Vladimir Putin ha dominado la política rusa desde 1999. Fue residente de Rusia durante dos mandatos, habiendo triunfado en las elecciones presidenciales de 2000 y 2004. Puesto que no podía presentarse a un tercer mandato sin modificar la Constitución, en 2008 optó por apoyar la candidatura de un joven colaborador, Dimitri Medvedev, que fue elegido presidente y tuvo como primer ministro al propio Putin, quien luego recuperó la presidencia en las elecciones de 2012.

Vladimir Putin
Putin se había formado en el KGB, el servicio secreto soviético, y en 1998 Yeltsin le puso al frente del FSB, el nuevo servicio secreto, puesto que dejó para convenirse en primer ministro en el verano de 1999. Por entonces era un desconocido para la mayoría de los rusos, pero su popularidad no tardó en crecer, debido a la imagen de hombre enérgico que dio desde el primer momento, sobre todo en relación con Chechenia. Esa popularidad se ha mantenido debido a que bajo su mandato Rusia ha gozado de estabilidad política y desarrollo económico, en contraste con las dificultades de los años noventa, mientras que su creciente autoritarismo preocupó poco a la mayoría de los ciudadanos. La política exterior de Putin, orientada a que Rusia recupere su posición de gran potencia, ha contribuido a su popularidad.
- La segunda guerra de Chechenia
En 1999 se reanudó la guerra en Chechenia. En contraste con la primera fase del conflicto, que fue muy impopular en Rusia, durante esta nueva fase la opinión pública apoyó la actuación del gobierno, a pesar de las bajas que sufrieron las tropas rusas y de las atrocidades que estas cometieron. A ello contribuyó sobre todo la actuación de los rebeldes chechenos, que se hicieron odiosos a los ojos del ruso medio.
El acuerdo firmado en 1997 por Yeltsin y el nuevo presidente checheno había establecido un plazo de cuatro años para llegar a una solución definitiva. Entre tanto Chechenia mantuvo una independencia de hecho, al tiempo que se hundía en el caos y aumentaba la criminalidad, especialmente los secuestros. Por otra parte, creció la influencia del islamismo y se adoptó la sharia, es decir la ley islámica tradicional, que implicaba castigos corporales, amputaciones y ejecuciones públicas. El más radical de los líderes islamistas, Basaiev, aspiraba a crear un Estado islámico que no incluyera sólo Chechenia, sino todo el norte del Cáucaso. En agosto de 1999 una columna chechena encabezada por Basaiev invadió la vecina región de Daguestán, pero fue desalojada por las tropas rusas tras duros combates. Pero lo que más indignó a la opinión rusa fueron varios atentados terroristas indiscriminados, incluida la destrucción en plena noche de dos edificios de viviendas en Moscú, que causó la muerte de más de doscientas personas en septiembre de ese año y se atribuyó a un grupo checheno.

Segunda guerra Chechena
Lo ocurrido justificó ante la opinión rusa el ataque contra Chechenia que ordenó Putin. Las tropas rusas actuaron con más eficacia que cinco años antes, tomaron Grozny en octubre y ello permitió la instalación de un gobierno favorable a Rusia. El conflicto se prolongó, sin embargo, durante varios años, en los que los chechenos recurrieron a métodos terroristas copiados de Oriente Medio, como los atentados suicidas, cometidos a veces por mujeres, a los que los rusos replicaron con una represión feroz, que a menudo castigaba a la población civil. Los ataques terroristas que tuvieron más eco fueron la toma de rehenes en un teatro de Moscú, en 2002, y en una escuela de Beslán, en 2004, que provocaron numerosas víctimas. Los drásticos métodos antiterroristas rusos terminaron, sin embargo, por ser eficaces y una cierta paz ha retornado a Chechenia bajo un despótico gobierno local fiel a Putin.
- El Estado ruso en el siglo XXI
En las elecciones parlamentarias celebradas en 2003 el partido apoyado por Putin, Rusia Unida, logró más de dos tercios de los escaños. Comunistas y nacionalistas lograron una representación minoritaria, mientras que los liberales, divididos e identificados por la opinión con las dificultades de los años noventa, obtuvieron unos resultados pésimos. El desánimo ciudadano se manifestó, sin embargo, en una fuerte abstención. En las elecciones presidenciales del año siguiente, Putin obtuvo un triunfo rotundo al recibir el 71% de los votos. Putin tenía realmente el apoyo de la mayoría de los ciudadanos, que mostraban escasa confianza en la oposición, pero ésta se vio también perjudicada por el creciente autoritarismo del régimen. Un claro ejemplo de ello es el retroceso de la libertad de prensa. Las cadenas televisivas contrarias a Putin han pasado a manos de propietarios más favorables al poder y los periodistas que tratan de investigar temas como la corrupción o los abusos del régimen han encontrado graves dificultades. El caso que más eco ha tenido en la prensa internacional ha sido el de Anna Politovskaia, una periodista asesinada en 2006 que se había distinguido por sus críticas al régimen de Putin y su denuncia de los crímenes cometidos por las autoridades en Chechenia. Su muerte no ha causado, sin embargo, conmoción en la propia Rusia.
La extensión y la diversidad de Rusia hacen, sin embargo, que el reforzamiento del aparato central del Estado no signifique necesariamente un efectivo control del poder local. En los años noventa los gobiernos regionales adquirieron una gran autonomía real, que en algunos casos favorecía la corrupción y la arbitrariedad de los gobernantes locales, pero que representaba también un acercamiento de la política a los intereses más directos de los ciudadanos. Durante la era de Putin se ha producido, sin embargo, una recentralización. La corrupción, que no ha disminuido, y la ausencia de una justicia imparcial representan también graves límites para la efectiva consolidación de la democracia en Rusia.
La mayoría de los observadores extranjeros han llegado a la conclusión de que el sistema político ruso no es democrático, sino autoritario, pero hay que destacar que la Rusia de Putin es un país mucho más libre que la antigua Unión Soviética. En las elecciones parlamentarias de 2011, el triunfo de Rusia Unida se produjo por un margen más reducido y las protestas por el supuesto fraude electoral congregaron a decenas de miles de manifestantes, lo que puede significar que un sector importante de la población rusa comienza a rechazar las prácticas autoritarias y corruptas del régimen de Putin.
- La política exterior: Rusia como gran potencia
En los primeros años tras la caída del comunismo, Yeltsin trató de impulsar la incorporación plena de Rusia al mundo occidental, pero no tardó en producirse un desencanto y se fue abriendo paso la convicción de que Rusia debía recuperar el papel de gran potencia perdido tras la desmembración de la Unión Soviética, de la que comenzó a culparse a Occidente. El patriotismo, e incluso una visión nostálgica de la antigua Unión Soviética, se han convertido en el fundamento ideológico del régimen de Putin, privando así a los ultranacionalistas y a los comunistas de la que fue su principal bandera en los años noventa. La tendencia es a percibir las relaciones internacionales en términos de confrontación y la expansión de la OTAN hacia el Este ha sido vista como una amenaza. El antioccidentalismo de la opinión pública subió de tono a raíz de la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999 y se reforzó tras la invasión de Irak en 2003.
La voluntad rusa de hacer valer su poder más allá de sus fronteras se manifestó en su intervención contra Georgia en 2008. La República de Georgia, con casi cinco millones de habitantes, se encuentra al sur del Cáucaso, es decir más allá de la frontera convencional de Europa, aunque es de tradición cristiana. En 1991 optó por separarse de la Unión Soviética, pero pronto surgieron enfrentamientos étnicos dentro de la misma Georgia. Tras duros combates, las regiones de Osetia del Sur y Abjasia, fronterizas con Rusia, adquirieron una independencia de hecho en los primeros años noventa. Los acuerdos de alto el fuego en ambas regiones estipularon el despliegue en ellas de fuerzas de paz, fundamentalmente rusas. De hecho Rusia, que aspiraba a seguir ejerciendo una influencia determinante en el Cáucaso, dio un gran apoyo a las repúblicas secesionistas, aunque no reconoció oficialmente su independencia.

Intervención militar de Georgia en Osetia del Sur año 2008
Las relaciones entre Rusia y Georgia se deterioraron tras la «revolución rosa» de 2003, en la que manifestaciones masivas en protesta por un fraude electoral forzaron la dimisión del entonces presidente Eduard Shevardnadze, que había sido ministro soviético de Asuntos exteriores con Gorbachov. El nuevo presidente Mikheil Saakashvili, elegido en 2004, adoptó una política encaminada a librarse de la hegemonía rusa, a lograr el apoyo de Occidente, especialmente de los Estados Unidos, y a recuperar gradualmente el control de las regiones secesionistas. Ello implicaba el cierre de las bases militares rusas en Georgia, que databan de la época soviética, y el ingreso del país en la OTAN, que fue apoyado por Estados Unidos. En 2007 los rusos evacuaron su última base militar, pero en abril de 2008 la OTAN acordó no aceptar de momento el ingreso de Georgia, debido a la reticencia de algunos Estados europeos a una medida que habría irritado a Moscú. En este contexto, en agosto de 2008 las fuerzas armadas de Georgia intervinieron en Osetia del Sur para poner fin a la secesión. La respuesta rusa fue una inmediata ofensiva militar. Tras cuatro días de combate, las tropas georgianas habían sido derrotadas y las columnas rusas habían penetrado más allá de los límites de Osetia. Por mediación del presidente francés Sarkozy, que ejercía por entonces la presidencia de la UE, ambas partes firmaron entonces un acuerdo de paz. Días después Rusia reconoció la independencia de ambos territorios.
La oposición de Putin a que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptara sanciones contra el régimen de Bashar al-Asad en Siria, por sus atrocidades contra la población civil a partir de 2011, ha mostrado una vez más que la política rusa se rige por el criterio de mantener su influencia exterior (el régimen sirio es un viejo aliado) frente a los intentos occidentales de promover la democracia y los derechos humanos, que el Kremlin tiende a considerar pretextos utilizados para extender la influencia de Estados Unidos y sus aliados. En marzo de 2014, la ocupación por parte de Rusia de la provincia ucraniana de Crimea ha generado una gran tensión internacional, pues implica que Putin no respeta las fronteras europeas surgidas tras la desaparición de la Unión Soviética en 1991.
- Economía y sociedad
La popularidad de Putin debe mucho al crecimiento económico sostenido que se produjo durante sus dos mandatos presidenciales. Tras la crisis de 1998, que provocó una importante caída del Producto Interior Bruto, la economía se recuperó con rapidez y desde 1999 a 2007 el PIB ha crecido a una tasa media anual del 7%. El principal estímulo para este desarrollo ha venido de la empresa privada, pero la estabilidad política alcanzada ha creado también un entorno favorable y en términos generales la política macroeconómica ha sido acertada. El alza del precio del petróleo en el mercado mundial ha favorecido también a Rusia, tres cuartas partes de cuyas exportaciones consisten en petróleo, gas y metales. Esto indica, sin embargo, que la economía rusa está insuficientemente diversificada. La recesión económica internacional que se inició en 2008 tuvo una inmediata repercusión en Rusia, cuyo PIB tuvo una fuerte caída en 2009, pero a partir de 2010 la recuperación ha sido rápida. Rusia presenta una natalidad muy baja, un fenómeno que es común a toda Europa, y una mediocre esperanza de vida, que resulta insólita en un país desarrollado.
Aunque tanto la natalidad como la esperanza de vida se han recuperado algo a comienzos del siglo XXI, las proyecciones indican que el descenso de la población va a continuar. La esperanza media de vida en varones es particularmente baja, debido sobre todo a la incidencia de enfermedades relacionadas con el estilo de vida, como las cardiovasculares y las respiratorias. Además de contar con un sistema sanitario mucho peor que el de Occidente, los rusos beben mucho, fuman mucho, hacen poco ejercicio y muestran un cierto fatalismo, que les hace despreocuparse de medidas tan básicas como el uso del cinturón de seguridad. La inmigración es reducida, porque los trabajadores extranjeros no son bienvenidos6n Rusia, donde se manifiesta una fuerte tendencia xenófoba.
La magnitud que la corrupción alcanzó en los años noventa fue uno de los problemas de la nueva Rusia que más destacaron los medios de información, tanto rusos como internacionales, y cuando llegó a la presidencia Putin anunció que estaba dispuesto a atajarlo. Las medidas más espectaculares fueron dirigidas contra algunos de los más destacados oligarcas de la era de Yeltsin, cuyas fortunas tenían orígenes dudosos. Algunos de ellos se exiliaron cuando se les empezó a investigar, pero Mijaíl Jodorkovski, presidente de la gran compañía petrolera Yukos y quizá el hombre más rico de Rusia, fue detenido y condenado a nueve años de prisión en 2005 por fraude y evasión fiscal. Dado que las prácticas fraudulentas eran comunes en las empresas rusas, algunos observadores dudan de que el proceso de Jodorkovski tuviera sólo el propósito de servir de ejemplo a los corruptos y piensan que se le castigó sobre todo por su oposición política a Putin. En todo caso, la corrupción sigue estando muy extendida en la Rusia de hoy, debido a la falta de transparencia con la que operan las empresas y a la ausencia de una justicia imparcial. De acuerdo con las encuestas la mayoría de los rusos, sobre todo los jóvenes, no perciben que el soborno sea un delito.

La Unión Rusia-Bielorrusia cumple 20 años.
Los jueces rusos, que en tiempos comunistas no eran más que funcionarios públicos cuyo deber era servir al Estado y no a los ciudadanos, gozan de escasa independencia. En casos criminales resulta excepcional que el acusado sea absuelto. Por otra parte, Rusia se ve afectada por una elevada tasa de delincuencia y en particular su tasa de homicidios es una de las más altas del mundo. Especialmente grave resulta la sospecha de que algunos asesinatos de personajes incómodos hayan gozado del beneplácito de las autoridades. El caso que más escándalo internacional ha provocado ha sido el asesinato en 2006 de Alexander Litvinenko, un antiguo agente secreto ruso exiliado en Gran Bretaña que había acusado de graves crímenes a sus antiguos colegas del KGB. Su muerte se debió a haber ingerido o respirado una sustancia radioactiva y se sospechó de dos rusos que se habían reunido con él, pero Moscú se negó a extraditarlos. Las recientes medidas contra los homosexuales representan otra demostración de que los valores rusos no están convergiendo con los occidentales.
En conclusión, Rusia ha experimentado durante las últimas décadas una espectacular transformación política, económica y social, pero ello no supone una completa asimilación a los modelos occidentales. Persiste el autoritarismo, la economía está poco diversificada, la corrupción es mayor que en Occidente y, aunque la Guerra Fría desapareció, la política exterior sigue marcada por la nostalgia del poderío soviético.