La deforestación es la eliminación del bosque a fin de adaptar el terreno para usos no forestales, como campos de cultivo o ranchos de ganado, o para el desarrollo en forma de viviendas, industrias o vías de transporte. Aunque no sea destruido por completo, el bosque se puede degradar al talar selectivamente árboles maduros y valiosos, como la teca, u otros árboles para construir una carretera. Esto puede tener un efecto desproporcionadamente negativo sobre la biodiversidad del bosque, aunque la mayoría de los árboles permanezcan en pie. Otra forma de deforestación se da al despejar bosque primario para sustituirlo por monocultivos, siendo el aceite de palma en Indonesia un ejemplo notorio.
La deforestación afecta a hábitats de bosque de todo tipo, pero la pluvisilva tropical el bosque húmedo de hoja ancha que se da entre los trópicos de Cáncer y Capricornio es la más gravemente afectada. La preocupación al respecto surgió en la década de 1970, cuando el activista Chico Mendes luego miembro fundador del Consejo Nacional de Recolectores de Caucho de Brasil hizo llamamientos al gobierno brasileño para crear reservas forestales de las que la población local pudiera extraer de forma sostenible productos naturales tales como frutos secos, frutas y fibras. La campaña de Mendes, que iba a costarle la vida, puso de relieve el daño ecológico causado por la tala de bosques.
Necesidad humana
La humanidad se ha servido de los árboles desde sus mismos inicios. En el Neolítico se talaban para obtener combustible y para construir refugios y cercos. Se han encontrado hachas de piedra para cortar madera de hace 5000 años, así como talleres de fabricación de hachas de la misma época en Europa y América del Norte. Durante la Edad Media, al crecer rápidamente las poblaciones de Europa occidental entre 1100 y 1500, tuvo lugar una deforestación general. Los bosques se despejaban para cultivar la tierra, y la madera servía para construir viviendas y barcos, así como para fabricar arcos, herramientas y otros utensilios.
Se talaron árboles a una escala industrial en Europa central e Inglaterra para producir carbón vegetal, un combustible importante hasta su sustitución por el mineral, por arder a mayor temperatura que la leña. Hubo un ejemplo temprano de producción sostenible en Inglaterra, donde muchos bosques se gestionaban como sotos cuyos árboles se podaban para obtener un suministro cíclico de carbón, permitiéndoles crecer de nuevo. Con todo, en el siglo XVII, Inglaterra tenía que importar madera de los países bálticos y de Nueva Inglaterra para la construcción naval.

Tala de árboles.
La tala del bosque primigenio se aceleró a escala global entre 1850 y 1920, con las mayores pérdidas en América del Norte, el Imperio ruso y el sureste de Asia. En el siglo XX, el foco se desplazó a los trópicos, sobre todo a la pluvisilva tropical. De esta se ha destruido la mitad desde 1947, cayendo el porcentaje de la superficie de las tierras emergidas que cubría del 14 al 6 %.
Se estima que se pierde un área de bosque equivalente a 27 campos de fútbol por minuto. Algunas regiones se han visto más afectadas que otras: en Filipinas se ha despejado el 93 % del bosque tropical de hoja ancha; en Brasil, el 92 % del bosque atlántico; en China ha desaparecido el 92 % del bosque templado de coníferas del suroeste; y se ha despejado el 90 % del bosque seco de hoja ancha en California.
Efectos sobre la biodiversidad
Según estimaciones recientes, casi la mitad del bosque que se despeja se destina a la agricultura de subsistencia, y un tercio de él, a otros intereses económicos. El resto se debe al desarrollo urbano, la tala selectiva de maderas de calidad, la minería y cantería y la tala para leña. El medio sufre en todos los casos, y la biodiversidad en particular, pues es muy limitado el número de especies de mamíferos, aves e invertebrados que puede vivir en la pradera o en una plantación de palma aceitera, y menor aún el de especies capaces de habitar entornos industriales o urbanos. También los conflictos humanos destruyen bosques: el peor ejemplo fue el uso del Agente Naranja como herbicida defoliante en la guerra de Vietnam.
La pluvisilva
La destrucción de la pluvisilva supone una amenaza grave para la biodiversidad global, ya que se estima que en este hábitat vive entre la mitad y dos tercios de las plantas y animales del mundo. Se han identificado entre 1,5 y 1,8 millones de especies —en su mayoría insectos, seguidos de plantas e invertebrados— en las pluvisilvas, y faltan aún otras muchas por descubrir y describir. En Borneo (Indonesia), por ejemplo, un área de solo 0,5 km2 puede contener más especies de árboles que la superficie combinada de Europa y América del Norte. Esta biodiversidad es de importancia vital para los seres humanos, y no solo porque la mayoría de los nuevos medicamentos proceda de plantas, lo cual hace que la erradicación de la pluvisilva destruya curas potenciales para enfermedades.

Asentamientos humanos.
Las pluvisilvas, junto con todos los demás bosques y árboles, actúan como una esponja de las precipitaciones. Al absorber humedad, las raíces limitan la cantidad de agua que discurre por la superficie. Cuando se quema el bosque o se tala, el suelo pierde muchos de sus nutrientes, y si está en una superficie inclinada, se perderá el propio suelo y no podrá crecer planta alguna. Los barrancos profundos pueden socavar árboles que se han salvado de la tala, y las lluvias fuertes pueden causar flujos de lodo catastróficos, cada vez más frecuentes, que lo destruyen todo a su paso, asentamientos humanos incluidos. En mayo de 2014, por ejemplo, las lluvias en las laderas deforestadas de la isla La Española, en el Caribe, causaron avalanchas de barro e inundaciones que mataron a más de dos mil personas. Durante periodos secos prolongados, en cambio, el suelo expuesto se seca antes que las áreas arboladas, y es más vulnerable a la erosión eólica.
Avivando el calentamiento global
Quemar madera o bosques añade dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Las plantas vivas de todas clases, en cambio, reducen el CO2 al absorber el gas de efecto invernadero durante la fotosíntesis, contrarrestando así el impacto dañino de la actividad humana. A escala global, los bosques absorben 2400 millones de toneladas de CO2 al año. A ecologistas y climatólogos les preocupa el desastre que puede causar la eliminación de grandes extensiones de bosque tropical.
Reforestar la Tierra
Actualmente, un 31 % de la superficie emergida de la Tierra está cubierta de bosques, pero la cifra no deja de menguar en algunas partes del mundo. Hay regiones, sin embargo, como Europa, donde el área de bosque se está expandiendo de forma gradual. Entre otras medidas para restringir la deforestación, las comunidades reciben fondos públicos para conservar el bosque y crear reservas extractivas en las que la población local puede cosechar productos de forma sostenible.

Deforestación en el Amazonas brasileño.
Desde un punto de vista global, es necesario encontrar fuentes alternativas de combustible, así como nuevas maneras de desarrollar tipos de agricultura menos dependientes del suelo. Algunas naciones han asumido el liderazgo en programas de reforestación. Por ejemplo, en la costa de Senegal hay un proyecto en marcha en el que la población de quinientas aldeas ha plantado 150 millones de mangles, restaurando el manglar en beneficio de la pesca y protegiendo los arrozales del influjo de agua salada. En China se fijó como objetivo repoblar 6,6 millones de hectáreas en 2018, un área equivalente a la de Irlanda; en 2000, la proporción de China cubierta de bosque había caído al 19 %, pero se pretende llegar al 20 % en 2020 y al 26 % en 2035.
ADEMÁS
EN CONTEXTO
FIGURA CLAVE
Chico Mendes (1944-1988)
ANTES 1100-1500
Se tala el bosque templado de gran parte de Europa occidental y central.
1600-1900 Se talan los bosques de América del Norte.
Finales de la década de 1970
Se acelera drásticamente la tala de la pluvisilva tropical, sobre todo para crear ranchos.
DESPUÉS
2008 La ONU lanza el programa de Reducción de Emisiones causadas por la Deforestación y la Degradación (REDD).
2010 EE UU convierte 21 millones de dólares de la deuda brasileña en un fondo para proteger la pluvisilva costera.
2015 El acuerdo de París, de la ONU, establece objetivos contra el cambio climático y el calentamiento global.
Chico Mendes
Mendes, nacido en Brasil en 1944, hijo de uno de los 50000 miembros del «ejército del caucho», que recolectó caucho para el esfuerzo bélico aliado en la Segunda Guerra Mundial, empezó a recolectar ese látex con nueve años. Influido por la teología de la liberación, ayudó a fundar una rama del Partido de los Trabajadores, y se convirtió en líder del sindicato de recolectores de caucho.
Mientras se talaban grandes áreas de pluvisilva para la cría de ganado, Mendes hizo pública la lucha de los recolectores por salvar la selva. Viajó a Washington D.C. para convencer al Banco Mundial y al Congreso para que no financiaran nuevos ranchos. Su propuesta consistía en proteger las zonas de bosque como reservas extractivas públicas, gestionadas por parte de las comunidades locales con derecho a explotar sus productos de manera sostenible. Los ganaderos se sintieron amenazados, y uno de ellos, Darcy Alves, le mató de un disparo en 1988. Tras su muerte se estableció la primera reserva, de un millón de hectáreas de bosque en torno a Xapuri, su pueblo natal.
Reforestar el Amazonas
En torno a un 17 % de la selva amazónica se ha perdido desde mediados de la década de 1970. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en 2015, Brasil se comprometió a repoblar 12 millones de hectáreas antes de 2030. En 2017, Conservation International, en colaboración con el gobierno brasileño, puso en marcha el mayor programa de reforestación en la zona hasta la fecha actual, que añadirá 73 millones de árboles por siembra y trasplante.

Reforestación.
Las comunidades locales participan en la realización del programa por medio de la muvuca, consistente en sembrar semillas de más de doscientas especies nativas en cada metro cuadrado de tierra. Requiere mucha menos mano de obra que el trasplante de brotes, y reforesta rápidamente la tierra, con un rendimiento de 2500 plantas por hectárea. Además de la siembra, también se trasplantarán árboles con el fin de enriquecer el bosque secundario y reconvertir pastos en bosque.
El humo contaminante se eleva desde la selva quemada para dejar sitio a la agricultura, en Brasil, donde se estima que se despejan 1,1 millones de hectáreas de pluvisilva al año.
Sustituir árboles por asentamientos humanos desestabiliza el suelo de las laderas, lo cual produce catastróficas avalanchas de lodo, como esta en Sierra Leona, en 2017.
La primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz (2004), Wangari Maathai, inició un programa comunitario de replantación para combatir la erosión y la desertificación en Kenia.

El Moderata Resolution Imaging Spectroradiometer (MODIS) de Terra, un satélite del sistema de observación de la Tierra de la NASA, captó esta imagen en el estado brasileño de Rondönia el 30 de julio del 2000. Muestra los efectos del desarrollo sin restricciones sobre una enorme zona de lo que solo treinta y cinco años antes era, en su mayor parte, selva virgen. En el extremo de las zonas arboladas (verde oscuro) la deforestación sigue un característico modelo en V: las madereras introducen una carretera en la selva y talan los árboles adyacentes: después llegan los colonos y siembran el terreno recién despejado, o lo utilizan como pasto para el ganado. La pérdida de cubierta forestal provoca la erosión del suelo, que deja más tierra árida (marrón claro). Terra se lanzó en -1999 como parte del programa de la NASA para hacer un seguimiento de los cambios terrestres, marítimos y atmosféricos, causados en gran parte por los humanos, aunque no siempre. Su sensor MODIS crea una imagen electromagnética de todo el planeta cada dos días y permite detectar incluso pequeños cambios. Puede cartografiar la reflectancia superficial y la tempera-tura de la superficie terrestre y distinguir once tipos de vegetación, así como áreas sin vegetación, diecisiete tipos de cobertura del terreno en total.