares en Asia y sus construcciones monumentales. Durante el periodo de Amarra, Egipto había perdido el dominio sobre Siria y Palestina, y en su primer año de reinado, Seti I llevó a cabo una serie de expediciones victoriosas que le permitieron conquistar incluso la famosa plaza fuerte de Qadesh (que más tarde sería escenario de la batalla entre Ramsés II y los hititas) y afianzar el control de Siria por parte de los egipcios. La representación de sus empresas fue grabada en las paredes del templo de Karnak, en Tebas, donde Seti I emprendió la construcción de parte de la sala hipóstila, aun fomentando el culto al dios dinástico Set en Avaris, la antigua capital de los hicsos.

TEMPLO DE QUINA Templo funerario de Seti I en Quina (Tebas Oeste). Se trata de uno de los dos templos funerarios que el faraón hizo construir para sí mismo. El segundo se encuentra en Abidos, la ciudad santa de Osiris.
Otra importante aportación del faraón a la arquitectura del periodo fue la construcción de su templo funerario en Qurna, de su tumba en el Valle de los Reyes (considerada una de las más bellas de toda la necrópolis) y, sobre todo, de un segundo templo funerario que Seti I mandó construir en Abidos, la antigua ciudad santa, donde se pensaba que había sido sepultada la cabeza del dios Osiris. En ese templo hizo grabar la importantísima tabla con los cartuchos de los 76 faraones que habían reinado en Egipto antes que él, desde el primer rey de la primera dinastía, Menes (Aha), hasta el propio Seti I.

TEMPLO DE AMÓN-RA Relieve de la pared exterior septentrional de la gran sala hipóstila del templo de Amón-Ra, en Karnak. Las escenas de guerra de Seti I representan las batallas contra los hititas y las tribus sirio-palestinas.
SESENTA Y SIETE AÑOS DE ORDEN Y PROSPERIDAD

NEFERTARI Imagen de Nefertari pintada en su tumba. Está acompañada de su nombre (escrito dentro del cartucho) y del título de gran esposa real.
EL sucesor de Seti I fue Ramsés II, que accedió al trono al morir su padre, en 1279 a. C., a la edad de 15 años. Su largo reinado (67 años) aportó a Egipto orden y prosperidad en el interior, y gloria y prestigio entre los países extranjeros que lo circundaban. Siendo muy joven, contrajo matrimonio con dos reinas, Nefertari, la primera, «gran esposa real», e Isisnofret. Indudablemente, Nefertari fue para Ramsés la esposa más importante, y a ella dedicó algunos de los monumentos más hermosos construidos durante su reinado, como la tumba en el Valle de las Reinas o el pequeño templo de Abu Simbel. Los primeros años de reinado de Ramsés II fueron los que le confirieron su fama de faraón guerrero. De hecho, en el quinto año de gobierno se produjo el evento quizá más célebre y celebrado, la batalla de Qadesh contra los hititas. La plaza fuerte había sido conquistada por Seti I, pero el control sobre la ciudad había durado poco, y la influencia egipcia había sido frenada al sur de Qadesh. Ramsés II, tras una primera expedición a Siria en su cuarto año de reinado, decidió atacar a los hititas para reconquistar la población fortificada. Después de la batalla, Ramsés II y el rey de los hititas, Muwatali, regresaron a sus respectivos reinos.

RAMSÉS II Cabeza de una estatua del faraón Ramsés II, adosada a un pequeño pilar dorsal, que reproduce sus nombres.
El faraón volvió a su nueva capital, Pi-Ramsés, y comenzó una intensa actividad de construcción, sobre todo religiosa, haciendo representar en los edificios erigidos la batalla de Qadesh como propaganda de su valía como guerrero. En realidad, el gran acontecimiento de su quinto año de reinado estuvo seguido de escasas campañas militares en Siria, por lo que el de Ramsés puede ser considerado un largo reinado de paz. Ramsés II murió a los 82 años (1212 a. C.), dejando a Egipto en la cumbre del poder y de la influencia cultural incluso en los países vecinos. Su cuerpo momificado fue hallado en 1881, junto con las momias de otros faraones, en uno de los dos escondites de Deir el-Bahari, en Tebas Oeste.
El harén de Ramsés II estaba constituido por numerosas esposas y concubinas que le dieron decenas de hijos, a los que el faraón amó y mostró con orgullo durante su larga vida, pero los mayores, y quizá los más queridos, murieron antes que él. Por tanto, le sucedió su decimotercer hijo, Menefta, nacido de la segunda gran esposa real, Isisnofret, que mantuvo la capital en Pi-Ramsés, pero dio mucha importancia a la antigua capital, Menfis.

RAMSES II EN LA BATALLA La escena forma parte de la decoración mural del templo de Abu Simbel. Ramsés sobre su carro de guerra, está representado lanzando flechas contra una fortaleza siria.
Aparte de algunas expediciones militares a Oriente Próximo y a la Tierra de Kush, su reinado no registró episodios particulares. La XIX dinastía terminó con luchas de sucesión, que provocaron incluso que gobernara una reina, Tausert, una de las cuatro mujeres en la historia del Antiguo Egipto que accedieron al rango de faraón.
LA BATALLA DE QADESH

TEMPLO DE NEFERTARI El templo menor de Abu Simbel, dedicado por Ramsés II a Nefertari. Abajo: busto de granito del faraón Menefta.
El faraón consideró la batalla de Qadesh un acontecimiento muy importante de su reinado, pero ese no fue el único motivo por el cual hizo representar el episodio en distintas localidades de Egipto. Esa insistencia en exaltar el evento puede hacer pensar que Ramsés II sentía la necesidad de reafirmar una victoria que en realidad no se había producido. Venciera o no, la representación de la batalla fue para el faraón una manera de demostrar que, finalmente, había restablecido el orden que debía garantizar al pueblo egipcio.

Busto del faraón Menefta.
LA DERROTA DE LOS PUEBLOS DEL MAR
La XX dinastía comenzó con el efímero reinado (duró tan solo dos años) de Setnajt, cuyo hijo, al llegar al trono, trató de emular la fastuosidad de Ramsés II, y puede ser considerado el último gran faraón del Imperio Nuevo. De hecho, Ramsés III se dedicó a realizar grandiosas construcciones monumentales, como su templo funerario en Medinet Habu, y tuvo que hacer frente a las tentativas de invasión por parte de los libios y, sobre todo, de los Pueblos del Mar.

BATALLA NAVAL Escena de la batalla naval entre Ramsés DI y los Pueblos del Mar, grabada en una pared de su templo funerario, en Medinet Habu.
Estos pueblos, que comprendían, entre otros, a shardana, akauash, shakalash, tursha y peleset, fueron derrotados por el faraón en una memorable batalla naval, narrada, tal como hiciera su ilustre predecesor, en los relieves que adornan las paredes de su templo funerario. Alejados de la costa egipcia del Mediterráneo, los Pueblos del Mar formaron las poblaciones de territorios que, según algunas teorías, adoptaron su nombre: Cerdeña, Acaya, Sicilia, Palestina, etc. El reinado de Ramsés III se recuerda también por algunos episodios de carácter social y político. Las primeras huelgas de la historia hechas por los obreros encargados de excavar las tumbas del Valle de los Reyes, que protestaban por el retraso (de hasta dos meses) en el pago de sus salarios, y una conspiración en palacio, surgida en el ámbito del harén, encaminada a colocar en el trono a un heredero ilegítimo.

MEDINET HABU La ventana de las apariciones del templo funerario de Ramsés en Medinet Habu, por la que aparecía el faraón con ocasión de ceremonias especiales.
El complot fue descubierto, y las actas del proceso que condenaba a los conspiradores nos han llegado a través de algunos papiros, el más importante de los cuales está guardado en el Museo Egipcio de Turín. Después de treinta y dos años de reinado, Ramsés III dejó el trono a su hijo Ramsés IV, al que sucedieron otros siete faraones con el mismo nombre, de Ramsés V a Ramsés XI. Los signos de decadencia del poder centralizado fueron cada vez más numerosos, mientras aumentaba cada vez en mayor medida el poder de los sacerdotes que veneraban al dios Amón en Tebas. Uno de esos signos fue el constante saqueo de las necrópolis reales, del cual tenemos constancia a través de papiros con actas de procesos. Cuando murió Ramsés XI, en 1069 a. C., Egipto no contaba con nadie que pudiera hacerse cargo del poder centralizado.
EL TRATADO DE PAZ CON LOS HITITAS

La Puerta de los Leones, en la ciudad de Hattusa.
En el periodo Ramesida, las relaciones de Egipto con los pueblos vecinos se caracterizaron por los enfrentamientos con los hititas por el control de Líbano, Siria y Palestina, que constituían, por su situación y sus puertos, importantes centros para la expansión comercial y política de los países cercanos. Los hititas se habían asentado en Anatolia central y occidental en una época muy antigua, y en el siglo XVI a. C. iniciaron una progresiva expansión.

LOS HITITAS Hattusili III y su hija, escena reconstruida según la Estela del Matrimonio de Abu Simbel.
Era un pueblo guerrero, que pronto se lanzó a la conquista de las llanuras de Siria y Mesopotamia, enfrentándose a los egipcios, que desde la XVIII dinastía tuvieron el control de esos territorios. La capital hitita era Hattusa, sustituida durante un corto periodo por Tarhuntasa, durante el combate con Ramsés II en Qadesh, aunque la batalla no cambió sustancialmente la situación. Transcurridos dieciséis años desde el suceso, los dos contendientes firmaron un tratado de paz, ante el inminente peligro de la expansión del imperio asirio. Constituye el tratado internacional más antiguo de la historia, redactado en hitita y en egipcio, del cual se guardó una copia en cada uno de los dos países, grabado sobre planchas de plata.

RAMSÉS II El cuerpo embalsamado de Ramsés II fue hallado en 1881 en un escondite en Deir el-Bahari.
Afortunadamente, hemos podido conocer algunas versiones del tratado, tanto en hitita, grabado en tablillas de arcilla, como en egipcio, en dos estelas (en Karnak y en el templo de Ramsés). El texto, con cláusulas como la extradición de los adversarios políticos, sentó las bases de una paz duradera entre los dos pueblos. Para confirmar el tratado de paz, trece años más tarde se concertó también un matrimonio «diplomático» entre Ramsés II y una princesa hitita, hija del rey Hattusili III. La boda fue recordada con dos estelas, una grande, esculpida en la roca junto al templo de Abu Simbel, y otra de alabastro en el templo de Karnak. El acontecimiento está narrado en un tono casi épico, sobre todo cuando se habla del viaje de la princesa en pleno invierno, transformado en verano por las plegarias de Ramsés II al dios Set.

ESCENA DE BATALLA Uno de los hijos de Ramsés II acompañando a su padre en la batalla (del templo de Abu Simbel).
LA TUMBA DE LOS HIJOS DE RAMSÉS II

NOMBRES Tablilla con los nombres del faraón Ramsés IX, descubierta en un depósito de los cimientos de la tumba de un príncipe Ramesida.
Uno de los descubrimientos más recientes de sepulturas del periodo Ramesida es la tumba KV5 (King Valley 5). Ramsés II tuvo decenas de hijos de sus esposas y concubinas, y para ellos construyó una tumba en el Valle de los Reyes desconocida durante mucho tiempo. En la Antigüedad, algunas de las inundaciones acumularon toneladas de detritos sobre el sepulcro, cerrando su entrada durante siglos. En 1825, el inglés James Burton localizó la entrada de KV5, con el nombre de Ramsés II esculpido, y excavó un canal entre los detritos de la primera cámara. Al no encontrar nada, ni siquiera paredes decoradas, desistió. Lo mismo hizo, en 1902, Howard Carter, que volvió a cerrar la entrada pensando que la tumba era pequeña y carecía de importancia. A raíz de la decisión gubernamental de ensanchar la carretera en el Valle, en 1987, el Theban Mapping Project, dirigido por el norteamericano Kent Weeks, se encargó del estudio de la zona y, al cabo de diez días de excavación, la entrada de la tumba KV5 fue descubierta de nuevo.

Vista del corredor de la tumba KV5, con las entradas de las cámaras laterales.
Pero nadie podía imaginarse aún la importancia del hallazgo. Desde entonces, las excavaciones han progresado año tras año (y continúan), y han sido exploradas más de 110 cámaras. Se trata de una de las mayores tumbas halladas en Egipto y uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX.

HIJO DE RAMSÉS II Uno de los esqueletos hallados en la tumba KV5, supuestamente identificado con uno de los hijos de Ramsés.
Por los relieves de las paredes y los objetos encontrados, la tumba ha sido identificada como el lugar de sepultura de los hijos de Ramsés II, y es única por las dimensiones y por el tipo de planta. Entre los objetos hallados, aparte de numerosos fragmentos de la cerámica que formaba parte de los ajuares funerarios, se han encontrado “ushebtis” diversos y partes de vasos canopes de alabastro, con inscripciones jeroglíficas en azul, que reproducen los nombres y los títulos de los hijos de Ramsés II.