Desde que el Tarot llegó al Piamonte, hacia la mitad del siglo XVI este juego ha sido uno de los pasatiempos más apreciados en dicha región italiana, especialmente en las posadas rurales. No deja de ser una extraña ironía de la historia que los Tarots piamonteses no nacieran allí sino en Francia.

Humberto Biacamano, considerado el fundador de la casa de Saboya. La familia procedía del ducado del mismo nombre; llegó a ocupar el trono de Cerdeña y Piamonte, y en 1861, de la Italia unificada. Al proclamarse la república, en 1946, sus miembros pasaron al exilio.
Al parecer, el Tarot llegó a las regiones de Saboya y Piamonte a partir de la vecina Lombardía, en concreto desde su capital. Milán, en la segunda mitad del siglo XV. En efecto, es probable que la carta de Los Amantes (El Enamorado) del Tarot Visconti-Modrone haga referencia al matrimonio entre el duque de Milán, Filippo María Visconti, y María Allobraga de Saboya, que tuvo lugar en 1428. Prueba de ello son la cruz blanca sobre campo rojo, blasón de los Saboya, y la víbora, blasón de los Visconti, que aparecen en el borde de la sombrilla que cubre a los esposos en dicha carta. Sc dispone de varias noticias acerca de la difusión de los naipes corrientes en las posesiones de los Saboya, que en aquellos tiempos comprendían, además de la Saboya francesa, la Suiza romanche, el valle de Aosta, parte del actual Piamonte y el condado de Niza. Sin embargo, las primeras noticias sobre el Tarot en el Piamonte no aparecen hasta el siglo XVI y de la mano de Francesco Piscina, estudiante de leyes de la universidad de Monte Regale (actual Mondovi) y autor de un opúsculo dedicado por completo al Tarot.
EL DISCURSO DE FRANCESCO PISCINA
Esta obra, cuyo título completo es Discurso sobre el orden de las figuras del Tarot (Discorso sopra l’ordine delle figure del Tarocchi, Monte Regale, 1565), resulta muy interesante desde el punto de vista de la historia del Tarot, porque demuestra que, en aquella época, hacía tiempo que dicho juego era popular en el Piamonte (entre otros muchos datos, el documento recoge información sobre la manera de jugar en aquel territorio). Pero el contenido del Discurso es más amplio; para resumir, diremos que el autor se explaya sobre las que, a su juicio, debían de ser las intenciones del inventor del Tarot, a quien consideraba un «buen y fiel seguidor de la fe cristiana y católica y también muy experto y excelente en las costumbres de la vida civil». Piscina pensaba que la numeración de los Triunfos no era casual, sino que respondía a un orden preciso que el inventor del Tarot habría establecido para «mostrar muchas enseñanzas morales» y atacar los hábitos perniciosos de las gentes. Por eso, decía, la primera carta es El Loco, según la costumbre de las obras teatrales de la época, en las que el bufón introduce la historia que va a ser representada a continuación.

Imagen medieval de un duque de Saboya, en armadura de combate, luciendo en el escudo, la capa y la gualdrapa del caballo las armas de su casa: una cruz blanca sobre fondo rojo.
El Loco, además, simboliza el inicio y el fin de la vida humana, es decir, la juventud y la vejez, edades durante las cuales los seres humanos pueden parecer privados de sentido. A El Loco le sigue El Mago, que aquí es el Posadero, porque en la posada se reúnen todo tipo de viajeros, desde papas y emperadores hasta pajes, caballeros y príncipes. El dios del amor, Cupido, protagonista de El Enamorado, representa «la locura que nace en el corazón de los ociosos»; por esta razón este arcano va seguido por La Justicia, que debe ser recta y ejecutada sin pasión. Luego vienen El Carro, La Fuerza y La Fortuna, retratos de las cualidades por las que triunfan los papas, los príncipes y los emperadores. Como demuestra la historia humana, La Fuerza es superior a La Justicia, pero La Fortuna a veces puede prevalecer sobre La Fuerza. El Jorobado, es decir, El Ermitaño, representa ese prudente consejo que es útil para controlar los vaivenes de la fortuna, mientras que El Colgado personifica a quien ha despreciado los buenos consejos. Sigue La Templanza, virtud que modera los placeres y no teme la inconstancia de La Fortuna, ni tampoco a La Muerte; aparecen después los espíritus del aire, es decir, El Diablo, La Torre (símbolo de la esfera del fuego que rodea la Tierra), La Luna, El Sol y La Estrella. Esta disposición «ascensional» concluye en el Paraíso, representado por El Ángel del Juicio, que alegra las almas. La última figura enseña la manera de alcanzar la beatitud celestial, es decir, la observancia de las enseñanzas de los evangelistas, cuyos símbolos aparecen en la carta de El Mundo.

La región de Saboya, hoy francesa, en el Atlas de B. Agnese (siglo XVI). Su nombre procede del topónimo romano Sapautaia, que significa «tierra de los abetos».
LAS PRIMERAS FÁBRICAS PIAMONTESAS
Existen pruebas fundamentadas que demuestran que la fabricación de naipes en el Piamonte fue un hecho tardío; hay que remitirse a un edicto promulgado en 1586 por Carlos Manuel I, duque de Saboya, en el que concedía a un tal Giovanni Battista Ferrofino el privilegio de fabricar y comercializar las barajas, en consideración al hecho de que él «ha sido el inventor del arte de fabricar dichas cartas y Tarots en nuestros estados». No se conocen barajas fabricadas en aquella época en los territorios de los Saboya; con todo, es lógico pensar que el privilegio pasó de Ferrofino a otros ciudadanos particulares «por la gracia del duque».
No hace mucho salieron a la luz dos documentos fechados en 1627 y 1629 que atestiguan el privilegio que Carlos Manuel I había concedido al fabricante Francesco Franco, y que le fue retirado pocos años después por su negligencia en el cumplimiento de ciertas obligaciones. De este fabricante se conocen algunas cartas en las que aparecen símbolos franceses, pero ninguna es de Tarot.

La carta de El loco en una reproducción facsímil del siglo XX de un Tarot «ligurpiamontés» del siglo XVIII.
Curiosamente, aunque se han conservado numerosos documentos sobre la legislación relativa a la fabricación, venta y uso de naipes y Tarots en el ducado de Saboya, no queda prácticamente resto alguno de las cartas a las que se refiere dicha documentación; probablemente aquí, más que en cualquier otro lugar, la calidad de las cartas era tan baja que no ha permitido su conservación. Hay que esperar al siglo XVIII para encontrar el primer ejemplar de Tarot piamontés; se trata de una baraja que se conserva en el Museo Fournier de Naipes de Vitoria-Gasteiz (España) y que fue impresa en 1736 en Serravalle por un tal Giuseppe Ottone. Muchas ciudades piamontesas llevan el nombre de Serravalle, pero se cree que el lugar en cuestión es Serravalle Sesia, en la provincia de Vercelli, donde existían fábricas de papel desde hacía siglos. Otras dos barajas similares, que se conservan en el Museo Británico de Londres, llevan la indicación «SerravaHe», pero la fecha de impresión y el nombre del fabricante son distintos; la primera salió en 1742 de la fábrica de Pierre Cheminade, impresor originario de Grenoble; la segunda, de 1744, procede de la fábrica de Giachomo Chastelano, de origen desconocido.
La característica más evidente de estas barajas consiste en el hecho de que parecen copiadas fielmente de Tarots de Marsella, incluso en sus leyendas, escritas en un francés rudimentario. También la técnica de fabricación es típicamente francesa, con los bordes cortados en seco, y no replegados sobre la figura; es decir, a la italiana, como era costumbre en el resto de la península. También en Turín, que desde 1560 se había convertido en capital del ducado de Saboya y Piamonte, surgieron a principios del siglo XVIII diversas fábricas de naipes y de Tarots, pero de su producción no ha quedado prácticamente nada. Sólo se ha conservado una bellísima baraja de Tarot impresa en la «Fabrique Royale», más tarde convertida en «Ferme Royale», la imprenta estatal creada por medio de un edicto de 1761 por el duque Carlos Manuel III, jugador apasionado de Tarot; también esta baraja se ajusta por completo al modelo marsellés. En los decenios siguientes, una larga serie de decretos establecieron todos los elementos necesarios para facilitar los controles fiscales: fajas para envolver las barajas, timbres distintos según la zona por la que se distribuían y nombres de los responsables de controlar la producción y la venta.

El duque Carlos Manuel I de Saboya con un bufón de su corte en un óleo pintado por Giacomo Vighi (Turín, Galería Sabauda).
LOS TAROTS PIAMONTESES MODERNOS
En 1796, el ejército revolucionario francés invadió el Piamonte, que fue anexionado a Francia; desde aquel momento todo lo relacionado con los naipes quedó bajo el control de las leyes francesas, incluyendo la fabricación de cartas y de barajas de Tarot. Tras la restauración de la dinastía ducal, en 1815, los Saboya conservaron parte de la legislación francesa, pues no tardaron en percatarse de que una mayor liberalidad en las concesiones de las licencias de fabricación se traducía en crecientes ingresos fiscales. Así, en los años siguientes, aunque la «Ferme Royale» se cerró, las fábricas particulares de naipes proliferaron de manera extraordinaria. Al aumentar la competencia, los fabricantes buscaron diferenciarse por lo menos desde el punto de vista gráfico, dado que el papel les era proporcionado directamente por el estado, debidamente filigranado, a fin de ejercer un control total. Alrededor de 1830, en algunas fábricas orientales del Piamonte (Ghemme, Varallo y Novara) apareció un tipo de Tarot destinado a imponerse,
con ciertas modificaciones, como «el modelo piamontés». En realidad, esta baraja no se diferenciaba mucho del Tarot «de Marsella», excepto por el hecho de tener las leyendas en italiano. Con todo, una persona experta puede reconocer casi a primera vista este Tarot por una serie de elementos característicos, como son los bulbosos pantalones de El Loco, el traje de El Mago, el amplio manto de El Ermitaño y tantos otros pequeños detalles. Este modelo, en realidad, no fue aceptado en todo el Piamonte;

Arcanos menores de una baraja de Tarot piamontesa, que es también del siglo XX y que recoge la iconografía de los modelos del siglo XIX.
muchas fábricas se mantuvieron fieles al modelo francés, mientras que otras introdujeron innovaciones más o menos importantes en la composición de las figuras, como hicieron, por ejemplo, los fabricantes del Piamonte meridional y de Liguria, cuyos Tarots fueron llamados por este motivo «ligures-piamonteses»; entre las novedades incorporadas destaca la presencia de una mariposa delante de la cara de El Loco. Más tarde, alrededor de 1870, se empezaron a fabricar Tarots de figuras dobles, es decir, con las imágenes cortadas por la mitad y repetidas en la parte superior e inferior de la carta; esta novedad, útil para hacer más rápido el juego, fue, sin duda alguna, copiada del Tarot boloñés.

Arcanos mayores de una baraja de Tarot piamontesa, que es también del siglo XX y que recoge la iconografía de los modelos del siglo XIX.
Es imposible detallar aquí la lista de las decenas y decenas de fabricantes aparecidos en el Piamonte y Liguria a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, vale la pena observar que en estas regiones el juego del Tarot se ha mantenido vivo más que en ninguna otra parte, especialmente en las zonas rurales, donde todavía hoy tienen lugar torneos locales en los que muchas veces participan representantes de las grandes asociaciones internacionales que se dedican a salvaguardar la memoria de los juegos antiguos. Para concluir, es verdaderamente curioso observar que el Tarot piamontés, que nació a imitación de los Tarots marselleses, es en la actualidad el único modelo de 78 cartas que se utiliza en Italia, que es la cuna del Tarot.