El Fin de la Independencia

EL FIN DE LA INDEPENDENCIA

9-1-TAHARQA

TAHARQA Cabeza de granodiorita del soberano cusita Taharcia (XXV dinastía).

A lo largo del Tercer Periodo Intermedio, que se caracterizó por las fragmentaciones políticas y la existencia simultánea de los reinos del Delta y de la región tebana, los nubios expandieron sus dominios hacia el norte, mediante las conquistas militares y el traslado de la capital administrativa de Tebas a Menfis, llevado a cabo por el segundo rey de la XXV dinastía cusita, Shabaka (716-702 a. C.). En ese periodo, Egipto no conoció la completa unificación, y los distintos principados mantuvieron una considerable independencia.

 

LAS GUERRAS ASIRIAS

Los egipcios se aliaron con Palestina para tratar de impedir la expansión del naciente imperio de los asirios, cuyo desarrollo partió del intento de invasión de Egipto por parte del rey Asaradón (681-669 a. C.) .que concluyó en 671 a. C. con la caída de Menfis y de muchas ciudades del Delta oriental bajo el dominio asirio. El faraón cusita Taharqa (690-664 a. C.), que se había retirado a Nubia, reconquistó Menfis. Los asirios, comandados por Asurbanip al (669-627 a. C.), lanzaron un segundo ataque que concluyó con la ejecución de numerosos príncipes del Delta. Dos monarcas de Sais, Neco I (672-664 a. C.) y su hijo Psamético (I), no fueron asesinados, y a ellos fue encomendado el gobierno del país, que se limitaba al Bajo Egipto: Menfis y Sais al padre, y Atribis al hijo. Neco I murió en el intento de frenar el avance del ejército de Tanutamón (664-656 a. C.), hijo y sucesor de Tahanqa. Asurbanipal reaccionó inmediatamente, y tras reconquistar Menfis y derrotar a Tanutamón en Nubia, saqueó Tebas (664 a. C.). Obligado a regresar a su país para sofocar una revuelta, dejó el poder a Psamético, quien, sin embargo, devolvió la independencia a su pueblo y asumió el control del mismo, fundando la XXVI dinastía, también llamada saíta por el nombre de su ciudad de origen.

 

9-2-EL-DIOS-PTAH

EL DIOS PTAH Estatuilla de bronce de Ptah, demiurgo y patrono de los artesanos venerado en Menfis. El culto al toro Apis, considerado su manifestación en la Tierra, se difundió en el Imperio Tardío.

EL ESPLENDOR DEL «RENACIMIENTO SAITA»

 

Psamético I (664-610 a. C.), hábil en el arte de gobernar, logró imponer su poder incluso en el Alto Egipto, asentando en Tebas a su hija Nitocret como heredera de la divina adoradora de Amón y asegurándose la colaboración del príncipe de la dudad, Montuemhat. Asimismo, instauró una política de recuperación de la identidad nacional y de la cultura «clásica», dando origen a una experiencia que fue denominada «renacimiento salta» y representó uno de los momentos más prósperos de la civilización egipcia en el último milenio de su historia. Esa renovada prosperidad se reflejaba no solo en las manifestaciones artísticas, sino también en el respeto a las antiguas tradiciones religiosas, como la veneración a las divinidades nacionales, en especial a Ptah y Neit, y a los animales sagrados, cuyo culto registró una amplia difusión en el Imperio Tardío. Con el fin de someter a los príncipes del Delta, que se oponían a su autoridad, Psamético I recurrió a la ayuda de mercenarios, principalmente griegos y anatolios, introduciendo desde entonces a Egipto en la esfera de la Grecia clásica primero y helenística después. De hecho, durante la XXVI dinastía se asentaron en Egipto las primeras colonias griegas, la más célebre de las cuales fue Naucratis, floreciente centro comercial fundado en el Delta occidental, mientras en el recinto fortificado de Elefantina prosperaba una comunidad hebrea.

EL FRACASO DE LA POLÍTICA EXPANSIONISTA

El sucesor de Psamético I, Neco II (610-595 a. C.), encargó a los griegos una flota de embarcaciones trirremes y les encomendó su dotación. También se sirvió de la experiencia de los fenicios para la circunnavegación de África, documentada por el historiador griego Herodoto. La renovada estabilidad de Egipto indujo a algunos faraones a adoptar una política expansionista. En 606-605 a. C., Neco II llegó hasta Megiddo, donde venció a Josías, rey de Judá, pero no pudo evitar el enfrentamiento con los babilonios, que en 605 a. C., con Nabucodonosor a la cabeza, infligieron al ejército egipcio una aplastante derrota en Karkemish.

9-3-APRIES

APRIES Cabeza del faraón Apries, soberano de la XXVI dinastía, esculpida en basalto. Hijo de Psamético II, se alió con los libios para expugnar la colonia griega de Cirene, pero fue derrotado.

Psamético II (595-589 a. C.), conocido a través de numerosos monumentos, dirigió sus miras hacia Nubia y detuvo el avance de los cusitas hacia el norte, y Apries, su hijo y sucesor, consiguió algunas victorias en Siria, pero fue derrotado en el intento de ayudar a los libios a expugnar la colonia griega de Cirene. Jerusalén, a pesar de su apoyo, fue reconquistada por Nabucodonosor, y su población fue deportada. Egipto dio asilo a algunos prófugos, entre ellos al profeta Jeremías. El ejército egipcio eligió como monarca al general Ahmosis. Los reinados de Ahmosis II, o Amasis (570-526 a. C.), un monarca que sé dedicó a construir y restaurar edificios sagrados y a desarrollar el comercio, y de su hijo Psamético NI (526-525 a. C.), que duró apenas seis meses, asistieron a la caída del imperio asirio y al nacimiento de la potencia persa.

 

 

HERODOTO, UN HISTORIADOR ANTIPERSA

Las fuentes históricas transmiten una imagen negativa de Cambises (525-522 a. C.), cuya impopularidad alcanzó su punto culminante en los episodios, reproducidos por Herodoto, de la profanación de la sepultura de Ahmosis II y la matanza de un toro Apis. Esos hechos han sido refutados por la egiptología moderna, que ve en ellos una clara intención de griegos y egipcios de calumniar a los ocupantes persas. El viaje de Herodoto a Egipto tuvo lugar en la época de Artajerjes I, en torno a 445 a. C., y el historiador realizó su investigación entre los griegos que residían allí y los sacerdotes egipcios, los cuales, a través de un fenómeno de nacionalismo teológico, identificaban al invasor persa con el dios Set, asesino de Osiris y elemento perturbador del equilibrio universal.

 

9-4-HENAT

HENAT Estatua del sacerdote Henat, ataviado a la manera persa y ofreciendo una naos que reproduce la fachada del templo arcaico de Neit, en Sais (XXVII dinastía).

LA PRIMERA DOMINACIÓN PERSA

 

En 525 a. C., Cambises puso fin a la dinastía saíta al derrotar a Psamético III en Pelusio y conquistar Egipto, que se convirtió en una satrapía del vasto imperio aqueménida, fundado por Ciro en torno a 550 a. C. Los soberanos persas que gobernaron durante más de un siglo, representados en Menfis por un sátrapa y un tesorero, constituyen la XXVII dinastía. La autoridad persa mantuvo en sus cargos a los funcionarios egipcios, pero concedió mayor autonomía a los comerciantes griegos y fenicios y reforzó las guarniciones extranjeras, como la judeo-aramea de Elefantina. Existen numerosas fuentes monumentales y particulares que dan fe del respeto mostrado a la cultura y las tradiciones egipcias por los reyes persas, sobre todo por Cambises y Darío I. Un grabado del templo de Serapis de Saqqara hace mención a un valioso sarcófago donado por Cambises para la inhumación de un toro sagrado que se desarrolló con gran fastuosidad. Darío I (522-486 a. C.) cumplió sus compromisos de compilar un corpus de leyes egipcias con el fin de gobernar el país según sus propios ordenamientos, de restaurar templos y de finalizar la excavación del canal a través de Uadi Tumilar para unir el brazo oriental del Nilo con el mar Rojo, iniciada por Neco Tenemos conocimiento del envío a la corte aqueménida de médicos egipcios, artesanos (cuya intervención es evidente en la decoración del palacio de Darío I, en Persépolis) y marinos y soldados, que prestaron servicio en las guerras medas (batallas de Salamina y Platea). En la época de sus sucesores, el descontento popular, provocado por los impuestos exigidos por los sátrapas, que impusieron incluso considerables restricciones a los templos, desembocó en una serie de revueltas civiles, apoyadas por los griegos y alentadas por sus victorias sobre los persas en Maratón (490 a. C.). La primera rebelión, duramente reprimida en 486 a. C. por Jerjes I, estuvo seguida de una segunda bajo el reinado de Artajerjes I (465-424 a. C.), guiada por los príncipes Inaro de Heliópolis, quizá hijo de Psamético III, y Amirteo de Sais. Los egipcios, apoyados por los griegos, fueron derrotados, e Inaro fue ajusticiado en 454 a. C.

EL EJÉRCITO DESAPARECIDO DE CAMBISES

Herodoto relata que el rey persa Cambises envió al oasis de Siwa un ejército de 50.000 soldados con la misión de esclavizar a sus habitantes e incendiar el oráculo de Amón. El ejército partió de Tebas, atravesó el desierto y llegó a Oasis (identificada con el oasis de Kharga), después de lo cual se perdió para siempre su rastro (Historias, Libro III, 26). El enigma del ejército desaparecido de Cambises ha suscitado siempre el interés de investigadores y arqueólogos, y han surgido nuevas hipótesis sobre el itinerario seguido por las huestes, que nunca han sido avaladas por la arqueología. Recientemente se han hallado en el Desierto Occidental egipcio los primeros objetos aqueménidas, tal vez pertenecientes al ejército de Cambises, concretamente el 21 de diciembre de 1996 por una misión organizada y dirigida por Alfredo y Angelo Castiglioni —los descubridores de la fabulosa Berenice Pancrisia, ciudad minera situada en Uarli Allaqi, en el desierto nubio—, y en la que participaban Dario Del Bufalo (de la Universidad de Lecce), Ali A. Barakat (del Geological Museum de El Cairo) y Luigi Balbo (encargado de la documentación fotográfica).

9-5-REALEZA-SAGRADA

REALEZA SAGRADA Estatua de piedra de Horus bajo forma de halcón con la doble corona del Alto y del Bajo Egipto, que protege al faraón Nectánebo II, legitimando su poder (XXX dinastía).

Los objetos se hallaron bajo quebradas naturales, excavadas por la erosión eólica, en un desfiladero que se extiende a lo largo de varios kilómetros, a 28° 30′ latitud norte, al suroeste del oasis de El Bahrein. Todos los refugios tenían la abertura orientada al norte, por lo que estaban protegidos del «poderoso e insólito viento de mediodía», que, según Herodoto, «al llevar remolinos de arena», habría sepultado, hace unos 2.500 años, a los soldados del rey Cambises. En el refugio más grande (de unos 35 metros de longitud, 1,80 metros de altura y 34 metros de profundidad), situado a 56 metros sobre el nivel del wadi próximo, fueron recuperadas varias puntas de flecha de bronce y algunos fragmentos óseos y de cerámica. En una cañada de un centenar de metros, situada al este del primer refugio, se descubrieron, enterrados bajo una fina capa de arena, numerosos restos humanos y más puntas de flecha. El descubrimiento fue el resultado de cuatro misiones, durante las cuales se recorrieron itinerarios alternativos respecto a los seguidos por otros investigadores, basados en fotografías vía satélite y antiguos datos cartográficos. La búsqueda de las fuentes de abastecimiento de agua, necesarias para un ejército avanzando por el desierto, ha sido otro objetivo de las expediciones de, los Castiglioni. El día 11 de diciembre de 2000, la noticia de su hallazgo fue publicada en el diario Al Aharam de El Cairo.

9-6-ESTATUAS-OFERENTES

ESTATUAS OFERENTES A pesar de su mutilación, estos oferentes arrodillados destacan por su refinada realización y la plasticidad impresa a la materia. El primero lleva una naos y el segundo, un emblema de la diosa Hathor (XXVI dinastía).

LAS REVUELTAS Y LA SEGUNDA DOMINACIÓN PERSA

La insurrección decisiva se produjo bajo el reinado de Darío II (424-405 a. C.), y el país fue liberado casi completamente de los invasores por Amirteo (404-399 a. C.), fundador y único faraón de la XXVIII dinastía, destronado por Neferites I (399-393 a. C.), gobernante le una ciudad del Delta oriental, que impulsó definitivamente a los extranjeros y dio comienzo a la XXIX dinastía. Su sucesor, Psamutis (393 a: C.), fue destituido por Hacoris (393-380 a. C.), que demostró ser un valeroso guerrero en defensa de numerosas ciudades griegas. Neferites II (380 a. C.), el último soberano de la XXIX dinastía, fue derrocado por un general nacido en Sebennito, ciudad situada en el ramal central del Delta, el futuro Nectánebo I (380-362 a. C.), primer rey de la XXX dinastía. Los tres faraones que integraron esta última dinastía de estirpe egipcia —Nectánebo I, Teos (362-360 a. C.) y Nectánebo II (360-343 a. C.)— dotaron al país de magníficas construcciones y lograron impedir el regreso de los aqueménidas hasta el año 343 a. C., cuando los persas, conducidos por Artajerjes III Oco (343-337 a. C.), conquistaron de nuevo Egipto. La XXXI dinastía, que duró diez años, estuvo integrada por Artajerjes III, envenenado en Persia, Arses (337-335 a. C.), que también murió asesinado, y Darío III Codomano (335-332 a. C.). Este último, derrotado en Isos por Alejandro Magno en 332 a. C., tuvo que ceder Egipto, que acogió al macedonio como libertador.

 

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