ESCULTURA ASIRIO-BABILÓNICA

Cacería del rey Asurbanipal, relieve.
La escultura fue una de las expresiones artísticas en que se manifestó más vivamente el genio de los antiguos pueblos de Mesopotamia. Numerosas e interesantes obras lo atestiguan. De ellas se pueden considerar como las más antiguas los llamados «cilindros» babilónicos y asirios, tallados en piedras duras, empleados como sellos y adornados con incisiones que representan figuras extrañas y fantásticas, religiosas y simbólicas. Las primeras esculturas demuestran una influencia del arte egipcio en su plena madurez. Uno de los ejemplos más impresionantes por su belleza es la estatua del gobernador Gudea, perteneciente quizás al año 2.400 a. de J. y esculpida en diorita, que muestra los caracteres esenciales de esta concepción artística en la manera en que está resuelta la región de los ojos, con relación a las otras partes de la cara, y que a pesar de la ejecución convencional y esquemática de ciertos rasgos mantiene cierto aspecto natural, vivo y enérgico.

Rey Asurbanipal
Otra gran obra es la estatua «del rey Asurbanipal en traje de parada, de la que se desprende el particular sello de fuerza y energía viril característico de este arte. Son aún más numerosos que las esculturas los relieves, que en un tiempo estuvieron pintados, pero que actualmente sólo dejan, ver algunas trazas de color. Ya en los más antiguos, como en las famosas estelas triunfales del rey Naram-Sin, del año 2.500 a. de J. aproximadamente podemos notar una gran armonía y perfección en la composición, junto con una gran pericia técnica. Los temas versan, por lo general, sobre el culto a los dioses, la exaltación del soberano divinizado y las hazañas guerreras. Las figuras, en el período más antiguo, adoptan posturas hieráticas tanto de pie como sentadas, y la diferencia social queda establecida por la diversidad de tamaño, costumbre adoptada quizá del arte egipcio. Un documento notable del arte asirio es el constituido por el conjunto de bronce, en relieve, que había de revestir las puertas monumentales de Tell-Balawat, junto a Mosul, y que describe unas expediciones militares.
Más impresionantes que las escenas guerreras son las de caza, composiciones de un notable valor, por la sorprendente maestría con que están representadas las figuras de los cazadores y los caballos, y sobre todo las fieras en fuga o mortalmente heridas. Son extraordinarias las expresiones de ferocidad, en las que el profundo naturalismo del artista se transfigura en un ambiente de tragedia. En las esculturas que decoran las fachadas de los edificios vuelve a aparecer el elemento fantástico: genios alados, con los emblemas de la divinidad, monstruos cuyo cuerpo de toro exhibe una cabeza humana con barba y mitra y grandes alas en el dorso.
La tradición asiria continuó luego bajo el Imperio persa, como puede observarse en las esculturas arquitectónicas en forma de relieve, realizadas sobre paredes de ladrillos, en los palacios de Darío I y de Artajerjes II, en Susa y Persépolis. Los muros ostentan relieves de figuras de guerreros y hombres que llevan en sus manos ofrendas para el rey. A pesar de sus posturas, ninguna da sensación de movilidad.