3.4.- Literatura.

PRECEPTOS ÉTICOS Y TEXTOS MÁGICOS.

La cultura y la sabiduría desarrolladas en el Imperio Antiguo nos han llegado a través de la actividad de escribas que vivieron en épocas posteriores, los cuales copiaron y adaptaron algunos escritos de aquellos tiempos.

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ESCRIBA Estatua de un escriba con el rollo de papiro extendido. El escriba era muy importante en la sociedad egipcia (V dinastía).

LAS NORMAS DEL BUEN COMPORTAMIENTO.

La literatura sapiencial, cuyo objetivo era establecer las normas de buen comportamiento, «vivir según maat.» (según el orden establecido), se presentaba bajo forma de consejos dados por un padre a su hijo. En este género literario, que produjo obras hasta el Imperio Tardío, se cuentan las Enseñanzas de Heredjedef, en las que el personaje de este nombre, hijo de Keops, se dirige a su hijo, Auibra; las Enseñanzas a Kagemni, hijo de un visir del rey Huni (III dinastía), donde se define al hombre sabio como «el silente», y las largas Máximas de Ptahhotep, visir del faraón Dhedkare-Izezi (V dinastía), que rezan: “… No éstes orgulloso de tu saber, déjate aconsejar tanto por el ignorante como por el sabio: no se alcanza el límite del arte, no hay artista dotado de perfección. (…) Si conoces a alguien que discuta en su momento, que sepa dirigir su corazón mejor que tú, dobla los brazos y encorva la espalda. No arremetas contra él, y él no te podrá igualar Podrás humillar a quien habla mal no mostrándole oposición en su momento, y él será considerado un ignorante. Tu autocontrol habrá igualado su riqueza. (…) Si eres un jefe que da órdenes a muchas personas, busca para ti todo tipo de benevolencia, para que tu mando esté exento de maldad. Es la justicia (maat), perdurable y excelente, no se ve alterada por el tiempo de Osiris, y se castiga a quien transgrede las leyes. […]

Observa la verdad, pero no la sobrepases (…).

No hables contra nadie, grande o pequeño: es una abominación para el ka.

Se reconoce a un sabio por lo que sabe, y al noble por su buena acción. Están en equilibrio su corazón y su lengua, son justos sus labios cuando habla, sus ojos ven y sus oídos escuchan lo que es útil para su hijo, que debe practicar la justicia y estar exento de vanidad…».

 

LOS TEXTOS DE LAS PIRÁMIDES

En la literatura del Imperio Antiguo predominaron las composiciones religiosas funerarias, como es el caso de los Textos de las pirámides, así llamados porque están escritos en las paredes interiores de las pirámides de los últimos faraones del periodo (dinastías V y VI). Los Textos de las pirámides transmiten nociones relacionadas exclusivamente con el más allá del soberano e incorporan tradiciones funerarias y religiosas anteriores a su redacción.

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TEXTOS DE LAS PIRÁMIDES Los Textos de las pirámides aparecieron por primera vez en la antecámara y la cámara funeraria (al fondo) de la pirámide de Unis, en Saqqara (V dinastía).

 

Dichos textos aparecían como un corpus, un conjunto de pasajes mágico-religiosos (fórmulas, oraciones o himnos divinos) destinados a garantizar la vida eterna al rey difunto, y su disposición en las cámaras o en los pasillos del monumento tenía una precisa intención ritual. De hecho, en los pasillos aparecía el ceremonial de la sepultura, mientras que en la cámara funeraria se encontraban hechizos para propiciar la protección de las serpientes y la ofrenda funeraria.

A través de su lectura se evidencia una clara distinción entre el destino en ultratumba del rey, esencialmente celestial, y el del hombre normal, que «vivía» en su tumba y, según una interpretación compartida por muchos investigadores, era partícipe de la salvación del soberano, que protegía y representaba a sus súbditos incluso en el más allá.

El § 1695 revela el misterio vinculado a la condición cíclica del periplo solar:

«Ellos (los dioses) te llevarán a la existencia como Ra en su nombre de Kheper; navegarás en su cercanía como Ra en su nombre de Ra; te dirigirás a sus rostros como Ra en su nombre de Atum».

El rey era, al mismo tiempo, Khepri (del verbo kheper, «devenir»), el sol naciente; Ra, el sol en el cenit, y Atum (raíz tem, «no ser», pero también «ser completo»), el sol en el crepúsculo.

 

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