EL ORIGEN DE LAS PLANTAS MEDICINALES

POR CARLES BENEDÍ Y JOAN VALLÉS Universitat de Barcelona

Como se puede ver en los mapas, los cinco continentes son, aunque de manera desigual, lugares de origen de diferentes plantas medicinales. La región mediterránea es la cuna de algunas de ellas, como el saúco, el regaliz, el beleño o la valeriana, y también lo es de muchas especies aromáticas, como la lavanda.

PLANTAS MEDICINALES

Entre esta región y la eurosiberiana se extiende el área de origen de otras plantas, como el árnica y la genciana. De América del Norte salieron especies como el estramonio, el hamamelis y las enoteráceas. Los quinos, el boldo, la marialuisa, los curares y la pasionaria provienen de América del Sur. África es el lugar de origen de plantas medicinales como el yohimbé, el estrofanto, la vincapervinca de Madagascar, la cola, el harpagofito o la casia.

Desde diversos lugares de Asia se han extendido por el mundo el cáñamo, las rauwolfias, el ginkgo, la nuez vómica y el ginseng, entre otras. Finalmente hay que citar a Australia, con sus conocidos eucaliptos. La sociedad humana ha utilizado las plantas para curarse o para prevenir enfermedades desde la más remota antigüedad.

 Todas las grandes culturas clásicas (griega, romana, china, egipcia, maya…) produjeron algún tratado de plantas medicinales, e incluso se han encontrado evidencias del uso de este tipo de vegetales en algunos yacimientos arqueológicos de hace 60.000 años. Además, hay que tener presentes algunos datos que ilustran la importancia actual de las plantas medicinales. Las únicas medicinas a las que hoy día tienen acceso más de las tres cuartas partes de la humanidad provienen de plantas.

 Casi la mitad de los fármacos empleados en los países industrializados contiene algún principio activo de origen vegetal. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha inventariado más de 20.000 especies vegetales medicinales, y sigue patrocinando campañas etnobotánicas para descubrir otras nuevas.

 A principios del siglo XXI, el 10% de los 252 medicamentos considerados básicos y esenciales por la OMS son de origen exclusivamente vegetal (más en concreto, de plantas de flor) y fúngico (como los antibióticos), y otros tienen un origen mixto. Incluso el Banco Mundial reconoce la importancia de las plantas medicinales para la salud de la población del planeta, la agricultura y el medio ambiente.

 Por último, no hay que olvidar que su comercio genera un elevado volumen económico: se ha calculado para el conjunto de las plantas medicinales y sus productos un movimiento de más de 30.500 millones de euros en el 2002. Estados Unidos y los países más industrializados de Europa figuran entre sus principales consumidores.

La hierba de San Juan

 La hierba de San Juan (Hypericum perforatum) es una planta común en buena parte de Europa, el norte de África y Asia. Se trata de una planta herbácea, con flores de color amarillo dorado. A finales de junio, hacia San Juan, suele estar en plena floración, momento coincidente con el de máxima concentración de principios activos, que se localizan justamente en las partes floridas. Por eso, la tradición manda recoger las inflorescencias durante la mágica noche de San Juan, y de ahí proviene su nombre en castellano y en otros muchos idiomas.

SACOS DE PLANTAS MEDICINALES

Teofrasto (370-286 a. C.), en su obra Historia Plantarum, y otros autores clásicos posteriores, ya hablaban de las propiedades cicatrizantes de la hierba de San Juan. En la Edad Media gozó de gran predicamento como planta usada por vía externa para curar heridas, ulceraciones, quemaduras y, en general, todo tipo de contusiones.

El uso preferente de esta planta cambió radicalmente a partir de 1980. Se empezó a propugnar su uso por vía interna en el tratamiento de formas leves y moderadas de neurosis depresivas, gracias a la acción farmacológica de la hipericina, uno de sus principios activos. La incorporación de la hierba de San Juan al ámbito de la medicina oficial ha sido vertiginosa, pese a que se han descubierto efectos secundarios.

 En Alemania, por ejemplo, en 1993, se recetaron 2,7 millones de preparados de esta planta en el tratamiento de los estados depresivos, cifra que significa la mitad de las prescripciones en el tratamiento inicial de las depresiones. Finalmente, se han demostrado las propiedades antivíricas de la hipericina frente a los retrovirus, aunque aún se ha de investigar su uso potencial en la terapéutica humana.

El taxol

Hacia mediados de los años sesenta, dentro del programa de investigación en busca de productos naturales con sustancias anticancerígenas impulsado por el National Cancer Institute de Estados Unidos, se aisló de la corteza del tejo del Pacífico (Taxus bree folia) una molécula utilizada en procesos oncológicos. El nombre del compuesto es paclitaxel, y se registró comercialmente con la denominación de taxol. Más tarde se comprobó que esta sustancia existía también en las hojas del árbol, y no sólo en las de esta especie, sino también en las de otras del género, como el europeo T. Baccata.

Los tejos son árboles conocidos como tóxicos desde tiempos antiguos, aunque una pequeña parte de ellos (el asilo carnoso que recubre la simiente) no lo es y se usa incluso en la elaboración de confituras. El descubrimiento de una nueva propiedad generó un problema ecológico de conservación. El rendimiento del tejo en paditaxel es bajo: un árbol grande produce unos 3 kg de corteza que dan sólo unos 30o mg de la molécula, es decir, el equivalente a una dosis. Tas hojas, más renovables (para usar la corteza hay que talar el árbol), tienen un rendimiento inferior.

 Evidentemente, si la fuente de taxol se extingue por una excesiva recolección, el beneficio obtenido también desaparece; por eso, convenía encontrar una forma de explotación sostenible de este recurso natural. El cultivo no se consideró una buena solución, pues se necesita casi un siglo para conseguir árboles explotables.

 La vía semi-sintética, a partir de una molécula natural más abundante que el paditaxel, tampoco dio grandes resultados. Las dos alternativas más prometedoras parecían ser el cultivo biotecnológico y la síntesis. En 1994 se sintetizó el taxol por primera vez, y los cultivos celulares a partir de hojas de Taxus se han demostrado aptos para la producción del compuesto. De esta forma se ha podido mantener activa una nueva arma en la lucha contra el cáncer y evitar al mismo tiempo la pérdida de biodiversidad.

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