POR. CLAIRE DE MARIGNAN
Explotar los océanos es algo que el hombre sabe hacer… Pero ¿y protegerlos?
Las ONG, los marinos y los gobiernos de los distintos Estados se esfuerzan en ello, pero las amenazas son variadas… Las mareas negras evidentemente, pero también, y de forma más insidiosa, los residuos plásticos o las especies invasivas constituyen otros peligros para la biodiversidad del mar. Y la actividad humana no es ajena a ello…
La explosión de la plataforma Deepwater Horizon en 2010, que causó una gigantesca marea negra en el golfo de México, despertó viejos recuerdos. Del naufragio del Amoco Cádiz (en 1978) al del Erika (1999) o el Prestige (en 2002), volvieron a surgir las, mismas imágenes de aves cubiertas de petróleo y paisajes apocalípticos. Si hablamos en términos cuantitativos, fue la segunda guerra del Golfo la que ostentó el récord del más importante vertido de hidrocarburo en el mar.
En 1991 el ejército iraquí saboteó los pozos de petróleo de Kuwait, así como varios petroleros, pensando que con ello ralentizaban al ejército estadounidense. ¿El resultado? Entre 1 millón y 1,5 millones de toneladas de oro negro se extendieron por todo el golfo Pérsico. En su momento fue la mayor marea negra de la historia. Como ocurre en cada caso, si el impacto ecológico es inmenso, el impacto económico no es menor: los paisajes de los enclaves turísticos se degradan, los recursos pesqueros resultan no aptos para el consumo y la zona contaminada se vuelve inaccesible, complicando las actividades industriales y comerciales de la zona. Frente a estas tragedias, los poderes públicos no permanecen dormidos.
La encalladura en 1989 del Exxon Valdez cerca de las costas de Alaska y la contaminación de más de 800 kilómetros de litoral dieron lugar a modificaciones en la legislación estadounidense sobre el transporte marítimo, en concreto sobre el transporte de hidrocarburos. La Unión Europea no se quedó atrás, imponiendo la retirada de los petroleros de casco sencillo —que solo tienen una simple capa de metal entre el petróleo y el océano—, la certificación de los buques por el Estado de su pabellón, la inspección de las embarcaciones… Otras normas se convirtieron en regla a nivel internacional por medio de la OMI (Organización Marítima Internacional), lo que vendría a explicar la clara disminución de las catástrofes a lo largo de nuestras costas.
Pero el vertido de hidrocarburos no es el único enemigo de los ecosistemas marinos. El plástico, tan pernicioso como una espesa capa de petróleo pero más perverso por resultar menos visible, aporta una formidable cuota a la contaminación de los mares. Si les cortásemos que existe un séptimo continente, ¿lo creerían? Difícil de imaginar e imposible de ver.
El séptimo continente
Sin embargo, este continente de plástico existe. Dividido en cinco «islas» compuestas de macro-residuos dispersos que navegan arrastradas por las corrientes y al ritmo de las olas, es resultado de la acumulación de residuos de plástico en los océanos. Empujados desde tierra por el viento y los cursos de agua, estos desechos acaban por formar amalgamas de detritus de un tamaño equivalente a seis veces Francia y con un peso de 296.000 toneladas.
Se han detectado zonas de convergencia, llamadas «giros de corrientes oceánicas», en todos y cada uno de los océanos. Cinco mil millardos de partículas de plástico de todos los tamaños contaminan el Atlántico Norte y el Atlántico Sur, el Pacífico Norte y el Pacífico Sur, así como el océano Índico. Estas zonas se caracterizan por el encuentro de corrientes marinas que, bajo la influencia de la rotación de la Tierra, forman esos famosos vórtices o giros oceánicos. Los fragmentos que los componen representan un daño de primer orden para los ecosistemas: los desechos más grandes provocan heridas y ahogamientos, y la ingesta de los microfragmentos, intoxicaciones o envenenamientos.
Las tortugas marinas se ven especialmente afectadas por este fenómeno porque las bolsas de plástico que los turistas descuidados abandonan a menudo en las playas son ingeridas, una vez en el agua, por estos animales, que, tomándolas por medusas, se ahogan. Además, como estas tortugas siguen siendo el principal depredador de dichos organismos gelatinosos, estos últimos proliferan y terminan por infestar las playas, para gran disgusto de los bañistas… iJusto castigo para los causantes!.
Pasajeros clandestinos
Las medusas invaden los océanos, pero hay otras especies que también comienzan a proliferar en entornos que no son su hábitat original. Estas especies, denominadas invasivas, están consideradas otra forma de contaminación, ya que perturban los ecosistemas locales y los modifican de forma duradera. ¿Cómo explicar que cangrejos chinos pueblen las aguas del Támesis o que algas verdes originarias de los océanos Pacífico e Índico puedan encontrarse en el Mediterráneo? El transporte marítimo es la principal causa. El empleo de aguas de lastre1 en los buques ofrece a miles de especies acuáticas el medio de ser transportadas de un extremo al otro del mundo.
Cerca de siete mil especies distintas viajarían así en el transcurso de un solo trayecto2. Auténticos pasajeros clandestinos, organismos marinos como las algas o ciertos crustáceos se pegan a los cascos de los buques, de los que pueden desprenderse en cualquier momento para invadir nuevos entornos. Más del 69% de las especies invasivas han llegado a su nuevo hábitat por estos medios, infestando primero los grandes puertos para diseminarse luego por los alrededores.
Pero la acuicultura o la construcción de canales pueden facilitar igualmente la llegada de nuevas especies a una zona. La apertura del canal de Suez, por ejemplo, permitió a más de trescientas especies del mar Rojo migrar hacia las aguas mediterráneas, reemplazando, desplazando e incluso erradicando algunas variedades autóctonas.
La sarpa, pez herbívoro autóctono, se ve así amenazada por la llegada masiva de pez-conejo y otras especies procedentes del mar Rojo, que se alimentan de los mismos recursos. La competencia entre ambos podría terminar por provocar el declive, e incluso la desaparición total, de la sarpa. Algunas algas tóxicas, como la Caulerpa taxifolia, han hecho que algunos pescados que las comen ya no sean apropiados para el consumo. De nuevo, pese a todos los esfuerzos emprendidos, la actividad humana perturba los ecosistemas marinos… La humanidad acabará pagando el precio… iY la cuenta podría resultar muy sustanciosa!
A PIE DE PÁGINA
1. Cuando un buque de transporte abandona el puerto, se inundan sus inmensos depósitos de agua con el fin de dar mayor estabilidad a la embarcación en el mar. Durante las escalas, estas aguas se vierten en el puerto de llegada… con todo lo que puedan contener.
2. En 2004 se adoptó una convención de la ONU para el control y gestión de las aguas de lastre y sedimentos de los buques con el fin de regular el trasvase de potenciales especies invasivas. Actualmente ha sido ratificada por 44 Estados, aunque aún no ha entrado en vigor.