
LOS FUNDAMENTALISMOS RELIGIOSOS, HOY, EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

LAS INFLUENCIAS RELIGIOSAS COMO FUTUROS ACTORES MUNDIALES DE LA GLOBALIZACIÓN
El islam y el cristianismo continuarán difundiéndose por todo el mundo, mientras que el judaísmo, el budismo y el hinduismo extenderán su influencia gracias a las diásporas.
En el pasado, un pueblo se caracterizaba generalmente por una religión dominante, aun cuando ciertas minorías eran toleradas, pues se consideraba un elemento determinante de su identidad. Hace apenas cincuenta años, por ejemplo, la Francia metropolitana era sobre todo una región cristiana. Pero la globalización la ha convertido en el país europeo con la mayor población judía (aproximadamente 600 000 personas), pero también musulmana (entre 5 y 6 millones). Nuestra época ha pasado a ser la época de los mestizajes. Se puede ser a la vez cardenal de la Iglesia romana e indio, musulmán practicante y de ascendencia campesina francesa… Este fenómeno da como resultado la multiplicación de “comunidades” más vinculadas a grupos lejanos que a sus vecinos más inmediatos. El politólogo Olivier Roy insiste en las transformaciones de fondo de las religiones, que ya no se producen a partir de una civilización determinada, sino según “paradigmas” como “el individualismo, la importancia de la realización de uno mismo, de la salvación y de la fe, en detrimento de las adhesiones puramente identitarias”.
Aunque la globalización religiosa debe entenderse como la extensión de un fenómeno de fe por todo el mundo, no todas las religiones han conocido la misma suerte. Únicamente dos de ellas manifiestan, desde su aparición, una pretensión universalista: el islam y el cristianismo que, en el transcurso de los siglos, han construido su imperio. El judaísmo, el budismo y el hinduismo han acompañado la globalización a través de diásporas influyentes.
DESARROLLO DE LOS SINCRETISMOS
En cuanto a los cultos relacionados con las divinidades de la naturaleza o los ancestros, son ritos de gran vitalidad y parecen funcionar a la inversa de la expansión globalizadora. Pero su fuerza ha terminado conjugándose con las religiones globalizadas, como el islam y el cristianismo. Por ejemplo, la coincidencia en África de un cristianismo dogmático, procedente de Occidente, con el culto de los antepasados repercute inevitablemente en la evolución del cristianismo en ese continente, donde se decidirá gran parte de su futuro. El desarrollo de los sincretismos es sin duda el elemento determinante. Las iglesias neocristianas africanas, que han sido clasificadas como pentecostalistas, están impregnadas de herencias locales. Del mismo modo que ocurre, desde hace siglos, con el cristianismo latinoamericano.
En China, el país más poblado del planeta (1 400 millones de habitantes), el taoísmo, el budismo y el confucianismo coexisten de forma intrínseca en las mentes. La globalización china no puede considerarse como un fenómeno religioso, sino más bien social y económico, dado que la diáspora china no pone por delante su fuerte dimensión religiosa. Por el contrario, en China, la vitalidad de los uigures, musulmanes de cultura turca, es un problema para Pekín. Asimismo, China es un país que ha visto aumentar su población cristiana de forma rápida: actualmente representarían entre 20 millones, según Pekín, y 85 millones, según las estimaciones del Pew Forum.
EN BUSCA DE DIOS
El hinduismo, como tal, no conoce una verdadera globalización, excepto por el fenómeno de diáspora (Gran Bretaña es el país más “hindú” de Europa: de 500 000 a 1,5 millones de creyentes). Pero el hecho de que sea la religión dominante del segundo país más poblado del mundo hace del hinduismo una de las primeras religiones en términos cuantitativos, con casi 1 000 millones de creyentes. El estrecho vínculo entre el hinduismo y el nacionalismo indio es por tanto determinante. Las tensiones entre Pakistán y la India podrían tener consecuencias sobre el equilibrio del planeta: es en este sentido en el que el hinduismo interviene en la globalización, según el enfoque geopolítico.
El budismo experimentó una primera oleada de expansión a partir del siglo III a. C. en el sudeste asiático, desde el subcontinente indio. El fenómeno más fascinante de su globalización espiritual, acontecida en el siglo XX, reside en la penetración en Occidente de los budismos zen y tibetano, que atraen a un gran número de personas en busca de Dios. Éstos los reinterpretan a partir de su búsqueda en ocasiones individualista de la felicidad, llevando a una especie de sincretismo entre la tradición oriental y las expectativas de un mundo posmoderno en el que los rituales y las posturas toman el relevo de una tradición cristiana corporal cada vez menos reconocida. En el conjunto del planeta, el cristianismo predomina cuantitativamente (2 000 millones de creyentes según la página web adherents.com) sobre el islam (1 500 millones). Esta diferencia debería mantenerse en el horizonte de 2050. Pero el crecimiento del islam es superior, con una población que prácticamente se multiplicará por cuatro entre 1970 más y 2050.
Asistimos, por una parte, a la emergencia de un islam europeo en contacto con la vida democrática. “Un proceso sorprendente es el del encuadramiento del islam en las categorías de la religiosidad derivada del cristianismo: las mezquitas se transforman en parroquias, los imanes se convierten en capellanes”, señala el investigador Olivier Roy. Por otra parte, el desplazamiento de su centro de gravedad desde la cuna de Oriente Medio hacia Asia deberá continuar produciéndose. En efecto, según el Pew Forum, los cuatro países con más población musulmana en 2009 eran Indonesia (203 millones de musulmanes), Pakistán (174 millones), Bangladés (145 millones) y la India (161 millones), muy por delante de Irán (74 millones).
EUROPA ATACADA POR LA RETAGUARDIA
Europa se encuentra en la actualidad en una fase de transición. Está marcada por la decadencia de un cristianismo de tipo sociológico en los países que antaño eran mayoritariamente católicos o protestantes, y que se replegaría en comunidades reducidas en número, pero militantes. Frente al aumento cuantitativo del islam, la sociedad europea se encuentra como atacada por la retaguardia. Por su secularización, podría sufrir una vuelta a la intolerancia al islam, que representaría más bien el reflejo de una inquietud identitaria que de una oposición argumentada al mensaje coránico, como se pudo constatar cuando el 57% de los suizos votaron en 2009 contra la erección de minaretes.
El fenómeno también se puede constatar en un país en el que los musulmanes son una proporción ínfima, como en Estados Unidos. Se alimenta de miedos y fantasmas vehiculados por la globalización mediática (conflictos en Afganistán, Irak y Oriente Medio). Las instituciones eclesiales cristianas, por su parte, deben continuar representando el juego del diálogo con los musulmanes, sobre un fondo de competencia leal. Un jerarca como el cardenal Angelo Sco la, patriarca de Venecia y serio papabile para el próximo cónclave, estima que el avance de la fe musulmana puede servir de estímulo a las masas católicas adormecidas.
África es el emblema de una difícil confrontación entre islam (370 millones de creyentes) y cristianismo (300 millones). Este último está preso del fervor pentecostal en casi todos los países, mientras que el islamismo va ganando terreno. En ciertos países como Nigeria, los conflictos interreligiosos son tanto más violentos cuanto que se superponen a las rivalidades étnicas, económicas y políticas, entre el norte mayoritariamente musulmán y el sur esencialmente cristiano. Este país, que con 150 millones de habitantes es el más poblado de África, corre el riesgo de ruptura.
Los “pentecostalistas” experimentaron un auge prodigioso desde el momento en que Estados Unidos injertó en este movimiento el “Evangelio de la prosperidad”. Esta ideología de seducción galopante se apoya en la idea de que la fe garantiza la prosperidad financiera. Así pues, se han creado vastos imperios financieros, cuyo escaparate son las “mega-iglesias”, con creyentes en situación de fractura social y económica. Este “Evangelio de la prosperidad” es también un factor central en la mutación que ha sufrido Latinoamérica. Hace apenas cincuenta años, era uniformemente católica. Pero el neopentecostalismo ha hecho añicos la hegemonía católica en la casi totalidad de países al sur de Estados Unidos. Las iglesias pentecostales representan generalmente un medio de ascenso social para las poblaciones desarraigadas y pobres, que encuentran en ellas comunidades de apoyo.
NIGERIA, PRIMER PAÍS ANGLICANO
Estas evoluciones han supuesto un fuerte impacto para la Iglesia católica que, con un total de 1 170 millones de fieles (cifra de 2008, comunicada por el Vaticano) en todos los países del planeta —o casi—, representa la institución religiosa globalizada por excelencia. Decadente en Europa y en su cuna mediterránea, vislumbra los mayores márgenes de progresión en África. El incremento del número de fieles entre 2000 y 2009 fue de un 10,9% en América (donde sigue aumentando a pesar de la competencia evangelista), de un 15,6% en Asia y de un 33% en África. Por el momento, la cúspide jerárquica del catolicismo sigue sin reflejar convenientemente esta realidad. El Colegio Cardenalicio elector de la Santa Sede cuenta solamente con 9 africanos, 10 asiáticos y 19 latinos (frente a los 19 electores italianos). En la práctica, en Francia, uno de los aspectos más visibles de la globalización es la aceptación en numerosas diócesis de un millar de sacerdotes africanos, es decir, el 10% del clero galo.
Es significativo, si consideramos la globalización desde el ángulo religioso, el caso de la comunión anglicana. Con una importante comunidad de 77 millones de miembros, vio cómo su centro de gravedad se desplazaba hacia el sur hace veinte años. Desde ese momento, el primer país anglicano es Nigeria. Esto explica el cisma que se está produciendo actualmente entre las Iglesias del sur, conservadoras en materia de costumbres, y las Iglesias del norte (Inglaterra, Estados Unidos), más liberales. Víctima de la globalización, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, perdió en 2008 su autoridad sobre la comunión anglicana cuando su rival sureño, Peter Akinola, primado de Nigeria, boicoteó la conferencia de Lambeth y creó una estructura alternativa disidente junto con los obispos rebeldes del “Sur Global”.
La nueva globalización religiosa es mediática, se experimenta a través de Internet y con la rapidez con la que se propagan las noticias. La cuestión de las caricaturas de Mahoma en 2006 no hubiera tenido tal repercusión si las imágenes no se hubieran difundido por Internet. En septiembre de 2010, el llamamiento lanzado a la comunidad cristiana por un pastor americano para quemar el Corán durante el noveno aniversario del 11 de septiembre, ampliamente seguido por Internet, hizo temblar al planeta. He aquí un dato absolutamente nuevo, que replantea ciertas cuestiones éticas: un flujo de información incontrolable que conlleva reacciones en cadena difíciles de dominar.