Escultura Egipcia

ESCULTURA EGIPCIA

2-Estatua de Rahotep y nofret

Estatua de Rahotep y nofret

Consideradas las numerosas influencias ejercidas sobre la civilización egipcia predinástica por los pueblos del Asia anterior, que, según la tradición, constituyeron los primeros núcleos originarios de la civilización humana, forzosamente habremos de fijar el nacimiento de una evolución artística auténticamente egipcia en el principio de la edad histórica.

3-Escriba

Escriba

Durante las primeras dinastías, que vieron la solución de fundamentales problemas arquitectónicos en obras de una excepcional madurez artística, como las Pirámides y los primeros templos de piedra, la escultura tuvo que reflejar inevitablemente la imposición de la concepción monárquica e individualista. El soberano era representado no de modo que se transfigurase su realidad física, ya extraordinaria de por sí, sino más bien para que quedaran reflejados sus auténticos aspectos de hijo de la divinidad, o de divinidad misma, con una clara tendencia a expresar la grandiosidad que separaba la esfera del hombre dios y la de los súbditos. Al mismo tiempo se planteaban sustanciales problemas de volumen, de manera que cada obra representaba una nueva posibilidad de solución, a la que se podía llegar —a pesar de las apariencias—con una singular libertad de medios artísticos.

4-Estatua de Khonsu

Estatua de Khonsu

El advenimiento de la V dinastía significó la práctica de una tendencia que acercaba de nuevo ambos extremos. Fue una época en la que, al concepto de la supervivencia del espíritu, ligado al del aspecto humano, se unió una sensibilidad en las comparaciones de la realidad cotidiana que evitó la abstracción—si bien conservando un cierto sentido geométrico del mundo exterior—y permitió la realización de auténticas e insuperadas obras maestras, especialmente en la escultura funeraria privada. Basta recordar el Sheikh-el-Beled y las magníficas estatuas de Rahotep y de su mujer Nefer.

El bajorrelieve alcanzó también una perfección artística igual a la de la escultura, aunque debe tenerse presente que los convencionalismos obstaculizaban con frecuencia la ejecución de algunas obras. No obstante, los bajorrelieves se usaron con efectos rítmicos que evitaban el exceso de decorativismo. Se intentó la representación de la figura humana en dos dimensiones.

5-Los escribas

Los escribas

Hacia la XI-XII dinastía anotamos, en cambio, un período de transición en el que los artistas no imprimieron a sus creaciones el carácter de conquista propiamente dicho. La decadencia momentánea del orden político dio pie a las incertidumbres artísticas, que, sin embargo, constituyeron una valiosa aportación para los escultores del Nuevo Imperio, que asimilaron de ellas valores sustanciales. El Nuevo Imperio fue efectivamente uno de los momentos más felices del arte egipcio, determinado por una constante búsqueda de perfección lineal y elegancia de la estructura. En él se fundieron, con los elementos ideales de algunas escuelas del Medio Imperio, otros notables motivos exóticos a cuyo encanto los artistas no quisieron sustraerse. Bajo el reinado de Amenofis III esta especial delicadeza alcanzó su punto máximo en la unión de las aportaciones idealistas con una innegable tendencia al realismo, propia del espíritu egipcio. Pero en este punto, la convulsión que significaron las reformas de Amenofis IV trastocó todas las fórmulas de elegancia y perfección para lograr un violento realismo, más moderado en los últimos tiempos, en los que el sentimiento se manifestó en términos casi «expresionistas». La muerte de Amenofis o Akenatón señaló sustancialmente el principio de un período de decadencia y de crisis lírica, en el que los artistas se limitaron a copiar con gran habilidad y cierta elegancia estética determinados modelos, a los que dotaron de relativa armonía, pero sin el menor sello de originalidad.

6-RAMSESII

Ramses II

Al transcurrir el tiempo y decaer el poder político y el prestigio nacional cuya consecuencia fue la ocupación del país por gentes extrañas, las tendencias arcaizantes se fueron afirmando. La imitación de las grandes obras de la pasada tradición constituía como un rescate de los valores nacionales que habían caracterizado en su originalidad y genialidad las conquistas anteriores. Pero aun cuando se mantuvo una considerable perfección en las formas, faltó totalmente la espontaneidad de la inspiración. Excepto en contados casos, la escultura se tornó fría y amanerada, supeditada como estaba a cánones que no dejaban traslucir ningún sentimiento. El realismo ejercitó su supremacía, pero lo hizo en afirmaciones que están exentas de solidez y valor artístico, aunque no carecen de sentimiento. Entre esta indecisión y este amaneramiento se abrieron paso las primeras manifestaciones del arte helénico. Las exóticas formas dieron lugar a complacencias que carecieron por completo de moralidad artística y de valor subjetivo. El bajorrelieve fue redondeándose e, híbridamente, incorporó diversos elementos de la antigua tradición egipcia y del nuevo arte extranjero. El amaneramiento se impuso. La civilización alejandrina, con todo y mantener en vigor numerosos aspectos tradicionales, que no podían tener ya ninguna resonancia, asimiló definitivamente el nuevo impulso del arte helénico a otro totalmente desprovisto de carácter ocasional y espontáneo, y de ello resultó un ejercicio intelectual y académico.

 

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