
Arca de las Reliquias de Oviedo.
Varios documentos fechados entre los siglos XI y XIII hacen referencia al viaje o viajes que habría realizado el Arca de las Reliquias. El más antiguo es un diploma, una especie de acta notarial, del año 1075, donde se recoge la primera apertura oficial del Arca en presencia y por mandato del rey Alfonso VI de León.
En este texto se cuenta cómo en un Toledo amenazado por los invasores musulmanes, se habrían recogido varias reliquias de la zona en una gran caja de madera que, para escapar de la destrucción, habría sido trasladada al norte por cristianos que huían de la corte.
Se guardaría en ese lugar, la basílica de San Salvador, sobre la que actualmente se levanta la catedral gótica y allí sería olvidada largo tiempo. Relata también este documento que, años después, un obispo llamado Ponce intentó abrir el Arca para observar su contenido, pero de su interior salió una gran luz que dejó ciegos a varios de los presentes, impidiéndoselo.
La segunda fuente, posterior, que fue copiada y versionada en varias ocasiones, es obra del obispo Pelayo que ocupó la sede ovetense de 1101 a 1130. Este líder religioso y señor feudal creó, durante su pontificado en Oviedo, un seriptorium o taller de copia en el que se elaboraron varios códices y conjuntos de textos notariales e históricos.
Destaca el Liber Testamentorum Libro de los Testamentos, en el que se recogerían, además de supuestos testamentos de reyes asturianos, las distintas exenciones y privilegios del arzobispado ovetense y las razones históricas que los justificarían. Y ahí es donde encontramos un nuevo relato sobre el Arca.
Según Pelayo, el Arca de las Reliquias habría sido construida en Jerusalén por los mismos discípulos de Jesús, luego llevada a África y de ahí a la Hispania visigoda, huyendo en ambos casos de invasiones o conquistas de pueblos no cristianos.
Con la tercera, la que sufrió la península Ibérica, se haría su tercer traslado, en este caso, a las montañas asturianas. Allí se guardaría en tiendas o cabañas, hasta que fue encontrada por el rey Casto o durante su reinado, que duró entre 791 y 842. Este monarca asturiano estaría entonces construyendo su corte y complejo palaciego, la ciudad de Oviedo, donde decidió levantar un templo para la custodia de este Arca y su contenido. En otros documentos posteriores sería la búsqueda de ese lugar donde guardar las reliquias la que decidiera la localización de la propia capital.
El problema de este relato está en su escasa veracidad, ya que muchos de los personajes que cita Pelayo o eran unos niños o ya habrían fallecido. Por ejemplo, para el scripturium pelagiano, el encargado de llevar las reliquias de Toledo al norte sería el obispo Julián, al final del reinado de Rodrigo. Algo imposible, pues el prelado falleció antes de que éste fuera coronado.
De esta última historia, que pone el origen de la travesía en Jerusalén y coloca Toledo como una etapa más, se harían varias versiones. Alguna, sospechosa de haber sido manipulada, de nuevo, por Pelayo.
Según una investigación del catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo Francisco Javier Fernández Conde, de los 87 documentos que conforman el Libro de los Testamentos de la Catedral ovetense, 25 son falsificaciones, 28 sufren interpolaciones formales, 14 interpolaciones formales y de fondo, 6 son dudosos y tan sólo 14 se pueden considerar plenamente auténticos.
No obstante, no debemos descartar todo lo escrito por Pelayo y su taller. Además, en toda leyenda hay un rastro de verdad. Por ejemplo, el obispo no creó el Arca Santa, pues ya hay testimonios de ella anteriores a su gobierno. En la propia tapa del Arca se encuentra una inscripción que recoge la apertura que ya hemos mencionado y atribuye la decoración en plata a Alfonso VI. Si fuera encargo del propio Pelayo, que quiso afianzar su sede y su prestigio como señor feudal con éstos y otros documentos y acciones, cuesta pensar que no lo dejara inscrito. Tampoco el arzobispo fabricaría el contenido de la misma, pues existen referencias a «reliquias de Oviedo» desde el siglo IX.
Incluso para los más críticos, el Sudario no puede ser posterior al siglo VIII si tenemos en cuenta los recientes estudios. Por cierto, de los relatos recogidos hasta el siglo XIII sólo algunos citan al Sudario en los distintos inventarios que, además, van multiplicando o descendiendo en número de reliquias, de la treintena de uno, a unas noventa en otro.
UN NUEVO ARCA DE LA ALIANZA
En las narraciones de la travesía de las reliquias ovetenses se puede comprobar cómo se acostumbraba a comparar lo que entonces se consideraba de notable importancia con las historias bíblicas. Como explicaba Serafin Moralejo, catedrático español en la Universidad de Harvard, en los textos de esta época se identificaba a los cristianos como el pueblo elegido y a los musulmanes como los enemigos de Israel.
En este contexto, encontramos el Arca de las Reliquias como la renovada Arca de la Alianza, en palabras de la investigadora de la Universidad de Oviedo Raquel Alonso. En varios de los escritos aparece el Ama guardada en Asturias in tabernaculis que vendría a ser en «refugios» o en cabañas o tiendas según la traducción, del mismo modo que el Arca de la Alianza estaría en el Tabernáculo de forma itinerante.
Pelayo, continuando esta historia, habla de Alfonso II como alter Salomon, otro o un nuevo hijo de David, que construyó el complejo palaciego y religioso de Oviedo al modo de Jerusalén. En otros lugares, Oviedo sería la heredera política y religiosa de Toledo, lo que seguiría esta misma línea de ciudades inspiradas en Jerusalén.
En la capital asturiana, San Salvador y el conjunto de iglesias tendrían el papel de Templo de Jerusalén. Y, si seguimos esta sencilla cadena de paralelismo N, el lugar destinado para albergar el , ira de Reliquias sería el Sancto Sanclorum ovetense, es decir, la Cámara Santa.
Este espacio es el único que se conserva con las mismas características con las que fue construido entonces. No era una capilla o zona de la basílica de San Salvador, sino otra iglesia aneja a ésta, construida bajo la advocación de San Miguel. El mismo lugar donde se encuentran actualmente Arca y reliquias, acompañados de importantes joyas medievales asturianas como la Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria.
Según Alonso, para el obispo Pelayo este lugar protegido por los montes asturianos sería idóneo para servir de refugio a tales tesoros de la cristiandad. Si el Arca de la Alianza contenía las Tablas de la Ley judía, el Arca Santa de Oviedo albergaba las importantísimas reliquias que, siguiendo su discurso, otorgarían la importancia que debía tener la sede ovetense y, en su tiempo, el reino asturiano: el mencionado Sudario, un trozo de la Cruz, restos de vestimentas de Cristo, espinas de la corona, sangre del Señor, leche materna de la Virgen, las sandalias del apóstol San Pedro o, entre otras, dos hidras de las bodas de Caná.
Pero, ¿por qué encontramos estos paralelismos y por qué unos objetos religiosos podían constituir una referencia tan importante para los intereses del obispo Pelayo? Por dos razones de peso. La primera era argumentar los privilegios que tenía la sede de Oviedo respecto a otras como Toledo, Braga o Lugo, que pretendían el poder completo del arzobispado ovetense.

Inerior Ermita de la Magdalena en Monsacro.
Así mismo el reclamo de peregrinos; por la causa religiosa y por la económica, pues no hay que olvidar que los obispos eran importantes señores feudales y pretendían la prosperidad de sus territorios. La otra razón es el porqué de la primera. La explicación de que estos objetos pudieran otorgar importancia al lugar. Las reliquias de las que hablamos, como otras de la pasión de Cristo y de importantes episodios bíblicos, son considerados «objetos de poder» y, en muchos casos, guardadas en «lugares de poder».
Según estas tradiciones, Dios había elegido ese lugar para que fueran guardadas y, por tanto, el titular del mismo sería el encargado de custodiarla. Por esa razón, era poderoso. Entra en juego, de esta forma, en concepto de legitimidad: los reyes medievales obtenían el poder por elección divina y, para demostrarlo, en la literatura más o menos oficial de la época se utilizaban estos objetos sagrados que verdaderamente existían y que parecían tener muchas probabilidades de ser veraces.
De esta manera, encontramos sendos relatos que atribuyen poderes milagrosos al Arca Santa y a las reliquias que en ella se encontraban. Por ejemplo, en el ya mencionado documento de la apertura del Arca en 1075: cuando el obispo Ponce de Tavernoles 1025 a 1035 intentó abrirla y habrían salido de ella intensos fogonazos que dejaron ciegos a varios de los presentes.
EL MANUSCRITO 804 DE CAMBRAY Y EL MONSACRO
Otra narración que haría referencia a los poderes de estos objetos la encontramos en el Manuscrito 804 de la Biblioteca de Cambray. Se trata de un conjunto de crónicas, de entre los siglos XI y XII, recogidas en torno el año 1200 y escritas en dicho documento conservado en esa localidad francesa. Después y, hasta el siglo XIX, pertenecieron al coleccionista inglés Sir Thomas Philips, que las guardó en su biblioteca de Cheltenham, en el condado británico de Gloucestershire.
En este manuscrito hallamos una versión distinta del viaje del Arca con posibles inspiraciones de los textos pelagianos, pero, seguramente, escrita un siglo más tarde. Aquí, el Arca habría sido arrojada al mar en Jaffa hoy junto a Tel Aviv y perseguida por dos hombres santos, Julián y Serrano, y, sin necesidad de barco, navegaría hasta Cartago. Se trata, como avisa Andrea Nicolotti de la Universitá degli Studi de Thurín, de una historia semejante a la contada sobre las reliquias de Santiago, siendo sus perseguidores Atanasio y Teodoro. Una nueva relación con otro mito, entre los que no podemos saber cuál es el más antiguo, ya que en ambos encontramos un primer registro del siglo XII.
El texto termina con el relato de otro milagro: se trata de la historia de una mujer endemoniada de Chaca Jacaque acude a San Salvador en busca de un remedio a la posesión demoniaca que sufre. En la iglesia ovetense aparece, a través de esta mujer aragonesa, un demonio en varias ocasiones que, además, iría anunciando sus siguientes visitas. Por fin, la mujer es exorcizada con la ayuda de las reliquias de la Cámara Santa y de la Cruz de los Ángeles.
Este manuscrito inserta por primera vez al Monsacro como lugar donde estaría depositada el Arca antes de su custodia por Alfonso II. Esta montaña ya era considerada mágica desde mucho antes. En ella se han reconocido túmulos mortuorios del Neolítico. Además, hoy en día se siguen recogiendo cardos, como en la Antigüedad, a los que se atribuyen poderes curativos.
Y los peregrinos que acuden al monte, lo siguen haciendo para pedir por los difuntos. Cobra un especial interés que este texto sitúe junto al Monsacro la famosa batalla del caudillo Pelayo, luego primer rey de Asturias, sin hacer mención a Covadonga. En su cima encontramos hoy dos ermitas: la de la Magdalena y la de Santiago.

Cueva del ermitaño.
Ésta, de planta octogonal, tendría, según algunas teorías, un origen templario. Por su forma y por una cruz roja pintada, aunque no se mantiene completa, en el techo de la nave central. Para algunas autores este lugar, punto de confluencia entre la Ruta de la Plata y el Camino de Santiago, sería un enclave importante para la Orden de monjes guerreros, llegando incluso a sostener la hipótesis de que en él buscaran el Arca de la Alianza ola Mesa de Salomón.
De la leyenda de la que sí parece tener constancia el Molisticro o, al menos, alguno de los nombres de su orograrut, es la de Santo Toribio de Astorga. Según esta improbable narración, en el siglo V, Toribio, recibiendo las reliquias de manos del patriarca Juvenal, cuando aquel era sacristán mayor de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, las llevó a Asturias por mar. Luego, las subiría a este monte, parándose a descansar en una peña que por ello sería bautizada como «La silla del obispo».
En lo alto, las escondería construyendo para su protección una iglesia de nombre Santa María del Monsacro, de la que hoy no hay ni rastro. Puede ser que estuviera donde la actual ermita de Santiago, en cuyo interior encontramos en la actualidad una imagen contemporánea que mantiene la devoción a esta advocación mariana y otras de Santiago y Santo Toribio.
ASTURIAS Y LA LEYENDA DEL GRIAL
Si el mito del Arca Santa y su papel en la construcción de la idea del reino de Asturias y su capital estuvo inspirada en el del Arca de la Alianza, Alfonso II y sus crónicas pudieron ser utilizadas de base para una de las leyendas más conocidas, la del Santo Grial. Como en el caso anterior, el Grial no está en una sola obra, sino que son varios los relatos medievales que hacen referencia a este elemento. Pero, el qué tendría que ver todo esto con el Reino de Asturias?
El estudioso alemán Erich von Richthofen planteó en sus Nuevos estudios épicos medievales, algunas teorías que pudieran explicar la base que tomarían Troyes y Eschenbach para sus narraciones, situando la historia en la península Ibérica de la Reconquista. Entre las hipótesis que lanza está la de la posible identificación de Alfonso II «el Casto» con algunos de los personajes de esta historia. Por ejemplo, con «Castus», un personaje cuya esposa quedó viuda manteniendo su virginidad. De una forma similar, Alfonso se casó con Berta, hermana de Carlomagno, con la que guardaría castidad.
O, incluso, el mismo rey Arturo. Pena el de mayor coincidencia sería Anfort as, «el rey pescador», que derivaría de «Al fonstis». Para Richthofen, siguiendo esa línea, San Salvador sería el castillo del Grial o el lugar donde Perceval presencia su ceremonia, Avalón sería Avilés e, incluso, el rey Fruela padre de Alliniso y primer monarca que elige Oviedo estaría presente como Titurel, padre de Anfortas. Personaje que en el Perceval se llama Frolac. Coincidiendo, además, según el autor, la época de construcción de la corte de Oviedo y la del castillo del Grial: el siglo VIII.

Interior Catederal de Oviedo.
Este filólogo alemán, eso sí, comete ciertos errores, como el de nombrar a Alfonso II como rey de Castilla cuando lo fue de Asturias o confundir las capillas de Santa María del Rey Casto con la Cámara Santa. Otra de las presuntas equivocaciones nos da una pista. Dice von Richthofen que Alfonso construyó sus palacios sobre un supuesto barrio ovetense, Monte Santo, lo que nos hace pensar en una confusión con el mencionado Monsacro. De esa firma, el Munsalvaesche o Montsalvat del Pazival donde se custodiaría el Grial pudiera haberse inspirado en la mona asturiana en la que estuvo el Arca Santa y el castillo que se construye para protegerlo con ese complejo de iglesias que hace Alfonso junto a su palacio.
Así, y completando ese estudio, podría significar que las reliquias de ambas historias están relacionadas. El Santo Grial, en una de sus interpretaciones, vendría a ser la copa de la Última Cena que, después de contener la sangre de Cristo crucificado, tras varios periplos llegaría a ese lugar. En el Arca, que viajaría por mar y tierra hasta llegar al Monsacro, también habría des reliquias de sangre de Cristo: un pequeño bote con ella y el Sudario que, en la Cruz, recogería los fluidos sanguinolentos del Mesías. Se piensa, además, que en el Parzival los encargados de custodiar el Grial en Montsalvat eran templarios, los mismos que habrían construido la ermita octogonal del Monsacro.