
Halajá ceremonia Nupcial.
Halajá, el corazón del judaísmo
La religión judía impide un ingreso sistemático de creyentes, pese a que se han producido repetidos intentos por establecer esta medida. Tales tentativas quedan frustradas «porque el judaísmo nunca se ha ocupado de edificar su doctrina lógicamente». Se trata más bien de constituir una compilación de usos, «un código de conductas religiosas que fijarían un modo de vida religiosa». La Torá, el libro sagrado de los judíos, les impone a éstos un total de 613 obligaciones religiosas. Los doctores rabínicos se han ocupado en todos los tiempos de realizar su interpretación literal.
Ahora bien, muy pocos lo han hecho con el objetivo de fijar un dogma básico judío. «La teología del judaísmo está contenida en gran medida en la Halajá, el corpus jurídico judío, que aborda no la teoría sino primordialmente la práctica». El judaísmo se apoya en dos aspectos ante todo: en la omnipotencia de Dios y en la santidad del individuo. La Halajá también refleja estos dos aspectos.
El camino que uno recorre
«Halajá es el nombre de la ley judía. La Halajá se basa, en primer lugar, en preceptos de la Torá escrita y oral y en toda la jurisprudencia rabínica y las disposiciones, incluidas las decisiones judiciales de índole religiosa, que a lo largo del tiempo se pusieron por escrito en forma de comentarios de grandes doctores rabínicos» (4). Halajá, que significa «el camino que uno recorre», implica, por tanto, una praxis, no una teoría. Le atañe la aplicación correcta de los preceptos (mitzvot) en cada situación. La Halajá tiene que ver con obligaciones, no con conocimientos religiosos. Por esta razón, la Halajá, entendida como sistema jurídico, abarca todos los aspectos y todo tipo de relaciones vitales, ya sea entre los hombres o entre el individuo y Dios.
Preceptos para todos los aspectos de la vida
La Halajá tiene que ver no sólo con los ámbitos que se consideran propios del ritual y la religión, sino también con aquellos que los eruditos no judíos asignan a la moral o al derecho civil o penal. La Halajá es, por tanto, de carácter universal, porque la religión judía también se concibe como tal.
Ninguna faceta humana es ajena a esta religión. Para todo existen pautas muy claras, y todos los aspectos de la vida están regulados por una directriz de la Halajá, «ya se trate de los hábitos alimenticios de una persona, su vida sexual, su ética y su vida profesional, sus diversiones, sus implicaciones artísticas; todo está tutelado por la ley religiosa, los valores religiosos y las directrices espirituales del judaísmo». Sin embargo, esas pautas tan precisas que determina la Halajá únicamente son seguidas por los judíos ortodoxos.

Rabinos.
Las razones de la abundancia de preceptos
Una abundante bibliografía da cuenta de los intentos de explicar las razones de todas las leyes de la Torá, así como las de las muchas reglas y usos que han surgido a lo largo de la historia judía. La propia Torá no aporta para la mayoría de los preceptos ninguna razón específica» La explicación de por qué debe someterse un judío devoto a normas tan estrictas se encuentra en el hecho de que así se revela como servidor obediente de Dios.
Ejecuta fielmente todos los preceptos. Pero esto no ha apartado a los judíos del deseo de comprender las diferentes leyes y normas. Y en el transcurso de la historia muchos rabinos han tenido auténticos quebraderos de cabeza sobre esa cuestión. Su búsqueda, independientemente de sus resultados, siempre es expresión de un esfuerzo por aproximarse a los designios divinos.
ADEMÁS
Adonái Adonái (en hebreo, «Señor») es el nombre de Dios que en los escritos religiosos (Torá y Talmud) solamente puede pronunciarse en el tetragrama Yavé, formado por las cuatro letras hebreas YHVH. Los judíos devotos tampoco pronuncian ni escriben el tetragrama. En los servicios religiosos, en lugar del tetragrama se emplea el nombre Adonái o hashem («el nombre»).
Se emplea la designación Ado’Shem cuando se cantan textos de la Torá o el Talmud al margen de los oficios religiosos (por ejemplo, en ensayos), para no reducir a Dios, el Creador, a un concepto humano.