LEYENDAS DE CATALUNYA – DON GARCELÁN DE PINÓS Y EL CABALLERO SANCERNÍ.

Allá por el año de 1147, en una de tantas correrías de los cristianos contra los moros, dos caballeros catalanes, el almirante Garcelán, señor de Pinós, y el noble caballero Sancerní marcharon por tierras de Almería a luchar contra los moros; pero el combate, igualado en un principio, acabó a favor de los infieles, que hicieron entre los cristianos una matanza espantosa, relatada en Cataluña por los pocos que lograron escapar.

 Durante muchos días se lloró la pérdida de don Garcelán y don Sancerní, los dos nobles caballeros; pero pronto se supo que habían sido respetadas sus vidas en consideración a su elevada alcurnia. Se anunció, en efecto, que un poderoso moro los tenía presos en Granada y solicitaba del rey de Cataluña, Ramón Berenguer, un fabuloso rescate, consistente en cien doncellas cristianas, cien mil doblas de oro, cien caballos blancos, cien paños de brocado de oro de Tauris y cien vacas.

Llegó la noticia hasta las familias de los caballeros; pero ni prescindiendo de toda su hacienda podían reunir aquel rescate, sobre todo en lo referente a la entrega de cien doncellas. Ya desesperaban de poder salvar la vida de los caballeros, cuando llegaron unos enviados del pueblo de Braga, pertenecientes al señorío de Pinós, que venían para ofrecer a la familia de su señor Garcelán las cien doncellas que reclamaban para su rescate. Habían decidido que dentro del señorío las familias de cuatro hijas entregasen dos; las que tuvieran dos, una, y las que tuvieran una y les tocara en suerte entregarla, prescindieran también de su única hija. Tan dolorosa resolución fue llevada a cabo, y pocos días después estaban las desgraciadas doncellas dispuestas a emprender la marcha hacia Granada. Mientras, don Garcelán, rogaba a san Esteban para que le librase de aquella lóbrega mazmorra, y el caballero Sancerní pedía desde su calabozo a su patrón, san Dionisio, la misma merced. Rezando a los dos santos, se quedaron los dos caballeros dormidos en el frío suelo de la prisión. Los primeros rayos del sol los despertaron a la mañana siguiente; pero al abrir los ojos, en vez de tropezar con las sucias paredes de la mazmorra, se encontraron con el horizonte amplio y despejado de una campiña exuberante. Frente a ellos, a pocos pasos, vieron la choza de unos pastores; se acercaron y les preguntaron por el lugar en que se hallaban. Los pastores, confundiéndolos con caminantes extraviados, les contestaron que se encontraban a muy poca distancia de Tarragona. Alborozados don Garcelán y don Sancerní por la noticia, iniciaron la marcha a toda prisa, olvidando su cansancio y su extrema debilidad, y al llegar a una encrucijada del camino vieron una multitud silenciosa que marchaba en dirección contraria. Preguntaron a dónde se dirigían, y un hombre de gesto grave y dolorido les repuso que iban hacia Granada a pagar el rescate de don Garcelán y don Sancerní, para el cual habían tenido que sacrificar a cien doncellas. Los caballeros, entonces, se dieron a conocer, y entre felicitaciones y el natural regocijo, emprendieron todos el camino hacia Tarragona.

Hoy todavía se recuerda la aventura que tantas angustias proporcionó a las familias del señorío de don Garcelán, y de padres a hijos se cuentan las peripecias de los dos caballeros, cuyos sepulcros se conservan en el histórico monasterio de Santes Creus.

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