Mitos sobre viajes ancestrales
El centro de Australia está atravesado por las rutas seguidas por múltiples héroes ancestrales, que en muchos casos recorrieron millares de kilómetros, unos con forma humana, otros como canguros, ualabíes, lagartos, serpientes o aves. Algunos, como los Hermanos Pájaros Campana no cubrieron más de 100 kilómetros y tienen una importancia fundamentalmente local. Otros, como Malu el Canguro Rojo, que fue desde los Kimberleys hasta el centro del continente, o como las Siete Hermanas , recorrieron miles de kilómetros por las tierras de muchos clanes. Estos héroes dejaron cuevas, rocas y riachuelos como señales de los lugares en los que acampaban, rajaban o luchaban, señales que se consideran sagradas e impregnadas de la energía creadora de los antepasados. Según la creencia, se puede liberar la energía de un ser primordial frotando o golpeando el punto en el que abandonó el mundo y entró en la tierra. El ser ancestral asociado con un lugar concreto se reencarna en cualquiera que nazca allí, que se convierte en custodio del emplazamiento sagrado. Muchas leyendas sobre periplos ancestrales sirven de apoyo a ceremonias locales y fortalecen los vínculos entre pueblos que hablan lenguas distintas y que pueden necesitar acampar juntos durante largas épocas de sequía.

LOS HERMANOS PÁJAROS CAMPANA
El énfasis de un mito puede variar dependiendo de dónde se cuente. Las siguiente versiones del mito de unos héroes ancestrales, los Hermanos Pájaro Campana, fueron narradas en 1976, la primera por Pompy Wanampi y Pompy Douglas en Wangka Arkal, y la segunda por Paddy Uluru en Uluru (Ayers Rock). Los dos Hermanos Pájaro Campaña acechaban un emú en Antalanya, una charca a la que aún van a beber estos animales. Sin que ellos lo supieran, una joven buscaba gusanos en Wangka Arkal, cerca de allí. La cúpula de roca es la frente de esta mujer, y cuando alguien grita, la voz resuena desde la roca como si la muchacha respondiese. Llevaba sobre la cabeza un plato, apoyado sobre un anillo hecho con cabello humano, y mientras comía gusanos se le cayó la carga de la cabeza y sobresaltó al emú, que echó a correr hacia Uluru, al norte, perseguido por los hermanos. Al pie de la pared de roca hay una muesca semicircular, el anillo de pelo de la muchacha, y un poco más allá la charca donde bebía el emú. En la versión de Paddy Uluru, el Lagarto de Lengua Azul, Lungkata, les robó un emú bien gordo a los hermanos en Antalanya. Enterró la carne —que se transformó en planchas de piedra— en Uluru y dio a los cazadores un emú flaco. Enfurecidos por el cambio, uno de los hermanos prendió fuego a la choza de Lungkata, que ardió vivo. El humo del fuego puede verse desde la pared de Uluru y Lungkata es una piedra. Se consideraba al padre de Paddy Uluru la reencarnación de Lungkata limpiaba la piedra de hierbajos y contaba el mito a sus hijos y a otros jóvenes.

LAS SIETE HERMANAS
El siguiente relato une los incidentes narrados en algunos puntos de la ruta de las heroínas conocidas como las Kungarankalpa, las Siete Hermanas, por el centro y sur de Australia. Las Siete Hermanas huyeron hacia el sur, escapando de un hombre lujurioso, Nyiru, que tenía planeado violar a la mayor. Al este de Uluru su ruta está señalada por una cadena de charcas de roca y arcilla. En Witapula, al oeste de Atila (monte Conner) se detuvieron para acampar una noche y construyeron un refugio, que es ahora un pequeño precipicio. A la mañana siguiente se internaron en el suelo y reaparecieron en Tjuntalitja, una fuente. Una duna cercana recuerda el lugar desde el que las vigilaba Nyiru. Desde allí, las muchachas fueron a Wanukula, un agujero en la roca (una depresión en la que se acumula el agua) y continuaron hasta Walinya, una colina en la que erigieron una choza y volvieron a acampar. La choza es ahora una cueva en un bosquecillo de higueras silvestres, una de las cuales, apartada de las demás, es la hermana mayor. Unas líneas en forma de remolino testimonian el punto en el que se sentaron. Nyiru las observaba desde un montón de piedras y cuando creyó que dormían irrumpió en su refugio y excavó la roca. Una abertura baja en la parte posterior de la cueva señala el punto por el que las hermanas atravesaron la pared. Por último, al llegar a la costa (cerca de Port Augusta) se lanzaron al mar, y con la impresión del agua fría saltaron al cielo, convirtiéndose en la constelación Kurialya, las Pléyades. Nyiru aún las persigue, y sus pisadas se ven en el cielo: los dedos son el «cinturón» de la constelación, que también se llama Orión, y el talón la punta de la «espada» de Orión.
