TENGU.

En el monte Kurama, al norte de Kioto, tienen su residencia los tengu o tengús, los maestros japoneses de la guerra. Los tengu son reencarnaciones de espíritus valientes, orgullosos y arrogantes, sabios sacerdotes o guerreros que murieron en combate, cuyo espíritu nunca nadie pudo someter en vida. Estos espíritus protegen a los guerreros e inician a los hombres luchadores que desean vengarse en las artes marciales, en las que son unos expertos.

Éste fue el caso de Ushiwaka, cuyo padre fue asesinado por los miembros de un poderoso clan, que además lo expulsaron de su hogar y tuvo que refugiarse en un monasterio. Deseoso por vengar la muerte de su padre, Ushikawa se introdujo en la residencia de los tengu. Éstos lo recibieron con entusiasmo y le enseñaron todas las artes que conocían: primero el control mental, necesario para calmar el odio y dominar el propio cuerpo, y más tarde lo instruyeron en el arte de la lucha.

TENGU

Una vez que estuvo preparado para lanzarse de nuevo al mundo, lo llevaron a los infiernos y lo enfrentaron al dolor, la violencia y la angustia. Sólo frente al horror, Ushiwaka supo que ya ningún mortal podría superarle, y así fue como el héroe volvió a su casa y venció a los enemigos de su padre.

En el monte Kurama los tengu se congregan alrededor de un gran árbol, desde donde escuchan las órdenes de su jefe y vuelan para ejecutarlas. Son de apariencia similar a la Garuda, mitad pájaros y mitad humanos, y pueden ser de dos clases: jefes o subordinados. El tengu jefe, llamado «tengu» o «gran tengu», se distingue por sus hermosas alas de águila, su ropaje rojo y su abanico, que lleva en la mano derecha, hecho de plumas. Tiene la expresión iracunda y una nariz prominente, que simboliza el orgullo y la arrogancia. Los subordinados o tengus inferiores, también llamados «koppa tengu» o «tengus de reparto» tienen cabeza de cuervo y pico de pájaro, manos con garras y unas pequeñas alas.

Los tengu son descritos en ocasiones como una peculiar raza de gnomos alados, vengativos y orgullosos, como en esta historia que ocurrió en una pequeña aldea de Japón: un vecino de corto entendimiento se propuso en su estupidez apoderarse del ropaje de un tengu. Para ello se le ocurrió atraer su curiosidad mirando a través de una caña, fingiendo que veía algo maravilloso. El tengu no resistió la tentación y le pidió que le dejara mirar, a lo que el hombre contestó que lo haría si recibía su ropa a cambio. Hay que decir que el traje del tengu vuelve invisible a su portador, pero también se cae a pedazos con el sudor.

El torpe vecino se puso el traje para entrar en la taberna y beber sin que lo vieran. El vino lo embriagaba cada vez más, las copas se vaciaban y sus risas aumentaban, y en esto comenzó a sudar. Cuando el tabernero lo vio borracho bajo sus pies, ya desnudo, cogió un palo y lo echó de allí a golpes. Todavía se escuchan las risas del tengu.

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Los tengu, espíritus reencarnados Se guerreros japoneses, se confunden en ocasiones con otro tipo de espíritus similares, como los “shura», espíritus enfurecidos y hostiles; y los «onis», seres divinos de origen mítico, genios, del viento y del trueno, crueles y de costumbres silenciosas.

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