Por: Laurent Carroué
Las empresas transnacionales se ven forzadas a revisar su estrategia debido a la importancia creciente de los países emergentes, a la crisis y a la aparición de una opinión pública mundial molesta por sus prácticas.
Aparecidas a finales del siglo XIX en Estados Unidos y en Europa occidental, las empresas transnacionales (ETN) desempeñan actualmente un papel importante -económico, tecnológico, social y político- en la mundialización. Sin embargo, ¿son unas deus ex machina que se han convertido progresivamente en los nuevos amos del mundo? Su acción se inscribe de hecho en sistemas de interacciones complejas en las que los territorios representan un papel central.
El incremento del poder de las ETN se ha traducido en la explosión de las empresas matriz (de 6 000 a 82 000 entre 1967 y 2009) y de sus filiales en el extranjero (de 27 000 a 810 000 entre 1980 y 2010). Representan más de una cuarta parte del PIB mundial y, directa o indirectamente, los dos tercios del comercio mundial.
Desde 1975, su número de asalariados ha aumentado 35 millones y sobrepasa los 75 millones, de los cuales más de 30 millones trabajan en el extranjero: el 60% se sitúan en los países desarrollados y el 40% en los países del Sur, de los que la mitad se encuentran en China.
Las Inversiones Extranjeras Directas (IED) reflejan la internacionalización creciente de su aparato productivo (fábricas, centros de investigación…): este stock de capital se ha multiplicado por diez en los últimos diez años y supera actualmente los 15 billones de dólares. Sin embargo, su mundialización y la inserción concomitante de los diferentes territórios en la división internacional del trabajo se revelan muy desiguales, duales y polarizadas. Estas lógicas de integración o exclusión excesivas establecen espacios rechazados y excluidos, espacios integrados pero dominados que proporcionan mano de obra barata o materias primas agrícolas, energéticas y mineras y, finalmente, espacios dominantes.
Solamente diez Estados polarizan el 59% de la provisión de IED y 65 Estados el 96%. Hasta principios del siglo XXI, la mundialización funcionaba ante todo como la integración competitiva de los grandes polos occidentales (TLCAN, Europa occidental, Japón y los nuevos países industriales).
Pero el crecimiento de los grandes países emergentes y la crisis estructural de los grandes países desarrollados, surgida en 2007-2008 del hundimiento del nuevo régimen de acumulación financiera, están provocando un nuevo y rápido reparto de las cartas que desembocará en una estructura mundial notablemente más multipolar.
UN ARRAIGO NACIONAL
Los países desarrollados siguen controlando el 81% de las empresas y el 83% de las ventas de las 500 primeras ETN.
Pero, entre 2006 y 2010, el número de empresas de los países del Sur pasó de 61 a 94 (+54%), en particular a causa de la escalada de China, cuyas ETN aumentaron de 20 a 46.
En cambio, el capitalismo anglosajón sufrió de lleno la crisis: Estados Unidos ha retrocedido de 170 a 139 unidades y el Reino Unido de 38 a 29. La brasileña Vale, la india Tata, la rusa Gazprom, las chinas CNPC, Sinochem y CNOO en el sector energético, Lenovo en el informático o China Minmetals aceleran sus inversiones en Rusia y en Asia Central, en África o en Latinoamérica, mientras se multiplican los flujos y los acuerdos políticos y económicos Sur-Sur.
Por último, estas empresas, con el apoyo masivo de sus respectivos Estados, amenazan a medio plazo los centros de excelencia occidentales (sectores nuclear, espacial, aeronáutico, AVE, naval…). Este vertiginoso ascenso no debe ocultar los limites con los que se encuentra la mundialización de las ETN.
Las compañías multinacionales, o world companies, no existen en realidad, de ahí que sea preferible utilizar el término «transnacional». Aunque internacionalizada, la ETN conserva un decisivo arraigo nacional y continental (TLCAN, UE, Asia) de orden jurídico, financiero, económico, industrial y tecnológico que es el que les permite ir al asalto del mundo.
NUEVAS RESISTENCIAS
La ETN es una realidad cultural, social y política a la par que económica. Según su sector de actividad, su nacionalidad, el modelo económico del que proviene o el riesgo geopolítico al que se enfrenta, cada ETN despliega estrategias territoriales muy diferentes ajustándose lo más habilidosamente posible a la extrema variedad de los territorios mundiales.
Está permanentemente obligada a tomar en consideración las interacciones territoriales entre factores sociales, culturales, políticos o geopolíticos que, en ocasiones, hacen que el corto y el largo plazo se solapen, así como la coyuntura y la estructura, y que amenazan o favorecen el despliegue de la ETN.
Desde hace décadas yen un marco cada vez más liberal, las ETN occidentales (mineras, industriales o financieras) han presionado ampliamente, en su propio beneficio, sobre las reglas organizativas de la gobernanza económica mundial a escalas a la vez nacionales, continentales y mundiales por medio de un incesante lobbying, en particular en el FMI, la OMC, el Banco Mundial ola OCDE (acuerdos sobre la liberalización de las inversiones, sobre los derechos de propiedad industrial, sobre la unificación de las normas contables…).
Pero se enfrentan cada vez más a nuevas resistencias a las que deben adaptarse debido a la emergencia de una opinión pública mundial, a la aparición de las ONG y a la afirmación de los países emergentes (fracaso de los últimos acuerdos en la OMC). Monsanto tuvo que retirar del mercado su nueva semilla Terminator, British Petroleum perdió la mitad de su capitalización bursátil en unos meses durante la primavera de 2010 a raíz de la gigantesca marea negra del golfo de México, mientras que el subcontratista taiwanés Foxcom, que sobreexplotaba a 300 000 trabajadores en Shenzhen para la fabricación del iPhone de Nokia, Sony o Apple, tuvo que aumentar sus salarios a causa de una ola de suicidios que escandalizó a la opinión pública mundial. Mientras que la promoción de una economía mundial mejor controlada, más solidaria, democrática y sostenible se ha convertido con la crisis en un desafío de carácter mundial para las sociedades, las ETN están obligadas a hacer frente a nuevas exigencias respecto a la regulación financiera, las cuestiones medioambientales, la adopción y la promoción de nuevas normas sociales y de defensa de los derechos humanos, y la cuestión fundamental de un nuevo modo de desarrollo menos depredador y más eficaz de los países del Sur.
Según este enfoque, la entrada en el siglo XXI marca claramente el final de un ciclo histórico que se inició en los años 1980 y que desemboca en un mundo más complejo y multipolar.
←EN LA ACTUALIDAD: DE LA GLOBALIZACIÓN A LA CONTINENTALIZACIÓN