Además de competir con Milán por la primacía en la invención del Tarot, la ciudad de Ferrara fue la primera en la que se empezaron a numerar los triunfos. Sin embargo, casi dos siglos después de su nacimiento, los Tarots desaparecieron de la ciudad de los Este, víctimas de un nuevo clima político.
Hacia finales del siglo XV, en el ducado de Ferrara el juego de los triunfos ya se había difundido en todas las categorías sociales, aunque, naturalmente, las cartas populares eran muy distintas de los espléndidos Tarots miniados realizados para la nobleza estense, las figuras se grababan toscamente sobre bloques de madera y se imprimían sobre papel de ínfima calidad, que después se pegaba sobre una segunda página, para ser luego recortadas con tijeras a lo largo de líneas de corte marcadas en el papel. Debido a la poca calidad del papel utilizado, de la producción de esa época se han conservado muy pocos restos, y en mal estado. Concretamente, se trata de fragmentos de hojas sin cortar que no pudieron ser vendidas a causa de graves defectos de impresión, que en lugar de ser echadas a la basura o al fuego, se emplearon para reforzar las cubiertas en la encuadernación de libros. Así, de vez en cuando, todavía aparecen estas hojas antiguas en talleres de restauración, que posteriormente son puestas a la venta por el afortunado anticuario, con gran alegría de los coleccionistas de naipes.
Afortunadamente, gracias a compras o a donaciones, algunos ejemplares se encuentran en colecciones públicas, para satisfacción de los estudiosos que han podido, así, reconstruir un capítulo de la primera parte de la historia del Tarot que de otro modo habría quedado sin conocer. En efecto, el análisis de esas figuras ha permitido comprender mejor no sólo las diferencias iconográficas entre la tradición lombarda y la ferraresa sino también el orden diferente en el que se colocaban los triunfos.

LA NUMERACIÓN DE LOS TRIUNFOS
La introducción de los índices numéricos, necesarios para recordar el valor de las cartas durante el juego, sin duda representó la regularización de una costumbre ya establecida en una determinada zona geográfica. De acuerdo con esta hipótesis, el estudio de la numeración de las cartas impresas más antiguas y de sus características iconográficas, así como de los documentos literarios de la misma época ha hecho posible identificar tres órdenes de tarots populares:
El de tipo A es el del Tarot de Bolonia y, con muchas modificaciones, el de las Minchiate florentinas, el de las antiguas barajas usadas en Toscana y Roma, así como el del Tarot siciliano. El tipo B corresponde a los Tarots de origen ferrarés, y el C es el de los Taros milaneses y con algunas variantes, el del Tarot de Marsella.
Pero vamos a detenernos en el tipo B.
A esta tradición pertenecen una serie de hojas sin cortar que se conservan en varios lugares: el Metropolitan Museum de Nueva York, la biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale, el Szevnüveszeti Museum de Budapest, el Museo de Naipes de Vitoria y las colecciones privadas de Theodore Donson de Nueva York y Silvio Berardi de Bolonia. Estas hojas impresas, que pueden datarse en el decenio 1480-1490 demuestran que una baraja completa de 78 cartas se realizaba por medio de cuatro matrices xilográficas, de que en cada hoja cabían 20 cartas. Los ejemplares del Metropolitan Museum, conocidos como Tarot Dick están estropeados, pero aún es posible observar la estructura del juego: El Loco, en uno de los bordes deteriorados llevaba el número 0 o bien, al igual que sucedía con El Mundo; carecía de numeración; de las figuras de La Emperatriz y de El Carro ha desaparecido el número, pero es evidente que fueron marcadas con el II y l VII respectivamente; el resto de las cartas son perfectamente legibles. Por tanto, los triunfos del Tarot Dick estaban dispuestos así (sin número):
I Mago
II Emperatriz
III Sacerdotisa
IIII Emperador
V Papa
VI Templanza
VII Carro
VIII Enamorado
VIIII Fuerza
X Rueda
XI Ermitaño
XII Colgado
XIII Muerte
XIIII Diablo
XV Torre
XVI Estrella
XVII Luna
XVIII sol
XVIIII Ángel
XX Justicia
(Sin número) Mundo.
El orden de tipo B, característico del Tarot Dick puede encontrarse, con variantes mínimas, en otras hojas sin cortar y en algunos documentos literarios escritos entre finales del siglo XV y mediados del XVI tales como el ya citado Sermón sobre los juegos de azar. Otros libros impresos demuestran que este tipo d Tarot también era conocido en la República de Venecia.

DECADENCIA DEL TAROT EN FERRARA
Si bien la producción de Tarots miniados decayó en Ferrara a fines del siglo XV la pasión por este juego continuó a lo largo del siglo siguiente, tanto en la corte como entre las clases populares, provocando la aparición de pequeños talleres de impresión de naipes cuya fama trascendió más allá de la ciudad de los Este.
Sin embargo, a causa de la aversión eclesiástica a los juegos de azar, había un sector de la población que no veía con buenos ojos el Tarot, de modo que lo que para muchos era un agradable pasatiempo, para otros era un vicio reprobable.
Este sentimiento ambiguo queda bien manifiesto en la polémica entre el poeta ferrarés Flavio Alberto Lollio (1508-1568) y su conciudadano Vincenzo Imperiali, surgida a partir de la publicación de la “Invectiva contra el juego del Tarot” (Venecia, 1550). Este poema de Lollio presenta una denuncia contra todos los juegos de azar y el Tarot en particular, del cual el autor presenta todos los aspectos negativos. A ella replicó inmediatamente Imperiali con la publicación de una respuesta en verso.
Después del siglo XVI se pierde toda pista de los Tarots fabricados en Ferrara, y tampoco se tienen más noticias sobre la práctica del juego en esa ciudad. Curiosamente, esta desaparición coincide con el fin de la señoría estense, que, en 1598, en virtud de un antiguo acuerdo, abandonó Ferrara a los Estados Pontificios y se estableció en Módena. Junto con los Este también desaparecieron los entretenimientos alegres y divertidos de la corte, la música en las calles y el mismo juego del Tarot, víctimas de un nuevo clima político totalmente contrario al “vicio popular”.