MITOLOGÍA DE ÁFRICA – MITOS SOBRE LA MONARQUÍA.

El linaje divino de los monarcas terrenales.

Entre los mitos más importantes de África figuran los que tratan sobre los orígenes de los reyes, a los que suele atribuirse ascendencia divina. Los zulúes de Suráfrica, por ejemplo, cuentan que un joven, hijo del Gran Dios, fue expulsado del cielo por haber robado la vaca blanca favorita de la deidad. Lo arrojaron por un agujero de los cielos y bajó a la tierra por un cordón umbilical mágico atado a su cintura. Cuando hubo transcurrido un mes, el Gran Dios se apiadó de su hijo; le envió una esposa por el mismo sistema y a continuación retiró el cordón y cerró el agujero del cielo. Aquel joven fue el primer rey de los zulúes, y debido a su origen celestial, los monarcas de este pueblo tienen poder sobre la lluvia. Monarquía y fenómenos atmosféricos aparecen también asociados en la mitología yoruba, según la cual, el reyguerrero más importante de esta tribu, Shango, se convirtió en dios del trueno y la lluvia tras haberse ahorcado con sus propias manos de un árbol y haber subido al cielo. Su esposa era un lago llamado Oja, que a la muerte de Shango se transformó en el río Níger.

Al igual que en otras regiones, el león simboliza en África la autoridad regia. Aparece en numerosos mitos como rey de los animales, si bien lo vencen con frecuencia otros más pequeños y astutos, como la liebre. Esta talla en madera de un león procede del palacio real de los fon de Benin (antiguo Dahomey), África occidental

En Ruanda, se conoce un relato semejante sobre los orígenes de la monarquía. El señor de los cielos, Nkuba el Rayo, tenía una esposa estéril que un día, en ausencia del marido, le robó una de sus vacas, la mató, le extrajo el corazón y lo escondió en una vasija. Alimentó el corazón con leche durante nueve meses, al cabo de los cuales apareció un niño en el interior de la vasija. Este niño, Kigua, creció en el cielo y cayó a la tierra para ser el primer rey de Ruanda. En muchos casos, los mitos sobre los orígenes de los reyes coinciden con los de los orígenes de la humanidad Al reth (rey) de los shilluk del sur de Sudán se lo identificaba en el mito y en los rituales regios con Nyikang, antepasado de linaje real y fundador de la nación shilluk. El padre de Nyikang era el hijo de un ser celestial y su madre, Nyakaya, un cocodrilo. Nyikang abandonó su patria tras haberse peleado con su hermanastro y en el camino venció al sol en combate y dividió las aguas del Nilo Blanco para que pudieran atravesarlo sus seguidores y él. Los epítetos de Nyikang y de todos los reyes posteriores de los shilluk —considerados encarnaciones del primero— honran su vinculación con el cielo, los ríos y la tierra, el universo shilluk. Es dios, semidiós y hombre y de su salud depende la de la tierra. En época precolonial (y, según ciertos rumores, también en la actualidad), cuando empezaba a perder fuerza física se le mataba ritualmente para dejar sitio a un sucesor más vigoroso.

LOS COLORES DE LA VIDA Y DE LA SOCIEDAD
Los colores rojo, blanco y negro poseen un profundo significado para muchos pueblos africanos, como representaciones del universo, por ejemplo. En este aventador del norte de Zambia presentan un sentido doble: por una parte, evocan los orígenes mitológicos de la sociedad de los lungu, pues el rojo se asocia con la monarquía, el blanco con el poder espiritual y el clero y el negro con la gente corriente; por otra, el rojo está vinculado con la sangre de la primera menstruación, el blanco con el semen y el negro con el vello púbico. Se regalan estos aventadores a las jóvenes casaderas tras la iniciación ritual.

Encontramos otro relato sobre un regicidio ritual en el mito del rey Muetsi, que explica el asesinato ritual del Mambo (rey) de Monomotapa en el Zimbawe medieval, que al parecer tenía lugar cada cuatro años. Según este mito, el primer hombre creado por Muari, el Alto Dios, vivía al principio bajo las aguas. Se llamaba Muetsi (Luna) y quería vivir en la tierra, totalmente desértica por aquel entonces. Ante las quejas de Muetsi, Muari le envió una esposa, la Estrella Matutina, que parió la hierba, los arbustos y los árboles. Los árboles crecieron hasta que sus copas tocaron el cielo y empezó a llover. En medio de la abundancia, Muetsi construyó una casa, fabricó azadas y cultivó la tierra, pero al cabo de dos años Muari se llevó a la Estrella Matutina. Muetsi se lamentó durante ocho días, hasta que Muari le dio otra esposa, la Estrella Vespertina, al tiempo que le prevenía de la catástrofe que le aguardaba. Al llegar la noche, la Estrella Vespertina le ordenó que se acostara con ella, y de su unión nacieron pollos, ovejas, cabras, vacas y antílopes y a continuación niños y niñas, que se hicieron adultos en un día. El cuarto día por la noche se desencadenó una fuerte tormenta y la Estrella Vespertina avisó a su esposo de que corría peligro de muerte, no obstante lo cual Muetsi le hizo el amor; al día siguiente, ella parió leones, leopardos, serpientes y escorpiones. La noche del quinto día la Estrella Vespertina se negó a acostarse como Muetsi y le sugirió que tomase a sus hijas. Muetsi así lo hizo y a la mañana siguiente sus hijas dieron a luz unos niños que por la noche ya eran adultos. Entonces, Muetsi se convirtió en rey de numerosas personas y la Estrella Vespertina copuló con una serpiente y quedó estéril. Muetsi quería que regresara con él, pero mientras estaban acostados le picó la serpiente.

Máscara decorada con cuentas y conchas que representa al héroe ancestral Woot y que se emplea en los ritos de iniciación de los kuba. Sólo pueden llevarla los hombres de la familia real.

Como la salud de la tierra dependía de la del rey, cuando éste enfermó por el veneno del reptil dejó de llover, se secaron las aguas y la muerte visitó a las gentes. Para poner fin a sus desdichas, los hijos de Muetsi decidieron matar a su padre: lo estrangularon, lo enterraron y después eligieron otro rey. Según los kuba del Zaire, los dos primeros dioses, Mboom y Ngaan, eran también reyes y cada uno reinaba sobre una mitad del mundo, que estaba oscuro y cubierto por las aguas, pero se pelearon y abandonaron su creación: Mboom se fue al cielo y Ngaan se escondió bajo las aguas. Un día, Mboom vomitó el sol, la luna y las estrellas. Bajo el sol, las aguas empezaron a consumirse y la tierra quedó al descubierto. Volvió a vomitar, y aparecieron todos los animales. Después vomitó a los seres humanos, entre los que se contaba Woot, antepasado de los reyes y del pueblo kuba, que vivía en un poblado junto a los demás humanos y animales. Se llevaban bien y hablaban la misma lengua. Un día, Woot se enamoró de su hermana, Mueel, se la llevó a la selva y de sus relaciones nació un niño, Nyimi Lele, futuro fundador de la vecina tribu lele. Cuando el pueblo se enteró del incesto de Woot se enfadó y lo expulsó de la aldea, y en venganza, Woot lo maldijo: el mijo empezó a pudrirse, la mayoría de los animales se volvieron salvajes y no salió el sol. Mueel envió mensajeros a pedirle perdón a Woot, que acabó por ablandarse y permitir que las aves de la montaña llamaran al sol. A continuación condujo a sus seguidores al exilio y en el camino fue creando el paisaje, las plantas y los animales y dejó varios hijos, que fundaron las diversas tribus. Woot les retorció las lenguas y desde entonces hablan diferentes idiomas.

UN SISTEMA PARA RECORDAR LOS MITOS

En la corte real de los luba, una clase determinada de ancianos se encarga de contar y consignar los mitos sobre el rey Arco Iris y la historia de los reyes de este pueblo. Se sirven de un aparato muy curioso, llamado lukasa o «mano larga» para registrar los puntos esenciales de los relatos. Consiste en un tablero tachonado de cuentas de colores con dibujos simbólicos grabados. Una cuenta azul, por ejemplo, puede representar a Mbidi Kiluwe, y una cuenta roja y grande rodeada por otras amarillas más pequeñas a Nkongolo y sus seguidores. El narrador sostiene en sus manos el lukasa para recordar la historia a medida que la va relatando.

KALALA LLUNGA Y EL REY ARCO IRIS

Al igual que en otras regiones, el león simboliza en África la autoridad regia. Aparece en numerosos mitos como rey de los animales, si bien lo vencen con frecuencia otros más pequeños y astutos, como la liebre. Esta talla en madera de un león procede del palacio real de los fon de Benin (antiguo Dahomey), África occidental

Los luba del Zaire creen que Kalala Ilunga fue el fundador de uno de sus reinos. Pasó sus primeros años en la corte del rey Nkongolo, o Arco Iris, que aparece en numerosos mitos de la sabana central.

Un día, Mbidi Kiluwe, un príncipe del oriente, fue a cazar al país de Nkongolo, que hizo todo lo posible por complacer a su huésped. Le dejó a sus hermanas gemelas y ambas quedaron encinta: Bulanda tuvo un niño, Kalala Ilunga, y Mebela gemelos, niño y niña. Nkongolo reconoció a Kalala Ilunga como hijo suyo y Mbide Kiluwe regresó a su tierra. De mayor, el muchacho llegó a ser el mejor bailarín y corredor del país, y Nkongolo, celoso de su fama, decidió matarlo. Preparó un foso lleno de estacas puntiagudas oculto en la pista e invitó a Kalala a participar en un concurso de baile, pero avisado del peligro por su tamborilero, el muchacho cruzó el río Lualaba y se refugió con su verdadero padre. Mbidi le dio un ejército para que luchara contra Nkongolo, que huyó con sus hermanas al monte Kaii, al oeste; pero las hermanas lo traicionaron ante sus hombres, que lo decapitaron. El espíritu de Nkongolo vive en forma de serpiente, que a veces se aparece como arco iris.

CHIBINDA ILUNGA

El rey luba Chibinda Ilunga, figurita de madera del Zaire.

Un mito de los mbangala de Angola continúa el relato de la dinastía Luba fundada por Kalala Ilunga. El protagonista, Chibinda Ilunga, es una de las figuras mitológicas más veneradas de la región. Una vez llegó al reino de Lunda un joven príncipe y cazador llamado Chibinda, nieto de Mbidi Kiluwe, antepasado de los reyes luba, con el rostro brillante y blanco como la luna. Abandonó el país luba porque el rey, celoso de su destreza como cazador, le había insultado asegurando que nunca había hecho la guerra. Un día, la reina de Lunda, Lueji, descendiente de la serpiente primordial Chinawezi, madre de todas las cosas, fue al río y se encontró con el príncipe cazador. Cautivada por sus encantos, le invitó a quedarse con ella y, pasado el tiempo, se casaron. En cierta ocasión, Lueji pronunció un discurso ante los ancianos y les comunicó que a partir de entonces Chibinda Ilunga reinaría en su lugar, y el príncipe les dijo a su vez que, como cazador que era, nunca derramaría sangre humana, sólo de animales. Lueji le entregó el brazalete real, empezó a menstruar y se recluyó. Esta situación duró mucho tiempo y empezó a conocerse como Nkula («el árbol de la savia roja»), nombre del ritual que desde aquel entonces se aplica a las mujeres con trastornos menstruales. Debido a la prolongada efusión de sangre, Lueji no pudo concebir, y al final le dio a Chibinda Ilunga otra esposa, Kamonga, que era fértil.

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