ESCULTURA EN EL SIGLO XV

Las Puertas del Paraiso Baptisterio Catederal de Florencia
Los nuevos ideales renacentistas que opusieron, al trascendentalismo medieval, la afirmación de los valores terrenos y humanos, relacionando así de manera racional al hombre con la naturaleza, se manifestaron claramente en la escultura con un nuevo lenguaje, que, aun inspirándose en lo clásico, resultó muy original y variado debido a la creciente autonomía en que se desenvolvió la personalidad del artista. Ya que se consideraba al hombre como el centro del universo, era lógico que en la escultura se afirmara la estatua y que el tema característico fuera el retrato o el monumento. El cuerpo humano se modeló entonces con plástica estabilidad, firmemente apoyada en el suelo, erecto, lleno de energía vital y de movimiento, tanto en acción como en potencia. Pero esta exaltación de la belleza y la fuerza física no fue otra cosa que la traducción en formas materiales de las virtudes dominadoras, la dignidad y la nobleza del alma humana. El hombre era visto y sentido como héroe, y como tal triunfó en cualquier expresión artística.

Donatelo
El mundo antiguo fue muy admirado y estudiado, pero nunca imitado. Si el hecho de que prevaleciera la estatuaria, o se volviera al desnudo, o el amplio plegado sustituyera al sutil y quebrado gótico, podía hacer creer que los escultores del siglo XV se ceñían estrictamente a ello, el mismo modo en que representaron la figura humana, colocada en un espacio proporcionado a ,ella, y no ya fuera del espacio y vista como el más alto ejemplar de una naturaleza acabada en su perfección objetiva, sino como individuo consciente de sus propias acciones en el mundo, demostró verdaderamente que los artistas permanecían inmunes vacía imitación. Se valoró en aquel carácter naturalista que ya estuvo presente en el Gótico, ennobleciendo con el arte la existencia cotidiana, la vida particular.

Donatello San Jorge Florencia
Como la arquitectura, también la escultura renacentista nació en la Toscana, para difundirse desde allí por toda Italia y fuera de ella.
Numerosas son las personalidades artísticas italianas que se afirmaron en este período, cada una con su carácter y su lenguaje particulares. Por falta de espacio nos vemos obligados a citar sólo los más famosos y célebres, y a omitir a otros que también merecerían ser nombrados.
Los dos primeros artífices que mostraron en Italia caracteres nuevos, aunque todavía ligados al Gótico, fueron Jacopo della Quercia, sienés, y Lorenzo Ghiberti, florentino.

Pollaiolo Hércules y Anteo Florencia
Jacopo della Quercia (1374-1438) partió de la tradición gótica, aún visible en las líneas del plegado, en su sepulcro de Baria del Caretto, en la catedral de Lucca, o en el retablo de Trenta de San Frediano, en Luca, o en los torturados pliegues de los vestidos de las Vírgenes y los Santos. La sintética monumentalidad de los relieves de la puerta principal de San Petronio, en Bolonia, con las historias del Génesis y de la vida de Cristo, parece anticipar en ciertos aspectos la escultura del siglo XVI. Las formas, bastante atléticas, cobran en ellos energía, demostrando el triunfo de la figura humana, interpretada de una manera épica, sobre un fondo en donde el paisaje apenas estaba sugerido. Es realmente una auténtica obra maestra, llena de contenido humano y de moralidad tan grande que se puede equiparar a las creaciones de Donatello y Miguel Ángel.
Distintos resultados logró Lorenzo Ghiberti (1378-1455), quien, continuando la refinada escultura de Andrea Pisano, con sus cualidades de orfebre, maduró la fusión elegante del gótico con el mundo clásico. Fue escultor de relieves por excelencia, pero trató también la estatuaria. En su primera obra, la puerta septentrional del baptisterio de Florencia, planteada sobre el esquema de Andrea Pisano, logró crear una notable unidad de composición con la delicada difuminación de las luces y la lenta y elegante fluidez de las líneas de carácter gótico. En las estatuas de santos de Ora San Michele, en Florencia, o en el San Mateo, dejó una obra de gran valor por la monumentalidad expresada, por la intensa energía moral que emana de ella. Y en la tercera puerta del baptisterio, llamada también Puerta del Paraíso, su arte alcanzó la cumbre más alta con diez espléndidos paneles, de hábiles e inteligentes efectos plásticos.

Verrocchio David Florencia
Pero el artista más grande del siglo XV, el genial creador de la nueva escultura, uno de los Padres del Renacimiento, es Donato dei Bardi, llamado Donatello (1386-1466), florentino. Tuvo un sentido a la vez dulce y dramático de la realidad. Trabajó el mármol y el bronce ; se dedicó a la estatuaria y al relieve; se sirvió de una vigorosa plástica y de un exquisito pictoricismo ; admiró el mundo clásico, pero no se dejó dominar por él, y supo animar sus obras con la sutil espiritualidad neoplatónica y la dolorosa mortificación cristiana de la carne. En todas sus obras dejó el sello de su genio: desde el espléndido San Jorge, representante de una humanidad que había adquirido la conciencia de su propio valor y de un ideal de juvenil belleza, desde los vigorosos Profetas de rasgos despiadadamente analizados, llenos de patetismo cristiano, desde el coro de la catedral de Florencia, donde su espíritu independiente expresó la alegría de vivir a través de la danza desenfrenada y la exaltada vitalidad infantil, y desde el David, donde unió lo clásico del desnudo con el pensamiento cristiano, hasta la estatua ecuestre de Gattamelata, en Padua, evocación de formas antiguas, y los espléndidos paneles de bronce del altar de San Antonio de Padua, en los que, por medio de un relieve muy bajo y una luminosidad alucinante, la escultura logró la perfecta ilusión de la perspectiva lineal y los efectos de luz de la pintura.

Martirio de San Fabian-metirta.online
Los demás escultores toscanos tomaron de Donatello los aspectos más vistosos, pero la mayoría de las veces los redujeron a afectaciones formales. Nombremos a Agostino di Duccio, de preciosas caligrafías lineales, a Luca Della Robbia (1400-1482), a Antonio Pollaiolo (1429-1489), que adoptó el linealismo de Donatello, para realizar una interpretación dinámica de la realidad (sus pequeños bronces, con la representación de los trabajos de Hércules o el maravilloso Busto de Guerrero del Museo Nacional de Florencia, constituyen una clara demostración de ello) y a Andrea Verrocchio (1435-1488), que se inclinó preferentemente por el pictoricismo de Donatello, al que subordinó no solamente el relieve intentando obtener la vibración de los planos con la fluidez del claroscuro, sin también toda la escultura, como puede verse en el David del Bargello, en Florencia. Su expresión artística resultó también más libre con respecto a su siglo, más suave, más escenográfica, lo que demuestra la Incredulidad de Santo Tomás y la estatua ecuestre de Colleoni.
El Renacimiento, aunque fue un movimiento típicamente italiano, tuvo mucha resonancia en Europa. Sin embargo, fue acogido tardíamente, por lo general hacia finales del siglo XV, y sólo en parte, ya que siempre fue modificado según las tradiciones locales.

Detalle coro de la silleria baja catederaal de Toledo
En Francia se hizo visible especialmente en las esculturas de las tumbas aptas para ser revestidas de monumentalidad. Se presentó con un decoroso carácter clasicista, bastante frio, pero armonioso y preciso. En Inglaterra fueron muy pocos los escultores del siglo XV, los cuales persistieron en cultivar las formas góticas.
En Alemania, en cambio, la renovación se dejó sentir bastante pronto, introducida por los pintores flamencos que habían trabajado en Italia, y se manifestó con un lento abandono de las formas góticas por una visión más libre de la realidad. Un artista particularmente interesante fue Jörg Syrlin, el Viejo, impregnado de un vivo humanismo.
La escultura española en el siglo XV.

Claustro de San Juan de los Reyes Toledo
La influencia del arte francés en España siguió una especie de ruta política a través de la provincia de Navarra,, donde es sabido que trabajaron escultores borgoñones, como Janin Lomme, autor de los sepulcros de Carlos el Noble, de doña Blanca y del príncipe Lionel. Este arte borgoñón se extendió hacia el sur, y nos dejó bellas muestras en la catedral de Sigüenza (sepulcro del cardenal de San Eustaquio) y Sevilla.
En Cataluña, un gran escultor, Guillermo Sagrera, dejó en la portada de Miramar, en la catedral de Palma de Mallorca, algunos de las más bellas esculturas de este período.

Sepulcro de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal Burgos
Pere Joan de Vallfogona, hijo del escultor Jordi de Deu, es autor del retablo de la catedral de Tarragona, de alabastro, y comenzó el de la Seo de Zaragoza, que no pudo terminar a causa de su muerte.
Una buena parte de los arquitectos de este período fueron también escultores, como Sagrera, y combinaron maravillosamente las dos artes. Los vemos trabajando en Castilla, a donde el estilo borgoñón, que se imponía en toda Europa, llegó de una forma indirecta a través de Jusquín, maestro flamenco, que trabajó en la catedral de León y quizá en Santa Cruz de Tordesillas.
Egas, arquitecto también, colaboró con otros escultores, como por ejemplo Juan Alemán y Annequín de Bruselas, maestro de la catedral de Toledo. También en Toledo trabajó Juan Guás, arquitecto de los Reyes Católicos y autor de las decoraciones de San Juan de los Reyes y de la portada principal de la catedral de Ávila. Se han supuesto obras suyas el grupo de la Piedad de la catedral de Segovia y algunas esculturas del monasterio del Parral.
Esta especie de escuela castellana, que había asimilado formas borgoñonas y flamencas, se extendió bajo la dirección de Juan Guás, en cuya escuela se formaron diversos escultores como Pedro Millán, autor, entre otras obras, de una Virgen en barro que se encuentra en la catedral de Sevilla.
En esta ciudad trabajó Lorenzo Mercadante de Bretaña, que fue, precisamente, el que introdujo este tipo de esculturas en barro, como las que decoran la portada occidental de la catedral.

Sillería de la catedral de Plasencia
Mediado el siglo surge la gran figura de Gil de Siloé, también arquitecto, autor de los sepulcros, en alabastro, de Juan II e Isabel de Portugal, en la cartuja de Miraflores.
Simón de Colonia, hijo del arquitecto Juan, parece ser el autor de los Apóstoles de la capilla del Condestable, en la catedral de Burgos. Pero no pudo superar la técnica de Siloé, que fue además un admirable tallista de madera, como lo demuestra el retablo de la Trinidad de la cartuja de Miraflores.
Uno de los mejores tallistas en madera de fines del siglo XV fue el castellano Rodrigo Duque, conocido por Rodrigo Alemán, autor de las esculturas de la sillería baja del coro de la catedral de Toledo, que representan una serie de escenas de la guerra de Granada.