LEYENDAS DE CATALUNYA – LEYENDA DE SAN ELOY.

San Eloy era aprendiz de cerrajero. Pequeño y débil físicamente, su patrón no le hacía trabajar apenas, por miedo a que se malograra su crecimiento.

Así, pasaba más horas rezando y meditando que dándole al martillo, por lo que todos sus compañeros le consideraban poco menos que inútil.

 Hubo una temporada de mucho trabajo en la cerrajería, y los operarios tenían que trabajar más de la cuenta, haciendo horas después de la jornada. En cuanto al patrón, llevaba ya cuatro días sin acostarse, trabajando incesantemente.

 Iban terminando los trabajos más urgentes; pero aun así, llovían nuevos encargos que hacían imposible el descanso.

 Eloy pedía en vano a su patrón que le dejara trabajar como a los demás, asegurándole que no sólo sabía hacerlo, sino que tenía fuerza suficiente para ello. El dueño no quería ni oír hablar de tal cosa, y para lo único que se utilizaban sus servicios era para darle al fuelle o sostener el hierro con las tenazas cuando lo sacaban del fuego y había que moldearlo.

Llegó una noche en que el patrón estaba ya rendido de sueño y de cansancio, y quedóse dormido.

 Eloy sabía que había necesidad urgente de entregar al día siguiente una baranda de hierro para la morada de un gran señor de la localidad.

 Sin decir nada al patrón, Eloy se puso a trabajar en la baranda él solo.

El dueño, con la angustia del trabajo que había dejado sin hacer, despertó sobresaltado y fuese al taller. Al llegar, quedóse pasmado. Eloy, el aprendiz, estaba haciendo las barandas sin más fuego ni herramientas que sus propias manos.

Con el índice hacía el agujero en el travesaño, metía en él un barrote, y luego, con un ligero golpe de su mano, lo remachaba.

 El patrón, en silencio, tal como había venido, se marchó del taller, y volviendo a su habitación, se arrodilló para rezar, convencido de que había contemplado un milagro.

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