El advenimiento de la III dinastía marcó el inicio del Imperio Antiguo, o periodo Menfita (de su capital, Menfis), que concluiría cinco siglos más tarde, con el final de la VI dinastía. A la progresiva consolidación de la monarquía absolutista por derecho divino, cuyo máximo apogeo fue alcanzado por la V dinastía —que vio a sus soberanos convertidos en hijos del dios-Sol Ra de Heliópolis y la consagración de grandes templos solares en Abusir y Abu Gurob—, se contrapuso en la dinastía siguiente la lenta decadencia de la autoridad real en favor de la aristocracia provincial y de la casta sacerdotal.

ZOSER Estatua de Zoser sentado en el trono, con el manto ceremonial del jubileo y los símbolos del poder: tocado temes y barba postiza.
LOS PRIMEROS FARAONES DEL IMPERIO ANTIGUO
El más célebre de los faraones de la III dinastía fue Zoser (2630-2611 a. C.), cuyo nombre, en la forma Djoser, no está documentado más que en un periodo posterior: en los monumentos de su época solo aparece el «nombre de Horus», es el Netjerirjet.

LA PIEDRA DE PALERMO Fragmento de la Piedra de Palermo, valiosa estela de basalto que reproduce los nombres de los reyes que gobernaron Egipto desde la prehistoria hasta la V dinastía.
El «nombre de Horus» es el elemento de titulación real más antiguo, generalmente dentro de un serej, representación estilizada del palacio real rodeado de baluartes y con pórtico monumental. A Zoser y al ingenio de su arquitecto, Imhotep, se debió la realización del gran complejo funerario de Saqqara, dominado por la pirámide escalonada que indicaba la sepultura del monarca. A escasa distancia, en dirección suroeste, su sucesor Horus Sejemjet (2611-26O3 a. C.), mandó construir para sí mismo un monumento itinerario semejante, inconcluso, que comprendía también una pirámide escalonada rodeada de imponentes muros. Del mismo estilo es la tumba inacabada del faraón siguiente, Jaba (2603-2600 a. C.), una de cuyas dos pirámides fue hallada en Zawyet el-Aryan, una localidad situada en la orilla occidental del Nilo, entre Guiza y Abusir. Se desconoce el lugar de sepultura del último rey de la dinastía, Huni (2600-2573 a. C.), pero quizá pudiera hallarse en la pirámide de Meidrum, localidad próxima a la región de El Fayum. El rey pudo haber realizado únicamente el núcleo central escalonado, que habría sido revestido por su hijo, Esnofru (Snefru), confiriéndole el aspecto de una auténtica pirámide. Algunos monumentos hallados en el Sinaí dan fe de las expediciones mineras a la región organizadas por Sejemjet, rival de Zoser, que impuso su autoridad incluso en Nubia.
KEOPS, KEFRÉN Y MICERINOS

VISTA DE GUIZA La zona arqueológica de Guiza, donde se alzan la pirámide de Keops (derecha) y la de Kefrén, unida por la rampa procesional al templo y a la Esfinge, guardián de la necrópolis.
El rey Esnofru fundó la IV dinastía L1(2575-2551 a. C.), cuyas gestas conocemos gracias a la Piedra de Palermo, un fragmento de estela de basalto que data de la V dinastía y contiene los anales de las primeras dinastías. En ella están registradas las campañas militares del rey en Nubia y Libia: de la primera regresó victorioso con 7.000 prisioneros; de la segunda, con 11.000 hombres y 13.000 cabezas de ganado. Algunas pinturas halladas en la zona de Uadi Maghara, que se extiende por la península del Sinaí, a unos 225 kilómetros de El Cairo, conmemoran sus hazañas en la región, lugar extracción de turquesas y cobre. En territorio egipcio, Esnofru fue promotor de importantes construcciones: aparte de las tres pirámides que se le atribuyen —la primera erigida en Meidum y las otras dos en Dahshur—, el documento mencionado cita templos, fortalezas, mansiones, embarcaciones y estatuas de oro y de bronce.

LAS PIRÁMIDES DE GUIZA Las pirámides de Guiza vistas desde el Nilo, en una célebre litografía del pintor escocés David Roberts (17961864), que viajó a Egipto en 1838.
La literatura de épocas posteriores recuerda a Esnofru como un soberano benévolo y querido por el pueblo. En cambio, la historia ha sido parca a la hora de entregamos documentos referentes a los reinados de tres de sus sucesores, cuyo recuerdo, por fortuna, ha quedado inmortalizado en las grandes pirámides erigidas en la meseta de Guiza: la mayor es una de las Siete Maravillas de la Antigüedad, salvada de la destrucción. Keops (Khufu, 2551-2528 a. C.), Kefrén (Khaefra, 2520-2494 a. C.) y Micerinos (Menkaura, 2494-2472 a. C.) demostraron con la creación de estos impresionantes complejos arquitectónicos el poder universal que ostentaban, derivado de su naturaleza divina y capaz movilizar a todo el país, regido por una poderosa administración centralizada aseguraba prosperidad económica y mano de obra en abundancia. La riqueza de los objetos funerarios que se han perdido puede ser intuida por el espléndido ajuar, saqueado en la antigüedad, de la reina Hetepheres, principal consorte de Esnofru y madre de Keops, actualmente conservado en el Museo Egipcio de El Cairo.

RAMPA DE UNIS La rampa procesional empedrada, que conducía del templo mayor al templo funerario del rey Unis, en Saqqara, estaba revestida y adornada originalmente con bajorrelieves de excelente calidad.
Djedefra (2528-2520 a. C.), el primer soberano en declararse «hijo de Ra», y Shepseskaf (2472-2465 a. C.) eligieron como lugar de sepultura, respectivamente, Abu Roash, al norte de Guiza, y Saqqara (Mastabat Faraun), mientras que un segundo conjunto de pirámides en Zawyet el- Aryan sería atribuible a un faraón cuyo efímero reinado puede situarse entre el de Djedefra y el de Kefrén.
En la IV dinastía, los faraones llegaron a Libia, Nubia y el Sinaí, no solo con el objetivo de proteger y ampliar las fronteras de Egipto, sino también para asegurarse, a través de conquistas o intercambios comerciales, materias primas y productos de lujo. Las relaciones comerciales con Líbano, lugar de procedencia de la valiosa madera de cedro, comenzaron ya en el periodo Tinita.

PAPIRO DE ABISUR Uno de los Papiros de Abusir. En él aparece la contabilidad mensual de las «Ofrendas llevadas al templo funerario del rey Neferirkare desde su templo solar», en caracteres hieráticos y jeroglíficos (V dinastía).
EL DESMORONAMIENTO DEL PODER CENTRALIZADO
Las pirámides edificadas en Abusir y Saqqara por los soberanos de la V dinastía son de proporciones menores que las anteriores, y en esa moderación se pueden percibir los primeros signos del debilitamiento del poder centralizado. De hecho, algunas necrópolis particulares, que en las dos dinastías anteriores se ceñían exclusivamente a los alrededores de las sepulturas reales, surgieron incluso en las provincias de origen de sus propietarios, donde los elementos decorativos de las tumbas adquirieron una gran riqueza iconográfica y un enorme refinamiento en su realización.

CÁMARA FUNERARIA Cámara funeraria de la pirámide de Unis, en Saqqara, con el techo estrellado, promesa del más allá celestial para el faraón difunto
En Abusir se descubrieron asimismo el monumento funerario del rey Sahure (2458-2446 a. C.), con un templo anexo, y el de Neferirkare-Kakai (2446-2426 a. C.),en cuyo templo funerario fue hallado un nutrido archivo, los Papiros de Abusir, importante testimonio de la organización de los cultos funerarios reales desde el reinado de Dyedkare-Izezi hasta el de Pepi II.

ESTATUA DE PEPI II Pequeña obra escultórica de calcita que representa a Pepi II sentado en las rodillas de su madre, Ankenesmerira II, cuyo rango de reina está indicado por el buitre (le falta la cabeza) colocado sobre el tocado remes (VI dinastía),
El último rey de la V dinastía, Unas (Onos) (2356-2323 a. C.), introdujo una importante innovación al mandar grabar en las paredes interiores de su pirámide textos funerarios, conocidos con la denominación moderna de la VI dinastía se recuerda por las importantes operaciones militares y comerciales llevadas a cabo en Libia, Palestina y, por el sur, hacia la Baja Nubia y Punt, la legendaria tierra ya alcanzada durante Ia V dinastía y localizada, según las fuentes, en Somalia, Sudán o Eritrea. Las autobiografías de algunos altos funcionarios, como Unis, que vivió en la época de Teti (2323-2291 a. C.), Pepi I (2389-2255 a. C.) y Merenre (2255-2246 a. C.),o Herkuf, gobernador de Asuán bajo los reinados de Merenre y de Pepi lI (2246-2152 a. C.), nos dan a conocer sus vicisitudes históricas, siempre dominadas por la figura magnificada del rey, pero muestran por primera vez un marcado individualismo expresado en el orgullo de las propias gestas. Se considera que a la caída del Imperio Antiguo contribuyeron varios factores, entre los cuales se cuentan cambios climáticos que ocasionaron sequías y carestía, el derroche de recursos materiales y humanos destinado a las grandes obras arquitectónicas, que vació las arcas del Estado y suscitó el descrédito de la autoridad real, y por último, el creciente poder de los gobernadores de las provincias, cuyas funciones se volvieron hereditarias.
LA FUNDACIÓN DE MENFIS
El traslado de la capital al norte del país, tal vez ya efectuado durante la II dinastía, se concretó en la elección de Ineb-hedj, el «Muro Blanco», la fortaleza que, según Manetón, fue edificada por Menes en el estratégico punto en que se unían el Deltay el Valle del Nilo (el Bajo y el Alto Egipto). El nombre de la pirámide de Pepi I, Merznefer, «Estable es la perfección», sería asignado a toda la ciudad, que se convertiría en Menfis (así llamada por los griegos). En la ciudad, consagrada al dios Ptah, también se veneraba a Sokar, Señor de la necrópolis, que surgió en Occidente durante el periodo Tinita. Según algunos investigadores, Sokar derivaría del árabe Saggara, con el que se conoce esta vasta necrópolis.
De la grandiosa ciudad, durante milenios importante centro político, religioso y comercial del país, quedan pocas ruinas. De uno de sus templos, Hut Ida Ptah, «Morada del ka de Ptah», los griegos habrían extraído el nombre Aigyptos, del cual deriva Egipto.
LA CIUDAD DE LOS CONSTRUCTORES DE LAS PIRÁMIDES

FABRICACIÓN DE LADRILLOS Para las construcciones comunes, el material más utilizado era el ladrillo crudo. La ilustración, extraída de la tumba tebana del visir Rekmira (XVIII dinastía), muestra las dietas fases de fabricación: los ladrillos `están modelados en moldes de madera y puestos a secar al sol en hileras ordenadas.
El egiptólogo Zahi Hawass, subsecretario de Estado egipcio y encargado de los monumentos de Guiza, descubrió la ciudad y la necrópolis de los constructores de las pirámides, una pirámide de culto de Keops, y restauró la Esfinge. Estos asentamientos han sido identificados recientemente en la zona sureste del área arqueológica de Guiza, y su exploración continúa en la actualidad. Su importancia reside en la confirmación de que las pirámides no fueron construidas por esclavos, sino por mano de obra compuesta por campesinos a los que se imponía, durante las estaciones en que no les reclamaban las labores de la agricultura, ejercer profesiones más cualificadas (agrimensores, arquitectos, capataces y obreros especializados). Estos descubrimientos nos han permitido ampliar nuestros conocimientos sobre la organización del trabajo en el Imperio Antiguo. Los obreros se distribuían en equipos divididos en cuatro grupos, cada uno de los cuales recibía un nombre y estaba dirigido por un capataz. Han sido hallados dibujos pintados en la segunda de las cámaras de descarga de la pirámide de Keops, dentro de las fosas para las embarcaciones del lado oriental de la pirámide, y en algunos bloques meridionales de la pirámide de la reina Henutsen, su consorte.
UR Y EBLA

EL PALACIO REAL DE EBLA El palacio real de Ebla, floreciente civilización urbana de mediados del tercer milenio.
En torno a 2700 a. C., Mesopotamia, la «Tierra entre dos ríos», estaba salpicada de ciudades-estado, entre las cuales se encontraba Ur. La necrópolis de los Señores de Ur, anteriores a la primera dinastía oficial de la ciudad, suscitó alboroto en el momento de su hallazgo, en 1927, por parte de una misión conjunta del British Museum y la Pennsylvania University dirigida por sir Leonard Wolley. En las tumbas, contemporáneas de la III dinastía egipcia, y compuestas por sencillas cámaras de ladrillo y piedra construidas en el fondo de grandes fosas, se encontraron, aparte de una extraordinaria cantidad de objetos valiosísimos, los cuerpos de dignatarios, sirvientes, músicos y animales sacrificados para que acompañaran al más allá a su señor difunto. Hacia 2300 a. C., Sargón el Grande, fundador semita del imperio acadio, sometió a los sumerios. Entre sus gestas se contó, además de la fundación de la capital, Acad, adonde arribaban barcos cargados de valiosas mercancías procedentes del golfo Pérsico y de la India, la conquista de numerosas ciudades, entre ellas Ebla.

El zigurat de de Ur, ciudad sumerja cuya rica necrópolis es de la época de la III dinastía egipcia.
Ebla constituye otra referencia fundamental de una floreciente cultura urbana en la Siria de mediados del tercer milenio a. C. Tras el saqueo llevado a cabo por Sargón, la ciudad fue reconstruida en las primeras décadas del segundo milenio a. C., y destruida definitivamente por los hititas hacia 1600 a. C. El centro urbano fue descubierto en 1964 en Tell Mardikh, a unos 60 kilómetros al sur de Alepo. Las excavaciones, todavía en curso, sacaron a la luz, en el Palacio Real G, un cuenco con el nombre de Kefrén (IV dinastía) y una tapa de calcita alabastrina que lleva la inscripción real de Pepi I, faraón de la VI dinastía, enlazando la cronología de Mesopotamia, Egipto y Siria.