ESTIRGE.

El cómic y los juegos de rol han popularizado a numerosas criaturas fantásticas, que han cobrado de este modo nuevos impulsos, metamorfoseados de mil maneras, según la fantasía de quien ha querido imaginarlos de nuevo. En ocasiones, el cóctel resultante está muy conseguido, o al menos funciona, y eso basta. Los ingredientes para la receta pueden ser, más o menos, éstos: un poco de mitología para darle empaque, alguna leyenda popular que lo sostenga y dos o tres granos de imaginario colectivo, todo ello aderezado con unas gotitas de descripción fantástica, pero verosímil.

La mezcla ha de agitarse durante unos segundos y servirse en copa fría, acompañado, si es posible, de una historia ficción que sostenga al personaje. La llamada «estirge» responde a esta sencilla fórmula, y su origen lo encontramos en la strix romana, que era un pájaro maléfico que tenía la costumbre de introducirse en las cunas de los recién nacidos, a quienes les arrancaba el corazón por la noche con su largo pico. Versiones posteriores vincularon a la strix con el mito del vampiro, haciéndole beber también la sangre de la tierna criatura y, de este modo, el perverso pájaro se convirtió, con más motivo, en el terror de las madres romanas, que invocaban a la diosa Carnea para que protegiera a sus hijos.

Las estirges actuales mantienen todavía algunas de sus características originarias, pero han evolucionado con los siglos. Conservan todavía su físico de aves nocturnas y su pico poderoso, pero ahora son parientes de los murciélagos, tienen los ojos amarillos y viven agrupadas, formando amplias colonias. Son criaturas peligrosísimas, capaces de drenar un cuerpo adulto en pocos minutos. Sus víctimas ya no son sólo los niños, por los que tanta afición mostraron en el pasado, sino todo ser vivo que se mueva por el lugar en el que ellas se han instalado. Y una vez agotada la región, se desplazan en masa hacia otros territorios buscando nuevas presas.

ESTIRGE

Una de las más ilustres víctimas de la estirge latina pudo haber sido Procas, el conocido rey de Alba, la ciudad que fundó Ascanio, el hijo de Eneas, quien salvó algunos restos de Troya cuando ésta sucumbió al poder de los griegos. Por fortuna, cuando la estirge acosó a Procas en la cuna, fue invocada la diosa Carnea, que acudió en su ayuda. Según cuentan, Carnea se valía de una rama de oxiacanta para eliminar los maleficios de las casas y espantar a las estirges.

No podía ser de otra manera, pues estaba escrito que el rey Procas debía vivir para que se cumpliera su descendencia. De él nacieron Numitor y Amulio, el tirano que derrocó a su hermano y forzó a Ilia, la hija de Numitor, para que entregara su vida a la diosa Vesta y se mantuviera virgen. A pesar de esta precaución, no logró sus propósitos, pues Ilia se dejó seducir por un soldado, de cuyos amores nacerían Rómulo y Remo, que con el tiempo fundarían la ciudad de Roma.

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De la palabra «trix» deriva el vocablo italiana «trega», que significa «bruja», y quizá por esto el poeta Ovidio consideraba a las strix como brujas que amamantaban a los niños con su leche envenenada. En cambio, Propercio creía que cualquiera podía ser víctima de una strix, incluyendo a los animales.

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