
MARIANNE BLIDON
Profesora del Institut de démographie de la Universidad de París

La sexualidad no escapa a las lógicas de la mundialización y a las relaciones de poder que la sustentan. Se consume de manera semejante a la industria pornográfica cuya difusión transnacional se ha vuelto más fácil a través de Internet. Se internacionaliza con la extensión del mercado potencial de contactos ligado al desarrollo del transporte aéreo y de las redes sociales virtuales que han ampliado las fronteras del área de búsqueda de cónyuge. Simultáneamente, los signos de las relaciones de dominación del Norte sobre el Sur se pueden identificar en las redes de prostitución o en la masificación del turismo sexual, cuya clientela, sobre todo masculina pero no exclusivamente, tal y como recuerda la obra de Dany Laferriére Vers le sud (Grasset, 2006), encuentra satisfacción en países pobres así como lejanos y exóticos.

Sin embargo, por más que se desarrollen y se publiciten, estas prácticas permanecen marginales y circunscritas; hay algo que se resiste. La intensificación de los intercambios y la puesta en circulación de personas y de bienes materiales y simbólicos ¿forman realmente parte de una liberalización y de una uniformización de las prácticas y de las identidades sexuales? Nada más alejado de la realidad, tal y como demuestra el ejemplo de la homosexualidad.
«COME OUT!»
La «Gay Pride» es un buen ejemplo de la difusión de un fenómeno cultural a escala mundial. Esta manifestación conmemora los tres días consecutivos de revueltas causados por la irrupción de la policía en el bar ilegal Stonewall Inn de Nueva York, el 28 de junio de 1969. La primera marcha de protesta se celebró al año siguiente.
Su eslogan, «Come out!», marcó la voluntad de salir de la vergüenza y de afirmar una identidad gay frente a la norma opresiva. Le siguieron otras ciudades estadounidenses antes de que la marcha se internacionalizara, puesto que su principio tenía sentido mucho más allá del contexto de Estados Unidos. El éxito ha crecido hasta el punto de generar importantes flujos turísticos. Así, la participación en la «Europride» de Madrid en 2007 se estimó en más de dos millones de personas.

Sin embargo, estas manifestaciones no se han producido en todos los lugares del mundo todavía es inconcebible organizar una Gay Pride en algunos países de África, Asia u Oriente Medio, a fortiori si prohiben la homosexualidad y al desarrollarse se han producido altercados y resistencias, especialmente por parte de asociaciones defensoras de la familia o religiosas, en concreto en Moscú, Jerusalén o Budapest.
«No tenemos homosexuales como en vuestro país». Esta frase del presidente Mahmud Ahmadinejad, pronunciada en la Universidad de Columbia en 2007, puede tener dos lecturas distintas. La primera alega la negación de la existencia de la homosexualidad en Irán.
La homosexualidad sería «un mal» exógeno, propio de un «Occidente decadente: Este argumento es clásico y ya se ha utilizado en otros contextos históricos (durante la campaña napoleónica en Egipto o durante los conflictos franco-alemanes) o geográficos (por los presidentes de Zimbabue, Robert Mugabe, o de Gambia, Yahya Jammeh).
LA LUCHA CONTRA LA HOMOFOBIA
Una segunda lectura no se basaría tanto en el «no tenemos» sino en el «como en vuestro país», que significaría que existe una homosexualidad en el mundo musulmán pero que ésta diferiría de la identidad gay y rechazaría los atributos importados de Estados Unidos (Gay Pride, Rainbow Flag, el marketing gay, lugares de sociabilidad abiertos en la calle…). En uno de los casos, habría una fractura entre países progresistas y países conservadores, y en el otro, entre imperialismo y resistencia al imperialismo.
Paradójicamente, los países má.1 prestos a vilipendiar la homofobia de las sociedades afrilanas o musulmanas no siempre son los más ejemplares en materia de reconocimiento y de igualdad de derechos. Salvo algunas excepciones, como los Países Bajos, España, Portugal, Noruega, Islandia, Canadá, Argentina o Sudáfrica, todavía son pocos los países que han abierto el matrimonio o la adopción a las parejas del mismo sexo.
Por lo demás, la despenalización de la homosexualidad es reciente en Francia (circular Badinter, 1982), como también lo es la supresión de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales de la OMS (1991). La despenalización no se ha recogido legalmente en todos los Estados de Estados Unidos (Texas, Oklahoma, Missouri o Kansas). Por tanto, a pesar de un discurso liberal, la lucha por el reconocimiento, contra la homofobia y por el derecho a disponer del propio cuerpo todavía no se ha ganado ni está reservada a los países musulmanes o pobres.