POR EDUARDO HARO TECGLEN
La dictadura es, ante todo, un Dictador. Tiene rostro, voz, nombre. La dictadura es un régimen fácil de definir, aunque pueda presentarse muchas veces con una estructura compleja, con un armazón óseo de leyes abundante y refinado. «Dictadura. Del latín dictator; gobierno absoluto de una persona o grupo sin necesidad del consentimiento del gobernado. El término data de los tiempos de la república romana; durante una emergencia, un hombre podía ser nombrado dictador por el Senado durante siete años, y tener poderes absolutos durante ese tiempo. Después debía retirarse y se restablecía el gobierno constitucional. La dictadura moderna es la de una persona o la de un grupo o clase (partido, ejército, proletariado), pero incluso en este último caso es asumida por la persona de un dirigente», dice el «Dictionary of Politics» de Florence Elliot y Michael Summerskill (Penguin Books, 1957). En el «Dictionnaire de la politique» de Jean-Noél Aquistapace (Seghers, París 1966) se dice que la dictadura es el «régimen político de confusión de poderes fundado sobre el ejercicio del poder absoluto por un solo hombre o una sola clase». El «Dictionnaire de politique» de Jean Milgnon (Editions Cujas, París 1967) define la dictadura como el «régimen caracterizado por el poder absoluto de un hombre (autocracia) o de un grupo de hombres (dictadura colegial) o de una categoría social entera (dictadura de clase, por ejemplo la dictadura del proletariado). La forma más conocida de la dictadura es la dictadura de un hombre». Georges Henein, en la «Petite Encyclopedie Politique» (Ed. du Seuil, París 1969) escribe: «Poder de uno solo. Poder de la soledad (…) Ante la dictadura, la misma ley se asusta y nada está garantizado, incluso aquello que parece fijo, solidificado, cuidadosamente vigilado (…) Sea cual sea el reglamento que construya, el absolutismo no se planifica. A menos que se considere como un plan el horóscopo personal del dictador».
Acuerdo completo. No hay dictadura sin Dictador. Incluso cuando es la de un grupo, éste segrega su hombre, su efigie, su primer actor. Puede ser que en el fondo el Dictador no sea, en realidad, tan omnímodo ni tan solitario. Puede ser que el grupo, la secta, la clase que le ha elevado y le ha elegido (sin que parezca que haya tal elección o designación, porque un Dictador ha de llegar siempre como de repente y en el momento oportuno, como el hijo de la providencia) tenga más fuerza que el propio Dictador, que solamente le permita gestos, actitudes, estilos. Pero nunca le privará de su rostro, nunca se privará del hombre, del único. Salvador, Benefactor, Regenerador, Padre. Tal vez el grupo le defenestre el día que el Dictador se haya creído de verdad que es él mismo: tal vez le decapite, le cuelgue, le apuñale, tal vez le deje huir al extranjero en el mejor de los casos. Tal vez le envenene, fingiendo una muerte natural. El grupo, la secta, la camarilla, tiene siempre una infinidad de medios a su disposición para hacer desaparecer al hombre que el día antes era omnímodo. Tiene menos medios, eso es cierto, para conservarle el día que los avatares biológicos decidan llevárselo: los Sumos Sacerdotes y los Hombres de la Medicina de la tribu se desesperarán ante el lecho de muerte sin poderle conservar. Cuando llega el momento, aún se intenta conservarle por medios tan espectaculares como la momificación y la pirámide de entradas secretas o el peso de una enorme lápida de mármol: pero la camarilla habrá preparado ya su sucesor. El heredero de la Providencia, el nuevo dictador.
La dictadura es un sistema de gobierno que está hoy desprestigiado. Huye de su propio nombre. Se disimula, busca una mayor maraña de leyes para vivir entre ellas, como la araña en su red. Se ofende si se la define. Se considera, siempre, Estado de Derecho. Esto no evita que la mayor parte de la humanidad viva hoy bajo regímenes dictatoriales; por lo menos en tres cuartas partes de los países que forman la Organización de Naciones Unidas, que en su Carta Fundacional y en todos sus textos fundacionales y doctrinales condena la dictadura, tienen regímenes dictatoriales. En la cuarta parte restante, de países considerados o definidos como democráticos, los vestigios dictatoriales son aún muy considerables.