EL PODER ALEMAN

ALEMANIA

ALEMANIA TEME UNA TRANSFER UNION POR LA PUERTA TRASERA
La mayoría de los europeos nórdicos son contrarios a hacer de la UE una «grande Italia», es decir, a hacer de la UE una institución europea que realice transferencias fiscales masivas de dinero del norte en el sur del continente (Transfer Union, en inglés). En Alemania, por ejemplo, uno de los consensos más sólidos que hay entre todos los partidos en el Bundesbang (parlamento federal alemán) es el que hace referencia precisamente a este punto: no hacer de la UE una «unión de transferencias».
En el norte de Europa tienen la convicción que la UE tiene que ser una «unión de buenas prácticas», donde los países comparten sus mejores legislaciones para mejorar conjuntamente en un tipo de federalismo legislativo cooperativo. De hecho, cuando la UE propone una nueva norma europea, tiene esta voluntad de difundir a toda la UE una buena idea, es decir, una ley aplicada en algún país que ha dado buenos resultados.
Esto explica por qué el presupuesto de la UE es tan bajo (140.000 M€ el 2018, menos del 1 % del PIB europeo), y también por qué ha ido disminuyendo en los últimos años. Si se produce el Bréxit, este también supondrá una nueva reducción de los recursos de la UE, dado que los países nórdicos, principales contribuyentes limpios del presupuesto comunitario, se han negado a aumentar sus aportaciones.
Estos países del norte de Europa, a menudo liderados por Holanda, también suelen criticar «la europeísmo de cajero automático» de los países del sur, receptores netos de fondos europeos. Estos países estarían más interesados a recibir el dinero europeo que no a implementar las buenas prácticas que emanan de las normativas europeas, de las cuales los países del sur son los principales incumplidores.
Así, por ejemplo, España era a finales de 2018 el país con más expedientes abiertos por no transposición de normativa comunitaria, con 97 procedimientos de infracción abiertos (Comisión Europea).
Por este motivo, muchos europeos del norte de Europa viven el programa de compras de deuda pública del BCE (QE) como una Transfer Union financiera por la puerta trasera: los países del norte, con una gran cantidad de ahorradores y con gobiernos que generan superávits presupuestarios, estarían financiando con tipos de interés muy bajos los países del sur, donde hay muchas familias y empresas endeudadas y sus gobiernos son más propensos a generar continuados déficits públicos por encima del 3% del PIB.
En estos países es muy mayoritaria la opinión que los tipos de interés cero o incluso negativos penalizan como nunca el ahorro y estimulan el exceso de gasto, tanto público como privado, diluyendo la sensación de riesgo que un tipo de interés positivo aporta.
En Europa el ahorro de las familias, mesurado en porcentaje de la renta bruta familiar disponible, muestra diferencias no solo importantes entre países, sino crecientes entre los países del norte y los del sur: Alemania y Holanda lideraban el 2018 el ranking europeo del ahorro europeo con un 18,4 y un 16,3% de la renta disponible respectivamente.
España y Portugal, en cambio, figuraban en 2018 a la cola del ranking europeo antes mencionado, con solo un 4,9% y un 4,6% de ahorro de la renta bruta familiar disponible respectivamente. Francia (14%) e Italia (10 %) se sitúan alrededor de la media europea, situada el 2018 en el 12,2% de la renta mencionada (Banco de España).
Todavía más inquietante es la evolución de este ahorro en los últimos años: la media por países desde el año 2000 muestra como España el ahorro mediano ha estado del 9,1%, por lo cual el 4,9% de 2018 supone un mínimo histórico en estos veinte años y muestra que los ciudadanos del Estado español son los que menos ahorran de la zona euro, solo superando el ahorro de portugueses y griegos.
Los ahorradores europeos, concentrados cada vez más en el norte de Europa, se sienten perjudicados por la represión financiera que supone penalizar el ahorro con tipo de intereses negativos. En este sentido, también los duele estimular con esta política monetaria súper-expansiva la propensión al sobreendeudamiento secular de gobiernos y familias del sur de Europa que siempre han criticado.

ALEMANIA TEME LOS EUROBONOS POR LA PUERTA TRASERA
El presidente Draghi ha dicho y repetido mil veces que, sin reformas estructurales y sin la mejora de la competencia en los mercados de bienes y servicios en los países del sur, la política monetaria expansiva del BCE no dará todos los frutos esperados.
Mario Draghi siempre ha dicho que el euro es una moneda irreversible. La realidad de la construcción de la moneda única es que, sin una política fiscal europea común y sin haber completado la unión bancaria (en carencia la tercera pata, el fondo de garantía de los depósitos bancarios común), el euro todavía no ha completado toda la arquitectura del edificio. Es como si faltara el tejado.
Compartir una misma moneda pero no compartir, ni que sea parcialmente, una misma política fiscal puede generar problemas a la moneda única de azar moral (moral hazard): una mala política fiscal en un país del euro, que lo lleve a la quiebra, creará problemas a los otros países de la zona euro.
En Finlandia, por ejemplo, hay desde el 2011 una gran oposición a los rescates de Grecia y Portugal, hasta el punto que nació el partido de los Auténticos Finlandeses al rescoldo de un inquietante sentimiento anti euro: «No queremos pagar estos rescates… ni los que posiblemente vendrán más adelante». Este partido ha gobernado muchos años y ha influido en la posición de los otros partidos, haciéndolos más euroescépticos.
«En la zona euro no hay eurobonos pero, de facto, estos existen: un efecto parecido a los eurobonos (un mismo tipo de interés para la deuda pública de los diferentes países del euro) lo tenemos vía lo doping masivo que hace el BCE a los mercados financieros, que ha eliminado las primas de riesgo y su disciplina de mercado desde 2012».
Este es un argumento que se siente en debates a la comisión de Economía del Parlamento Europeo, formulado por diputados del norte de Europa y compartido, en menor o mayor medida, por un amplio espectro ideológico de derecha a izquierda, no solo euroescéptico.
Los eurobonos serían una emisión conjunta de deuda pública de todos los países del euro y del cual todos responderían en caso de impago, tal como pasa con la deuda federal en los EE. UU…
En los EE. UU., la emisión de deuda federal conjunta se aprobó a finales del siglo XIX con episodios de mucha tensión: la condición a cambio de emitir deuda federal fue que no se rescataría ningún estado o ciudad que quebrara.
La demanda por la emisión de eurobonos fue muy intensa de 2010 a 2012 por parte de todos los partidos de los países del sur de Europa, pero en el norte del continente van bloquear la creación: «No solidarity without responsibility!» es una frase muy repetida en los debates.
Antes de hablar de solidaridad primero hay que cuadrar el presupuesto público, hacer reformas y aplicar literalmente la ley europea, que no se traspone en los países del sur del mismo modo que a los países del norte.
De hecho, se puede decir que desde el año 2012 en la zona euro funciona una «socialización de riesgos encubierta»: no hay una política fiscal común, ni se emiten eurobonos conjuntamente, pero, de facto, el BCE está haciendo esta función casi fiscal, proporcionando unos tipos de interés parecidos a los de los países del norte de Europa. Estos tipos de interés tan bajos no tienen relación con los cimientos macroeconómicos, la competitividad y la posición fiscal de estos países.
Por su cuenta, sin el apoyo del BCE, ningún país del sur de Europa ni tampoco Francia no disfrutaría de una financiación de su deuda pública en los mercados financieros internacionales como el que ahora tienen, a unos tipos de interés tan bajos como a los que se están financiando en los últimos años.

ALEMANIA GENERA SUPERÁVITS PRESUPUESTARIOS Y REDUCE DEUDA PÚBLICA
En Alemania todos los partidos políticos han criticado, por diferentes motivos, las políticas monetarias expansivas del Banco Central Europeo desde 2.015 (compras de deuda pública y privada y tipo de interés muy bajos).
Alemania, pero, ha aprovechado estos años de expansión extraordinaria de la cantidad de dinero para generar superávits presupuestarios desde 2016 y para ir reduciendo su deuda pública: este ha disminuido entre 2008 y 2018 del 82% al 60 % del PIB.
Alemania quiere dar ejemplo y ha situado su deuda pública al umbral del que exigen los acuerdos europeos, el 60% del PIB. Alemania el 2018 logró el superávit presupuestario más alto de su historia reciente desde la reunificación del país en 1990: 58.000 millones de euros, equivalentes a un 1,7% del PIB alemán de 2018. El año 2017 este superávit fue de 37.000 millones de euros (1,1% del PIB alemán de 2017) y el 2016 fue de solo 6.200 millones de euros.
Esta reducción de la deuda pública alemana no ha estado incompatible con la ejecución de diferentes políticas sociales expansivas: las pensiones públicas, por ejemplo, han aumentado en Alemania un 4% de media desde 2016, cosa que ha proporcionado una notable ganancia real de poder adquisitivo a los pensionistas en los últimos tres años, dado que la inflación ha estado del 1% anual.
Políticos alemanes de todos los partidos recuerdan a menudo que un exceso de deuda pública recorta la soberanía de un país. También se justifica en Alemania la reducción de la deuda pública para facilitar «la acumulación de munición fiscal» para hacer frente a la próxima crisis: cuando la economía va bien es cuando hay que reducir el endeudamiento público, y así se podrá volver a incrementar cuando la economía entre en recesión. Entonces se podrá suplir con gasto e inversión públicas la pérdida de dinamismo económico de los agentes privados (consumo e inversión).
Un apunte sobre la deuda pública española. El Estado español en los últimos diez años presenta un crecimiento del endeudamiento del sector público de récord: de 2008 a 2018 España ha triplicado la deuda pública. En volumen, esta deuda ha pasado de 440.000 millones de euros a casi 1,2 billones de euros en estos diez años. En porcentaje del PIB, que es como se acostumbran a referir las magnitudes macroeconómicas para poder hacer comparaciones entre países y entre periodos, la deuda pública española se ha triplicado: de representar un 36% del PIB español de 2008 cerró el 2018 representante casi el 100% del PIB de 2018.
España ha triplicado su deuda pública desde 2008 y no ha aprovechado los tipos de interés bajos por desendeudarse, sino para endeudarse todavía más. En el contexto europeo esta divergencia de resultados son inquietantes y tendrían que ser motivo de debate público: ¿quién es que está equivocado, Alemania reduciendo su deuda o España aumentándola? ¿La política económica y monetaria española es siempre pro-deuda pública, haya expansión o recesión económica, sean altos o bajos los tipos de interés?

¿ALEMANIA Y FRANCIA, CONVERGÈNCIA IMPOSIBLE?
El BCE parece que, finalmente, los «halcones» (los economistas ortodoxos, la facción liberal de los países nórdicos) han perdido ante las «palomas» (los economistas heterodoxos, la facción intervencionista de los países mediterráneos).
Ante la posibilidad que Alemania hiciera posible a medio plazo, desde la presidencia del BCE ocupada por Jens Weidmann, un cambio en la política monetaria y quisiera revertir las compras de deuda pública y normalizar los tipos de interés, Francia impuso la ex ministra Chistine Lagarde, que no es economista y que no voz mal de seguir profundizando en la política monetaria ultra-expansiva.
Visto desde el norte de Europa, esto es otro paso más para seguir apretando los ahorradores-creditores y seguir incentivando todavía más el endeudamiento excesivo del sur de la zona euro.
A raíz de la crisis social provocada por los Chalecos Amarillos en Francia, Macron prometió a los franceses el otoño de 2018 grandes rebajas fiscales y más gastos sociales equivalentes al 0,9% del PIB francés. Francia volverá a superar en 2019 el 3% del PIB en déficit público y, por lo tanto, superará el déficit público de Italia, previsto en un 2,4% del PIB. Italia dejará de ser un problema para la UE.
El ministro francés de Presupuestos, Gerald Darmanin, reconoció a finales de 2018 que el déficit público francés seria del 3,4% del PIB en 2019. Las previsiones de la Comisión Europea para el 2019 ya reconocían que Francia sería el país de la UE que generaría más déficit público. Italia insinuó en la UE que aplicara en Francia el procedimiento sancionador por déficit público excesivo, pero «Francia es Francia», tal como dijo Juncker cuando echaba pelotas fuera a los periodistas que le preguntaban por el trato diferente de la Comisión Europea en la hora de sancionar países incumplidores.
Dinamitando el 2018 la disciplina fiscal para mirar de salvar las elecciones europeas de mayo de 2019, Macron arruinó en Alemania su proyecto de liderazgo europeo post-Merkel que él mismo había alimentado: Wolfgang Münchau, director del think tank Eurointelligence, dijo que «Francia destruye la poca credibilidad que tenía el pacto de estabilidad fiscal europeo y frustra por muchos años las reformas de la zona euro».
Así, en el norte de Europa Macron quedó fuertemente desacreditado desde el otoño de 2018 por su cambio repentino de la política reformista, que afectaba un principio tan importante para los nórdicos como es la estabilidad presupuestaria: Macron se había comprometido que, por primera vez en treinta años, el déficit público francés se situaría por debajo del valor simbólico del 3% del PIB.
Renunciando a contener el presupuesto por debajo del 3% del PIB al 2018, Macron tampoco evitó otra victoria de Marine Le Pen a las elecciones europeas de 2019: el nuevo partido de Le Pen, RN, obtuvo 5,3 millones de votos (un 23,5%) y se impuso al Europe en Marche de Macron, que obtuvo 5,05 millones de votos (22,4%). Le Pen ya había ganado también las elecciones europeas de 2014 en Francia.
En Alemania, mientras tanto, las pensiones públicas subieron un 3,5% el 2017 y un 4,5% el 2016 y, siendo la inflación del 1 % anual, han supuesto una ganancia notable de poder adquisitivo para sus pensionistas. En Francia, en cambio, la subida de las pensiones apenas ha compensado la inflación. En la comparativa entre Francia y Alemania y en cuanto al ámbito exterior, Alemania, la tercera potencia exportadora mundial, acostumbra a generar cada año un gran superávit comercial, que fue equivaliendo al 8% del PIB en 2016 y 2017. Francia, en cambio, acostumbra a generar déficits comerciales recurrentes, equivalentes al 3% del PIB en 2016 y al 3,5% del PIB el 2017.
El presidente Macron empezó su mandato el 2017 con una gran ambición para liderar reformas en la UE, pero la comparación entre Alemania y Francia es demoledora: entre 2008 y 2018 el paro, por ejemplo, ha subido a Francia del 7% al 9%, mientras que en Alemania ha bajado del 7% al 3%.
Entre 2008 y 2018 Alemania ha generado sucesivos superávits presupuestarios, que le han permitido reducir la deuda pública del 82% del PIB al 6o % del PIB (el 2018 logró el superávit presupuestario más alto de su historia reciente: 58.000 millones de euros, equivalentes a un 1,7% del PIB alemán de 2018). Francia, en cambio, ha generado siempre déficits públicos entre el 3% y el 5% del PIB anual, y su deuda pública ha subido entre 2008 y 2018 del 60% del PIB al 100 % del PIB.
Jan Techau, director de la Fundación Marshall en los EE. UU., acusa el presidente Macron de ser finalmente otro presidente francés típicamente nacionalista: cómo todos los anteriores presidentes franceses, cuando habla de «Más Europa», en realidad quiere decir «Más Francia» y pose siempre el interés nacional francés delante del interés europeo.

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