
La influencia política del Daodejing
El Daodejing formula exigencias totalmente explícitas a los gobernantes, y ejerce así influencia en el comportamiento de los poderosos. Según Laozi, quien emplea de modo correcto la fuerza del tao —no actúa, en el sentido del wu wei obra un efecto “sobre aquello que aún no está ahí. Por ende, con su postura de sintonía con el tao, el taoísmo influye tanto en las cosas como en las personas, puesto que está conectado con la fuente de todo. Laozi recomienda también este ideal de la postura del wu wei a los dirigentes del Estado —en su época, al emperador chino y a sus funcionarios—.
“Quien sabe cómo afrontar la vida recorre la Tierra sin temer al tigre o al rinoceronte, puede avanzar a través de ejércitos enemigos sin coraza y sin armas», escribe el gran sabio. Y aconseja no regir el país con gran diligencia e intrigas políticas sino mediante «un dejar producir el efecto» del tao. El gran gobernante es para Laozi un hombre de no acción: «Carezco de diligencia, y el pueblo se enriquece por sí mismo; no hago nada y el pueblo se transforma por sí mismo».
Probablemente un hombre de Estado amante de la acción se mofaría de tal propuesta a la vista de la cantidad de problemas que hay en el mundo. Pero el Viejo Sabio no exhorta a la pereza sino a tratar los problemas de raíz: estableciendo una conexión con el tao para influir así sobre las cosas.
Ética del taoísmo
El taoísmo aspira a un ser humano internamente sereno y ecuánime, que vive y actúa de acuerdo a las leyes del tao. La condición que se requiere para ello es que la persona sea capaz de situar su voluntad en un segundo plano, o expresado con una frase del propio Laozi: « ¿Por qué son eternos el cielo y la Tierra? Porque no se viven a así mismos».
Lo que invirtiendo los términos de la formulación significa: ¿Por qué piensa el hombre que es mortal? Porque vive y actúa de modo egocéntrico. La enseñanza ética del taoísmo estimula al ser humano a que se guíe por el tao. ¿Cómo se hace esto? Observando el curso del mundo y conociendo las leyes y formas fenomenológicas del principio universal del tao.
Consagrarse al tao
Quien se compromete con el tao alcanza la armonía con él, adaptándose al curso de las cosas, de modo intuitivo, más que a través del entendimiento, de la fuerza de voluntad y una actuación consciente. Pues en el cosmos no hay nada fijo: todo está sometido al cambio, y el sabio hace realidad el tao acompasándose al cambio, al llegar a ser y crecer, lo que conforma el mundo visible en su totalidad.
Una persona que actúa moralmente de acuerdo con el tao es aquélla de espíritu puro y no egocéntrico que puede dejar ocurrir las cosas sin estar cegado por sus propios deseos y anhelos. «Quien ha alcanzado la cima más alta del vacío conserva la imperturbabilidad de la calma.
Quien reconoce lo eterno lo alberga todo en sí. Quien reconoce el tao, quien es del tao, tiene una duración eterna y no corre peligro hasta el final de su vida. “El, vacío» es para el sabio dejar el mundo en absoluta libertad. Uno no se aferra a ningún anhelo, a ningún dios y a ningún esquema de pensamiento. «Ser del tao»», significa entregarse completamente a él.
Prácticas taoístas
En el curso de los últimos 2.500 años, en China fueron surgiendo toda una serie de escuelas taoístas con diferentes prácticas y enseñanzas. El canon taoísta de textos religiosos fue establecido por última vez en 1442 y contiene miles de obras que abordan cuestiones relacionadas con la filosofía, la magia, la medicina, la imaginación, la moral, los rituales y otros muchos asuntos.
Los textos más antiguos, del siglo IV a.C., describen una forma de meditación intensa con un viaje interior a los mundos espirituales. La meta de numerosas técnicas complejas (que comprenden tanto ejercicios respiratorios como diversas experiencias corporales) es regresar a la unión original mediante la armonización del cuerpo y el espíritu, del yin y el yang.