Por Tomas Spidlik
Historia de la fórmula
«Invoca al Señor con confianza: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí, pecador o pecadora! Hazlo de continuo, en la iglesia, en tu casa, de camino, durante el trabajo y durante la comida, en el lecho; en una palabra: desde el momento en que abras los ojos hasta el momento en que los cierres; esto equivale exactamente a exponer una cosa al sol, porque es esto lo que significa ponerse ante el rostro del Señor, el cual es el sol del mundo espiritual1.
Al dar este consejo, Teófanes el Recluso no hace otra cosa que repetir la enseñanza del starec Filemón y de otros autores citados en la Filocalia sobre la molitva Jisusova, la llamada oración de Jesús (o, más bien, oración a Jesús). Se dice que esta invocación es antiquísima (según una devota opinión, habría sido practicada por la misma Virgen María 2) y sus orígenes se sitúan en la mitad del siglo V 3.

La práctica de la oración de Jesús
Según la tradición oriental, toda oración puede divise en tres etapas: oración vocal, oración mental y oración del corazón 16. Por ello, también en la oración de Jesús distinguen estos tres grados.
El primero consiste en el esfuerzo constante por expresar con la boca la fórmula acostumbrada, con la condición de que la actitud moral del individuo se avenga con el contenido de esta invocación, de modo que el que la pronuncia viva en paz con todos, observe los mandamientos y se casto y humilde. Como oración vocal, se une al rosario monástico, que los rusos llaman lestovka, vervica, chetki y que está hecho con perlas, cuentas de madera o nudos de cuerda. Según la costumbre, a cada oración de Jesús corresponde una cuenta del rosario y una metanoia. Se distinguen las pequeñas «metanoias», es decir, inclinaciones profundas sin doblar las rodillas, y las grandes «metanoias» o postraciones completas, en las que se toca el suelo con la frente.
El rosario ruso comprende ciento siete nudos, que se dividen del modo siguiente:
Un nudo grande y diecisiete pequeños, dos grandes y treinta y tres pequeños, uno grande y cuarenta pequeños, uno grande y doce pequeños. Esta división en cuatro secciones corresponde a las cuatro partes del Oficio litúrgico del día.
Los cuatro nudos grandes representan a los cuatro evangelistas. Los rusos hacen menos «metanoias» que los griegos.

El rosario comienza con diez «metanoias» grandes, seguidas de treinta pequeñas, vienen continuación sesenta invocaciones sin «metanoias»
Lo demás se reza de nuevo con grandes inclinaciones. Debería rezarse el rosario cinco veces al día.
Es difícil decir de qué modo practican este rosario los uniatas católicos. Lo rezaban los estuditas de la Galitzia oriental, que se hallan ahora dispersos.
La segunda etapa comienza cuando la oración se hace mental, es decir, cuando toda la atención de la mente se concentra en el contenido de la invocación. Esto, en verdad, resulta muy sencillo; no obstante, hay dos maneras bastante diferentes de concebir el sentido de esta plegaria. Si se considera como principal la segunda parte: « ¡Ten piedad de mí, pecador!», la invocación forma parte de las oraciones catanitticas o penitenciales, que los monjes de Oriente practican con mucha frecuencia 17.
Pero son muchos los que consideran como principal la primera parte, es decir, la invocación del nombre de Jesús. Este nombre, dice con entusiasmo N. Gorodetzky, puede convertirse en la clave de la mística…, tal vez pueda hablarse aquí del sacerdocio de todos los fieles. En unión con nuestro Gimi Sacerdote, imploramos al Espíritu: Haced que mi oración sea un sacramento»18.
APUNTES A PIE DE PÁGINA
1 Prisma o duchovnoi cit., p. 63.
2 N. CRAINIC, Das Jesusgebet, trad. del rumano por W. Biemel, en Zeitschrift für Kirchengeschichte, 60, 1941, pp. 341-353.
3 B. KRIVOCHÉINE, «Date du texte traditionnel de la Prilre de Jésus», en Messager de l’exarchat du patriarche russe en Europe occidentale, 78, 1951, pp. 55-59.
16 Cf. T. SPIDLÍK, o. cit., pp. 244s.
17 I. HAUSHERR, «Penthos. La doctrine de componction dans 1’Orient chrétien», en Orient. Christ. Anal., 132, 1944.
18 N. GORODETZICY, «The Prayer of Jesus», en Blackfriars, 1942, pp. 74. 78; 12.