MITOLOGÍA DE LAS REGIONES ÁRTICAS – MITOS DE SIBERIA.

Animales, árboles y chamanes

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Chamán tungús con ropas rituales y tambor en una antigua fotografia. Los detalles de los ropajes poseen significado ritual.

Tradicionalmente, todos los pueblos de Siberia se han dedicado a la caza y a la pesca, y muchos de ellos a la cría de renos. Los yakutios y los buriatos emigraron a la región y llevaron desde el sur la cría del ganado vacuno y equino, así como un estilo de épica mitológica propia del Asia central. Es en la caza donde se presenta con mayor claridad la relación especial con los animales. En las creencias siberianas, los animales se ofrecen por su propia voluntad a un cazador que los respeta, poseen el mismo estatus que él y en los mitos se transforman con frecuencia en seres humanos o se casan con ellos. El oso pardo, considerado señor del bosque, tiene un alma de inmenso poder que puede resultar peligrosa, pero que también puede emplearse para la curación. Todavía en la actualidad se siguen curando las heridas frotando la parte afectada con una garra de oso o con su grasa. La caza de este animal está rodeada de tabúes, y en muchas regiones se apacigua el alma de un oso muerto con complicados ritos, como coserle los ojos para evitar que persiga al cazador, por ejemplo. Los yukaghir hablan de un héroe ancestral mitad humano y mitad oso. Según una versión del mito, un hombre se refugió un día en la madriguera de una osa que en primavera parió un niño, quien más adelante quiso ver el pueblo natal de su padre humano; pero no soportó la vida allí y regresó al bosque. Tras derrotar a varios enemigos mágicos bajo tierra, donde encontró esposa, el hombre-oso regresó una vez más al mundo humano, a lomos de un águila y con una esposa para su hermano. En la mitología no sólo aparecen animales vivos. En la de los evenki, el mamut, animal del que con frecuencia se encuentran restos, es uno de los señores del inframundo, y recogió barro del agua con sus colmillos para hacer la tierra. Por donde caminaba iba creando ríos y allí donde se acostaba brotaban lagos.

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Los habitantes de Siberia han creído tradicionalmente en la existencia de varios mundos, por lo general tres, cinco o siete, apilados unos sobre otros. Nuestro mundo está situado en el medio. Los superiores suelen ser los reinos de los espíritus benévolos, y los inferiores los de los espíritus malignos. Se imagina el camino entre estos mundos como un árbol con las raíces en el más bajo y las ramas en el más elevado. El chamán asciende o vuela hasta ellos en estado de trance con el fin de negociar o luchar con los espíritus y a veces sube paso a paso por muescas talladas en el tronco de un árbol, entonando a cada paso cánticos sobre su viaje por las distintas capas y sus encuentros con los espíritus. Este árbol se repite una y otra vez en los mitos. Según los nivki, al principio había dos lunas y dos soles, por lo que el mundo era demasiado frío de noche y demasiado cálido de día y sólo quedaron con vida dos avecitas hermanas, que fueron a un alerce que se alzaba hasta los cielos y tomaron la comida que allí había dejado el anciano guardián del árbol. Aparecieron otras dos aves, una de oro y otra de plata, y retaron a un duelo a las hermanas. El ave de oro subió al cielo y una de las hermanas la siguió. Para escapar, el ave se transformó sucesivamente en oso, foca, pez y ser humano, pero su perseguidora hizo otro tanto y la apresó en cada ocasión. En su forma humana, el ave se convirtió en la hija de un anciano, a quien el héroe (anteriormente una de las aves hermanas) le pidió permiso para casarse con ella.

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Ave bicéfala tallada en madera que representa la capacidad del chamán para viajar al mundo superior.

El anciano accedió a condición de que el héroe matase al sol y la luna sobrantes, tarea en la que le ayudó el señor del mar, que lo encerró en una cacerola de hierro, lo coció, raspó los restos y con ellos modeló a una nueva persona. Así, el héroe se transformó en el hombre de hierro, quien, equipado con arco y flechas del mismo metal y un caballo volador, abatió al sol y la luna que sobraban, y el mundo volvió a ser habitable. El cocimiento y reconstrucción del héroe constituyen signos inconfundibles de la iniciación chamanística. Los espíritus colocan al iniciado en un recipiente, despedazado, y después vuelven a unir los trozos, hueso a hueso, como persona renacida con poderes chamánicos. La potencia del hierro es tal que únicamente al herrero debe temer al chamán, por ser más fuerte que él. Entre los mitos siberianos sobre los orígenes destaca el de los evenki, que atribuyen la sucesión del día y la noche a un poderoso alce que habita en el mundo superior. Un día, el animal escapó del bosque y subió a la cima de una montaña, donde empaló al sol en sus cuernos y se lo llevó al bosque, por lo que los seres humanos del mundo intermedio se sumieron en la oscuridad. Un héroe llamado Main se puso unos esquíes alados y ascendió al mundo superior, donde persiguió al alce. A medianoche lo alcanzó, le disparó una flecha y la luz volvió al mundo intermedio, pero Main no regresó a su propio mundo, sino que se transformó en espíritu para custodiar el sol. Desde entonces se ha repetido el episodio en el mundo intermedio: cada tarde, el alce captura al sol con sus cuernos y cada noche Main lo atrapa y lo devuelve a su pueblo por la mañana.

 

EL CHAMÁN Y EL JEFE DE POLICÍA

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Casco de chamán con cuernos de reno, de hierro, forjado por un herrero después de que el chamán demostrase sus poderes. El reno se asocia con el mundo superior.

A veces se asignaban los chamanes a un grupo o clan determinado, para que  protegiesen su territorio y garantizasen la resurrección de sus almas. Debido a las guerras entre clanes, se desencadenaron extraordinarios combates de magia entre chamanes rivales. Tras la revolución de 1917, fueron perseguidos por los comunistas y se recrearon los mitos más antiguos sobre conflictos entre chamanes como enfrentamientos entre un chamán y el comisario que lo detiene. El siguiente relato yakut pertenece a esta categoría de mitos modernizados.

Un joven jefe de policía amenazó a un chamán con su revólver, y el chamán le aconsejó que no moviese el arma: «¡No hagas eso, hijo mío! ¡Vas a hacerte daño!» El policía se pegó un tiro en el pulgar y, furioso, encarceló al chamán, pero éste se escapó. El policía volvió a encarcelado varias veces, y en cada ocasión le puso en una celda más segura que la anterior, pero el chamán siempre huía. Por último, lo condenaron a trabajos forzados en el bosque, a talar árboles para leña. Un equipo de inspectores fue al lugar en verano y vio que el hacha volaba mágicamente por el claro del bosque, derribando árboles y apilando la leña. A comienzos del invierno, cuando volvieron los funcionarios, chamán y leña habían desaparecido. La madera se había unido y formado árboles, erguidos como antes de que el chamán empezara a trabajar. Los hijos de algunos chamanes son en la actualidad poetas o médicos, profesiones que se consideran continuación de los dones de los padres. En la época poscomunista han surgido movimientos para resucitar el chamanismo.

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