Los griegos de la época clásica creían que las harpías eran agentes de la venganza divina. Para ellos, las harpías formaban parte del grupo de los seres más temibles, pues se dedicaban a raptar las almas de sus tumbas y a los niños recién nacidos de sus cunas. Respondían a la necesidad de dar una explicación a los miedos humanos.
Estas criaturas pertenecían a la categoría de los genios alados. Eran monstruos femeninos híbridos, mitad mujer y mitad ave. Habían nacido de la unión de Taumante y Electra y se cree que eran sólo tres: Aelo (viento tempestuoso), Céleno (nube tormentosa) y Ocípete (vuelo veloz). Vivían en las islas Estrófades o «islas del Regreso», en el mar Jónico, y su vuelo venía acompañado de mal tiempo, ya fuese en forma de borrasca o de tormenta. Con frecuencia, se las representa posadas sobre las tumbas, a la espera del espíritu del muerto al que han ido a raptar, o bien volando por el cielo con un bebé entre sus garras.
Cuando Jasón y los argonautas llegaron a Tracia, se encontraron con que el rey Fineo sufría una terrible maldición. Fineo, que era adivino, se había atrevido a descubrir y revelar algunos secretos que debían permanecer ocultos para los hombres y el dios Zeus decidió castigarlo por esta osadía. Le quitó la vista y ordenó a dos harpías que lo acosaran sin descanso en su propia corte. Desde ese día el rey no pudo comer ni beber, pues cada vez que se acercaba a la mesa las dos harpías se abalanzaban sobre él, le arrebataban la comida o defecaban sobre ella. Fueron los argonautas quienes lo libraron del asedio de las dos harpías a través de Calais y Zetes, los hijos alados de Bóreas, el dios del viento del norte, quienes se enfrentaron con ellas y lograron expulsarlas de Tracia. Pero aún así no consiguieron darles muerte.
Como agradecimiento, Fineo les ayudó a buscar el Vellocino de Oro, al revelarles cómo pasar a través de las planktai, las «rocas errantes», dos barreras móviles que guardaban la entrada del Bósforo, chocando una contra la otra cuando alguien pasaba entre ellas.
Saber más sobre Harpías
En el British Museum de Londres se conserva un relieve de la época clásica en el que podemos apreciar la imagen que los griegos tenían de las arpías. Esculpido sobre la piedra, figura un monstruo alado que huye robando a un niño entre las garras. Aunque tiene cuerpo de ave, su cabeza y sus pechos son los de una mujer.
En todas las versiones cinematográficas de la aventura de Jasón y los argonautas aparece el episodio de Fineo y las harpías. Probablemente, la más célebre de todas sea la que realizó en 1963 Donald Chaffey.
La palabra «harpía» (o «arpía») ha dado lugar a dos expresiones curiosas en la lengua española. Cuando queremos expresar que una mujer se ha enfadado de forman violenta declinad que “que se ha puesto como una arpía». Y si queremos dejar claro que se trata de una mujer malvada y dañina, decimos que «es una arpía».