
Historiadores y antropólogos emplean el término «Mesoamérica» para referirse a la región de América Central (sobre todo México) que poseía una civilización muy desarrollada antes de la conquista española, a principios del siglo XIV, en la que se aprecia una sorprendente unidad cultural y religiosa por encima de la diversidad de naciones, lenguas y estilos artísticos: un rasgo común consiste, por ejemplo, en el complejo calendario basado en un ciclo sagrado de 260 días combinado con un año solar de 365, así como unos profundos conocimientos de astronomía, una escritura jeroglífica, un juego de pelota semejante al baloncesto que se ejecutaba en un patio especial con una pelota de goma maciza y un panteón de extraordinaria complejidad, con deidades del viento, la lluvia y el maíz. La región está integrada por un mosaico de paisajes diametralmente opuestos, desde los desiertos del norte hasta las selvas tropicales del sur. Llovía demasiado o demasiado poco, los lechos secos de los ríos se transformaban en torrentes turbulentos de la noche a la mañana, los terremotos asolaban la tierra: semejante entorno de inestabilidad podría contribuir a explicar el mito azteca de los cinco soles, cada uno de los cuales equivalía a una era o un mundo cósmico, que acababa con un cataclismo. No fueron los aztecas los primeros en apaciguar a los dioses con sacrificios humanos. La religión tolteca (pueblo que estableció su capital, Tula, a finales del siglo XI) tenía un carácter igualmente sangriento, como ponen de manifiesto las esculturas chacmul, figuras reclinadas con platos tendidos para recoger las ofrendas del sacrifico. Pero las prácticas aztecas son las que cuentan con mejor documentación. Para ayudar al dios Huitzilopochtli, el sol, en su batalla cotidiana contra las fuerzas de la noche, había que alimentarlo con corazones y sangre humanos, y los prisioneros de las campañas militares proporcionaban las víctimas necesarias. En cierto sentido, se puede decir que los aztecas capturaron su panteón de la misma forma, adoptando los dioses de otros pueblos anteriores, como Tlaloc, dios de la lluvia, y Huehueteotl, deidad del fuego. Pero Huitzilopochtli era su dios tribal, desconocido en otras regiones.

LA CIUDAD DE LOS DIOSES
Teotihuacán («ciudad de los dioses»), en las montañas de México, era probablemente la mayor ciudad del Nuevo Mundo antes de la llegada de los conquistadores españoles. Floreció desde los inicios de la era cristiana hasta su destrucción, h. 650, y después los azteca siguieron empleándola como lugar sagrado. Vasto complejo presidido por las pirámides del Sol y la Luna y la Avenida de los Muertos, es en la actualidad uno de los mejores yacimientos arqueológicos de la región. Se creía que los dioses se habían reunido allí para crear el mundo por quinta vez. Se conserva bien el templo de Quetzalcóatl, con tallas de cabezas de serpientes emplumadas que se alternan con las del dios de la lluvia, Tlaloc.
LOS DIOSES DE LOS AZTECAS
Los aztecas rendían culto individual (cada casa tenía un altar) y colectivamente, en fiestas sagradas. Asociaban a cada dios con un punto cardinal o con el eje central de un mundo en forma de disco rodeado de agua. Entre las principales deidades destacaban:
CFIALCHIUHTLICUE (Falda de jade). Emparentada con Tlaloc, diosa de los ríos y lagos.
CHICOMECOATL (diosa del sustento). Deidad de la fertilidad.
COATLICUE (Falda de Serpiente). Diosa de la tierra y madre de Huitzilopochtli.
HUEHUETEOTL (Viejo dios). Deidad del fuego, la más antigua.
HUITZILOPOCHTLI (Colibrí del Sur). Dios tribal de los aztecas, deidad guerrera y del sol.
MICHALANTECUHTLI (Señor de los Muertos). Regía Micdan, los infiernos, con Micelancihuatl.
QUETZALCÓATL (la Serpiente Emplumada). Una de las cuatro deidades creadoras, dios de las Estrellas Matutina y Vespertina y, como Ehecatl, del viento.
TEZCATLIPOCA (Espejo Humeante). Uno de los cuatro dioses creadores, asociado con el cielo nocturno, la luna y las fuerzas del mar y la destrucción. Suele representarse por un jaguar.
TLALOC (El que hace crecer las cosas). Dios del agua y la lluvia, servido por los cuatro Tlaloques. Chac para los mayas y Cocijo para los zapotecas.
XIPE TOTEC (Señor Desollado). Dios de la siembra, la primavera y los joyeros, se desollaba en su honor a las víctimas, cuya piel se ponían los sacerdotes.
