
La fotografía muestra el acecho de unas morsas en Groenlandia. Incluso en la actualidad, muchos pueblos árticos creen que los animales son dones del Espíritu del Mar, que los ofrece en invierno por los agujeros del hielo.
La mitología de las regiones árticas refleja un entorno duro y peligroso, un paisaje solitario con una población escasa y dispersa. Con un telón de fondo tan desolado, la amenaza de la inanición es un tema mitológico muy común: la agricultura resulta imposible y todo el alimento procede de los animales, que en los mitos aparecen ayudando y engañando a los humanos. Elementos fundamentales para la supervivencia, los animales en el Ártico aparecen dotados de alma propia y merecen gran respeto: el cazador pide excusas a la pieza que acaba de abatir. Algunos inuit lanzan al mar la vejiga de la foca que apresan para que así el animal renazca y en su siguiente reencarnación se ofrezca como presa al mismo cazador. Las estaciones, la salud y fertilidad de humanos y bestias, la benignidad y dureza de los elementos naturales derivan del mundo de los espíritus. El papel de ayudar a la comunidad a lograr el bienestar y de evitar la desgracia recae sobre el mediador con los espíritus, el chamán, vocación que sólo algunos cumplen (por lo general, pero no siempre, hombres).
Golpeando un tambor especial en un ritual de intensidad dramática, el chamán entra en trance para comunicarse con el mundo de los espíritus, entre los que viaja mientras está inconsciente, descubrir la situación de la caza (o de un reno perdido o un oso peligroso concretos), qué espíritu está provocando enfermedades o rescatar el alma robada de un enfermo y salvarle así la vida. En los relatos sobre curaciones chamánicas de las culturas inuit se describe un proceso de interrogatorio implacable, en el que el chamán trata de descubrir, a través del enfermo, por qué se sienten ofendidos los espíritus. Quizá el paciente haya fumado una pipa prohibida, o haya partido un hueso que no debería haber tocado, o comido un trozo de caribú crudo vedado a aquel individuo. Si se trata de una mujer, quizá se haya peinado después de haber dado a luz. El chamán hace preguntas sobre las posibles transgresiones, y la comunidad entera, reunida en el iglú de invierno, clama por la liberación del paciente.
LOS INUIT
Los pueblos de lengua esquimal del Nuevo Mundo ártico y Groenlandia se dividen en diversos grupos lingüísticos y políticos, los principales de los cuales son los kalaallit, los inuit, los inupiat y los yupik. El término inuit («pueblo auténtico») con el que se autodenominan los grupos canadienses se aplica actualmente a todos estos pueblos. Salvo en el sur de Alaska y en Labrador, los inuit viven más allá del límite septentrional de vegetación, con un modo de vida tradicionalmente nómada o semi nómada, dedicados a la caza y a la pesca y en grupos raramente superiores a unos centenares de individuos. En invierno y primavera, en la costa, cazan mamíferos marinos (sobre todo focas, morsas y, donde existen, ballenas); en verano y otoño, a veces se adentran en el interior, y sus presas son el caribú (el reno norteamericano), los peces y aves. Desde el contacto con los europeos se añadió a este modelo de subsistencia un floreciente comercio de pieles.
LOS PUEBLOS DEL NORTE DE RUSIA
Esta vasta región se extiende desde Finlandia hasta el Pacífico y de sur a norte presenta dos tipos principales de paisaje: el bosque de coníferas (taiga), prácticamente ininterrumpido, y un cinturón de tundra desprovisto de árboles cercano al océano Ártico. Los numerosos pueblos nativos pertenecen a varias familias lingüísticas, algunas en el oeste (como el saami, o lapón), relacionadas con el finés, otras en el este, emparentadas con el turco y el tungúsmanchú. La lengua ket no puede relacionarse con ninguna otra, mientras que el esquimal y el aleutiano están emparentados con los demás idiomas esquimales de Alaska, Canadá y Groenlandia. Nómadas dedicados a la caza, la pesca y la cría de renos, estos pueblos se han visto muy afectados por los asentamientos rusos, sobre todo desde la revolución de 1917. Excepto los komi, los carelios y los yakutios, todos son vulnerables, debido a su escasa población, objeto de protección especial.