
Esa noche pasaré por la tierra de Egipto y mataré a todo primogénito del país». Con estas palabras, según refiere el libro bíblico del Éxodo (12,12), Yahvé anunciaba a Moisés su intención de desencadenar la décima plaga sobre los egipcios. En conmemoración de aquella jornada, los judíos celebran hasta el día de hoy la Pascua, una de las festividades que mejor define su identidad. Sin embargo, el rito ha cambiado con el tiempo, y en la actualidad se celebra de una forma diferente a como se hacía en tiempos de Jesús de Nazaret.
La experiencia de la servidumbre en Egipto y la forma en que los israelitas fueron liberados por Moisés dejó una profunda huella en la conciencia histórica del pueblo judío. De hecho, el siguiente episodio bíblico es la entrega de la Ley de Yahvé a Moisés en el Sinaí. Esa ley definirá el carácter y el comportamiento del pueblo elegido a partir de ese momento, y en ella se encuentran los mandatos relativos a la celebración de las fiestas judías, entre las que destaca la Pascua.
Según los mandatos contenidos en el capítulo 12 de Éxodo, la Pascua (Pesaj en hebreo) dura ocho días, aunque la fecha fundamental es la cena del día 14 del mes de Nisán (marzo-abril). Esta fecha se calcula según un calendario litúrgico que utilizan los judíos desde al menos el siglo VI a.C. Puesto que se trata de un calendario con meses lunares, se produce un ligero desajuste respecto al calendario solar, de manera que no coincide exactamente con nuestro calendario gregoriano, de carácter solar.
Una fiesta de peregrinación
La Pascua es una de las tres grandes festividades anuales (Pesaj, Shavuot y Sukkot) que los judíos están obligados a celebrar peregrinando a Jerusalén desde, por lo menos, el siglo VII a.C., cuando, en tiempos del rey Josías de judá, en connivencia con el sacerdocio del Templo de Yahvé en Jerusalén, se redactó el libro del Deuteronomio con su orden expresa: «Tres veces al año comparecerá todo varón tuyo ante Yahvé, tu Dios en el lugar que ha escogido» (16, 16). Así pues, en Pascua debía subir al Templo de Yahvé en Jerusalén todo el mundo, excepto «el sordomudo, el idiota, el menor, la persona de sexo incierto, el hermafrodita, las mujeres, los esclavos no emancipados, los tullidos, los ciegos, los enfermos, los ancianos y todo el que no pudiese subir a pie», según señala la Misná (Sacrificio Festivo, 1, 1).
Por supuesto, tampoco viajaban a la ciudad muchos pobres que no podrían permitirse el viaje. Aun así, durante la Pascua, Jerusalén debía ser un hervidero de almas precedentes de todos los puntos de Israel y de las comunidades judías de todo el Próximo Oriente, como Alejandría (en el actual Egipto), Cirene (en Libia), Adiabene (al norte de Irak) o Antioquía (en Turquía).
Preparación de la cena
Esa afluencia de peregrinos planteaba un gran problema de alojamiento. Los más pudientes contaban con residencias en Jerusalén, y había también albergues o casas de amigos, pero no bastaba para aquella gran masa de gente. Se decía que uno de los diez milagros que había realizado Dios en el Santuario era que todos los peregrinos encontrasen un lugar donde pasar la noche en Jerusalén.
Pero la realidad era otra, y Jerusalén no era capaz de acoger a tal multitud de peregrinos, por lo que muchos de ellos dormían al raso o en tiendas fuera de los límites de la ciudad. Las fuentes de tiempos de Jesús hablan de un campamento de peregrinos galileos en los alrededores del Monte de los Olivos, lo que explicaría la presencia de Jesús en aquel lugar cuando fue detenido.
La Pascua se celebraba conforme al ritual explicado en el capítulo 12 del Éxodo, así como a las normas adicionales prescritas por los doctores de la ley. Una de sus características era que se consumirían panes ácimos, es decir, hechos sin levadura. Y para asegurarse de que no hubiera el más mínimo rastro de la misma en la comida, la mañana anterior a la cena se realizaba una limpieza extraordinariamente meticulosa en la que se escudriñaba hasta el último rincón de la casa.
En el Evangelio de Marcos tenemos quizás una mención velada a esta costumbre: «El primer día de los Ácimos [es decir, de la fiesta de Pascua], cuando sacrificaban el cordero pascual, le dicen sus discípulos [a Jesús]: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero pascual?». Y envió dos de sus discípulos, y les dice: «Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro uno que lleva un cántaro de agua; seguidlo; y donde entre, decid al dueño de la casa: `El Maestro dice: ¿Dónde está mi estancia en donde pueda comer el cordero pascual con mis discípulos?: Él os enseñará una gran sala en el piso de arriba, amueblada, preparada. Hacednos allí los preparativos»» (14,12 15). Es probable que la alusión de Marcos a «los preparativos» se refiera a la limpieza de la levadura que llevarían a cabo los dos discípulos.
El patio de los Gentiles
Tras limpiar la casa, el siguiente paso sería ir al Templo y comprar un cordero en el patio de los Gentiles, escenario de la expulsión de los mercaderes por parte de Jesús (Mateo 21, 12-17, con pasajes paralelos en los otros evangelios). El patio de los Gentiles proporcionaba a los peregrinos lo necesario para sus obligaciones religiosas.
Por una parte, la venta de los animales, desde las palomas, fundamentales para los sacrificios, en especial los relacionados con la impureza, hasta los corderos que se consumirían en Pascua. Visto así, la presencia de los vendedores de palomas estaba justificada en las inmediaciones del Templo. Sin embargo, otras fuentes judías afirman que en el Templo había compraventa de ganado, por lo que se trataría de un auténtico mercado, no de un servicio para el culto, de ahí la indignación de Jesús al ver convertido el Templo en una «cueva de ladrones».
Los cambistas también tenían su razón de ser. Todo judío debía cumplir con el llamado «segundo diezmo». Existía un primer diezmo, que consistía en la décima parte de todos los productos de la tierra que se debía entregar a los levitas, descendientes de la tribu de Leví destinados al servicio del Templo.
Pero el que interesa es el segundo diezmo que no debía ser entregado, sino gastado por el propietario en Jerusalén en ocio o productos del lugar, según ordena el Deuteronomio (14,22-26). Los cambistas desempeñaban una doble función. Los peregrinos procedían de lugares muy diferentes fuera del propio Israel, es decir, eran auténticos extranjeros, y necesitaban cambiar su dinero por la moneda en curso en Jerusalén.
Además, los judíos que venían de lugares más cercanos solían llevar a Jerusalén una bolsa de dinero lo más ligera posible, utilizando para ello monedas de gran valor que cambiarían por otras más pequeñas al llegar a Jerusalén. Así pues, los cambistas funcionaban como oficina de cambio de divisas, préstamos y depósito, igual que los bancos actuales.
La preparación del cordero
Después de comprar los corderos, lo primero era ir a la piscina de Betesda situada al norte de la explanada del Templo. Además de la llamada piscina probática, lugar con tradición de poseer aguas curativas y donde se sitúa la curación del paralítico en el evangelio de Juan, había allí una segunda piscina dedicada al lavado de los corderos antes de ser sacrificados.
Tras el lavatorio ritual tocaba ascender de nuevo al Templo, hasta el llamado patio de los Israelitas, donde se sacrificaba el animal. Una vez degollado, se vaciaba su sangre en una copa que recibía un sacerdote; éste, a su vez, pasaba la copa a un compañero, que la vertía sobre el altar como sacrificio y la devolvía vacía.
Este complicado proceso se explica porque el judío común no debía pisar el patio de los Sacerdotes, donde se hallaba el altar. El primer sacerdote recibía la sangre del cordero todavía en el patio de los Israelitas, pero él sí podía ingresar en el siguiente patio, con lo que la sangre traspasaba el límite en manos de una persona autorizada para ello.
Además de la sangre, se vertía en un altar la grasa del cordero, mientras la carne se llevaba para ser consumida. De vuelta a la casa, se asaba el cordero introduciéndole por la boca una estaca que salía por el ano, o bien en una parrilla, colocando las extremidades y las entrañas dentro del animal.
La cena pascual
En tiempos de Jesús, se cenaba recostado sobre un diván y con una mesa central de la que todos tomaban los alimentos. Y se colocaba un cubierto más que el número de comensales, destinado al profeta Elías, que había sido arrebatado por el carro de fuego de Yahvé y del que se esperaba que volviese a la Tierra en cualquier momento, lo que significaría el final de los tiempos. Por otro lado, todos los asistentes a una cena de Pascua llevaban alguna prenda de vestir «sobrante», que simbolizaba la disposición de partir de inmediato.
Todos los alimentos de la cena de Pascua tienen un simbolismo que remite a la cena que celebraron los israelitas en Egipto mientras pasaba el ángel de Yahvé matando a los primogénitos de los egipcios. Las matzot (panes sin levadura y, por lo tanto, más rápidos de hacer) simbolizaban la precipitación con la que los judíos salieron de Egipto.
Asimismo, las hierbas amargas (maror en hebreo) aluden a la amargura de la esclavitud; el agua salada representa las lágrimas de los hebreos; el huevo duro (beitzá), la dureza de la esclavitud, y el jaroset (una mezcla de manzana, nuez, almendra, dátil, canela, vino y miel) es la argamasa con la que los hebreos levantaron las edificaciones del faraón. Y, por supuesto, el plato principal, el cordero, que se consume después de las hierbas.
La cena de Pascua seguía (y sigue en la actualidad) un elaborado ritual que ha incorporado nuevos elementos con el paso del tiempo. El varón de mayor edad actúa como oficiante (en la Última Cena fue Jesús), y es quien se encarga de pronunciar las bendiciones, de repartir entre los comensales los bocados de hierba amarga y de escanciar las cuatro copas de vino que hay que tomar durante la celebración.
La cena debía acabar antes de la medianoche. A continuación se recitaba una oración de gracias y se escanciaba una última copa mientras se recitaban salmos bíblicos.
Al día siguiente, los peregrinos emprendían el camino de regreso a sus hogares. Por lo general, tanto la ida como la vuelta se realizaban en caravanas que aseguraban la asistencia mutua y la protección frente a los ladrones. El evangelio de Lucas menciona una de estas caravanas a propósito del episodio de Jesús niño en el Templo (2, 41-52).
El año que viene en Jerusalén
Con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C., y la posterior diáspora de los judíos por todo el mundo, la celebración de Pascua sufrió varias modificaciones, unas obligadas por la ausencia de Templo y la imposibilidad de celebrar la Pascua en Jerusalén; y otras porque a lo largo de los siglos se introdujeron nuevas tradiciones.

Por ejemplo, la celebración de la Pascua dura ocho días en la diáspora, frente a los siete que dura en el actual Israel. Además, ya no se cena tumbado, sino en sillas, y el simbolismo de la prisa se ha trasladado a juegos como la recitación de pasajes de la Torá a toda velocidad.
Por otra parte, la desaparición del Templo ha simplificado los rituales relativos a la preparación del cordero. Pero, sin duda, la variante más conocida es el deseo expresado al final de la cena de que la Pascua se celebre el año que viene en Jerusalén.
SABER MÁS
CRONOLOGÍA
EN RECUERDO DE EGIPTO
Siglo XIII a.C.
FECHA MÍTICA del éxodo de Egipto, encabezado por Moisés. Este hecho constituye el origen de la fiesta de Pascua judía.
622 a.C.
EL DEUTERONOMIO, establece la celebración de la Pascua como fiesta de peregrinación a Jerusalén, centrada en el Templo.
Hacia 30 d.C.
JESÚS celebra la Pascua en Jerusalén con sus discípulos. Es ejecutado después de la misma, y su muerte dará lugar a la Pascua cristiana.
70 d.C.
DESTRUCCIÓN del Templo de Jerusalén por las legiones romanas, con el futuro emperador Tito al frente, durante la primera guerra judía.
135 d.C.
LA DIÁSPORA, la dispersión de los judíos fuera de Israel, se acelera con el aplastamiento de la rebelión judía de Bar Kokhba por los romanos.
PAN SIN LEVADURA La matzá, o matzoh en yidis, es pan ácimo, es decir, pan hecho sin levadura. Los judíos lo prepararon cuando iban a huir de Egipto porque se cuece más rápido que el que lleva levadura.

Antes de la cena de Pascua se limpiaba meticulosamente toda la casa, a fin de eliminar cualquier partícula de levadura
LU’AJ, UN CALENDARIO PARA LAS FESTIVIDADES
LAS FIESTAS JUDÍAS se celebran según un calendario lunisolar (basado en los ciclos de la Luna y del Sol) que tiene su inicio en el primer día de la creación, que, según la Biblia hebrea, sería el domingo 7 de octubre del año 3761 a.C. Por tanto, el año 2021 es el 5781 del calendario judío
Este año comienza en otoño y tiene doce meses lunares (29-30 días), cuyos nombres son los siguientes: Tishrei, Jeshván, Kislev, Tevet, Shevat, Adar, Nisán (el mes de la Pascua, en marzoabril), lyar, Siván, Tamuz, Av y Elul.
Estos doce meses dan un año de 353,354 o 355 días. Para ajustarse al calendario solar, se recurre al año «preñado», añadiendo un segundo mes de Adar de 30 días cada cierto número de años. El año 2021 no será «preñado», pero sí lo será 2022.
ALIMENTOS SIMBÓLICOS La keará es el plato de la cena pascual que los contiene. Entre ellos figuran un huevo duro, hierbas amargas o un hueso asado, símbolo del cordero sacrificado por los israelitas la noche del éxodo.