LEYENDAS DE CATALUNYA – LA BOTA DE SAN FERREOL.

Entre labradores y viandantes, el nombre de Ferreol era temido sobre todas las cosas. Muchas noches de tormenta, cuando el agua bate con furia las hojas de los robles y las alimañas se agazapan en sus cuevas, el bandido Ferreol y los hombres de su partida velaban prestos a arrojarse sobre cualquier infeliz para arrebatarle la bolsa y quizá dejarlo tendido sin vida en un matorral. Por toda la comarca se narraban las nuevas de las fechorías que llevaban el terror a todos los que tenían que pasar por los montes y bosques que eran lugares preferidos de Ferreol y su partida. Un día, cuando ya el sol se había ocultado y el crepúsculo había llenado de sombras los senderos de la montaña, un pobre fraile caminaba de prisa. Iba rezando sus horas y, abstraído en ello, no advirdo se fue al día siguiente a pedirle a un amigo un macho carnero muy bueno que tenía, para sus ovejas.

 El propietario, que sabía el apuro en que se encontraba su amigo, se lo prestó de buena gana. Sólo le pidió que lo cuidara bien y se lo devolviera pronto.

 El macho era muy grande, negro y muy fiero. El que lo había pedido prestado encaprichóse con él y no lo devolvió. Pasó el tiempo, y era en vano que el amigo pidiera el macho carnero que con tan buena voluntad había prestado. Éste seguía en el rebaño del otro, que tenía ahora muchísimas ovejas, hermosas y lecheras; pero todas con una lana negra y muy rizada.

Una tarde en que los rebaños estaban pastando, se acercaron a la orilla de la Riera, en el lugar llamado Gorc de les Eures.

 El propietario, que iba detrás del rebaño, guiado, como de costumbre, por el macho, envió a los perros junto al río para impedir que cayeran dentro. Pero el macho volvió la cabeza y le pareció al hombre que sonreía de una manera diabólica. De pronto, bajó el testuz, tomó empuje y echó a correr hacia el Gorc, precipitándose en él, hundiéndose en sus aguas y arrastrando tras él a todo el rebaño, a los perros y al propietario.

Muchos han querido saber la profundidad exacta del Gorc de les Eures y han tirado a las aguas un cordel con un plomo atado. Han ido soltando luego un ovillo enorme; pero siempre el hilo ha ido bajando, bajando, sin tocar fondo; por lo que es creencia popular que el macho, las ovejas y el pastor fueron derechos al infierno.

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