CORTESANAS.

Dominaba a los hombres de Estado más influyentes». «Tenía una rara sabiduría política». «Le escribía los discursos a Pericles». Estos y otros elogios dedicaron autores griegos y romanos a un personaje de enorme influencia en la Atenas helenística del siglo V a. C. No hablaban de un filósofo ni de un político, sino de una hetaira cortesana  llamada Aspasia de Mileto. Las mujeres como ella eran extranjeras de gran atractivo a las que se entrenaba desde la infancia para alegrar los banquetes, que entonces eran el sumun de la diversión de los varones. Sus servicios incluían los favores sexuales, pero aportaban también sus dotes como inteligentes conversadoras y sus habilidades en la música y la danza. El orador ateniense Demóstenes resumió así el lugar que ocupaban ellas en la vida de los más acaudalados: «A las hetairas las tenemos para el placer; a las concubinas, para que nos cuiden diariamente; y a la esposa, para procrear legítimamente y tener una fiel guardiana de los bienes de la casa». Las cortesanas, cuya capacidad de brillar en la conversación, las artes y la cultura las distingue de las prostitutas, existen desde muy antiguo, y en civilizaciones muy dispares: desde las hetairas griegas a las oirán japonesas o las odaliscas turcas.

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Aspasia de Mileto.

Aspasia, primera cortesana conocida, reunía todas estas cualidades; y gracias a ellas conquistó al gran Pericles, que llegó a legitimar al hijo que tuvieron pese a que las leyes lo impedían. Resultaba tan buena oradora que se llegó a decir que daba clases de retórica a las atenienses de buena cuna. Y eso que ella ni siquiera era una ciudadana, ya que había nacido en Mileto. De hecho, las jóvenes de Atenas no podían ser hetairas, ya que se las reservaba para el matrimonio. Eso llevó a otra paradoja: estas cortesanas extranjeras eran las únicas mujeres que gozaban de libertad de movimientos y vida social en la sociedad ateniense, que era muy opresiva con la mujer. Incluso podían poseer muchos bienes.

 

LAS HETAIRAS

Precisamente, para conservar el afecto de sus amantes más generosos, las Hetairas, refinaban sus técnicas, como se relata en este consejo de seducción que el escritor griego Alcifrón puso en boca de una de ellas: «Uno de los trucos principales de las que practican nuestra profesión es posponer el momento del disfrute y, despertando las esperanzas, mantener a los amantes en nuestro poder… Unas veces estaremos ocupadas o indispuestas, o cantaremos, tocaremos la flauta, bailaremos o prepararemos la cena, o decoraremos la habitación, bloqueando así el camino a esos placeres íntimos que, de otra forma, con seguridad se marchitarían pronto».

1-Friné, hetaria.metirta.online

Friné, hetaria.

Otra gran hetaira griega fue Friné, amante del escultor Praxíteles, quien se inspiró en ella para crear su Afrodita de Cnido, entre otras muchas esculturas que representaron a la diosa en su plenitud. Para tantas sirvió de modelo que fue acusada de impiedad el mismo delito que le costó la vida a Sócrates y la llevaron a juicio. Salió en su defensa el orador Hipérides, pero este, al constatar que sus argumentos no convencían a los magistrados, hizo caer el vestido de Friné, que se quedó desnuda ante los sorprendidos miembros del tribunal. Hipérides les dijo que no se podía privar al mundo de semejante belleza… y, efectivamente, la absolvieron.

 

CORTESANAS DEL MEDIEVO

También abundaron las cortesanas en el Medievo, sobre todo en el entorno de los monarcas; porque si la corte era la familia ampliada de un rey, las damas que formaban parte de ella eran, en muchos casos, sus compañeras de alcoba. En el Imperio bizantino encontramos a una prostituta que llegó a emperatriz: Teodora (500-548), hija de una familia circense su padre era domador de osos; y su madre, bailarina, se casó nada menos que con Justiniano, quien, como había hecho siglos antes Pericles, cambió las leyes para beneficiar a su favorita; en este caso, con el objetivo de facilitar el matrimonio. Sin embargo, normalmente las relaciones entre poderosos y cortesanas se llevaron con mucha discreción por imperativo religioso, ya que el cristianismo penaba estos vínculos por no ser legítimos.

2-Murasaki Shikibu.metirta.online

Murasaki Shikibu.

Debemos viajar hasta el Japón medieval para encontrar un ambiente cortesano más desenfadado. Allí, en el siglo X, las mujeres participaban de forma activa en la vida de la corte imperial de Heian actual Kioto, en la que se permitía una notable liberalidad. El nivel cultural de ellas era tan alto que surgió un notable círculo literario femenino, en el que destacó la aristócrata Murasaki Shikibu, que escribió Historia de Genji, el mayor clásico japonés. En él, la autora reflejó el hedonismo reinante, y lo hizo a través de los amoríos de un príncipe ficticio, Hikaru Genji, con todo tipo de mujeres del círculo del emperador, desde las que eran integrantes de las familias más nobles hasta las esposas e hijas de los altos funcionarios. Quizá por ello no sea de extrañar que en Japón surgieran las geishas. Aunque eso sería siglos más tarde.

 

LAS CORTES FEMENINAS

Las cortes femeninas llegaron a Italia con los cambios traídos por el Renacimiento; En los albores del siglo XVI, Isabel de Este, marquesa de Mantua, y su cuñada Elisabetta Gonzaga, duquesa de Urbino, las promovieron: las damas debían ser cultas, con dotes para la conversación, interés por el arte y una cierta relajación en las costumbres. Baltasar Castiglione, autor de El cortesano (1528) que fijó los modos de las cortes europeas para los siglos venideros, consideraba a la duquesa de Urbino como el ideal de mujer, situada por encima de las convenciones y con gran independencia de expresión. En su obra, aconsejaba a la dama perfecta no arredrarse ante conversaciones un tanto lascivas.

4-Isabel de Este (1474-1539).metirta.online

Isabel de Este (1474-1539).

Por su parte, Isabel de Este convocaba en sus estancias privadas, llenas de obras de arte y libros, a un círculo de literatos y artistas, así como a sus doncellas, jóvenes que, según la historiadora Verena von der Heyden-Rynsch, «preferían adoptar unos modales más bien desenfadados». Cuando acudió allí un enviado del emperador Maximiliano I de Habsburgo, dejó escrito que en aquel lugar «solo se habló del amor por delante y por detrás… con mucha indecencia, pero siempre dulcemente».

En ese mismo siglo, Venecia se convirtió en el Camelot de las cortesanas. Los banquetes, en los que convergían suntuosidad, placer e ingenio, inspiraron a Pietro Aretino sus Diálogos de cortesanas, repletos de mordacidades. Incluso se instituyó la figura de la llamada cortigiana onesta (en castellano, “cortesana honesta”), capaz de satisfacer a sus distinguidos clientes no solo en la cama, sino también en el plano intelectual, y se confeccionó un directorio llamado Catálogo de todas las principales y más honradas cortesanas de Venecia, con sus nombres, direcciones y tarifas.

Una de ellas fue Verónica Franco, que se hizo famosa por ser además una notable poetisa. Su nombre corrió de boca en boca, y el propio rey de Francia, Enrique III, pidió pasar una noche con ella durante una visita a Venecia, en 1574.

A partir de 1600, en el Japón del emperador y los shogunes señores feudales, el Gobierno estableció en las ciudades los llamados barrios de placer.

5-Grupo de oiran en Japón 1600.metirta.online

Grupo de Oiran en Japón 1600.

Allí surgió un tipo de prostituta llamada oirán, que no solo proporcionaba servicios sexuales, sino que entretenía a la clientela con su música, bailes, poesías, caligrafías y conversaciones. Se hicieron famosas por sus espectáculos eróticos, de los que derivó el teatro kabuki. Estas cortesanas de lujo eran seleccionadas por su belleza desde la infancia sus padres las vendían con apenas diez años y entrenadas en todas las disciplinas que debían dominar.

 

FRANCIA

Francia fue otro país en el que se implantó este tipo de vida cortesana, y lo hizo siguiendo el modelo italiano, a raíz de la estancia en tierras transalpinas de monarcas como Francisco I y el mencionado Enrique III. El establecimiento del modelo de corte culta y refinada lo impulsó la reina Catalina de Médici (1519-1589), natural de Florencia, que supo combinar el arte del buen vivir toscano con la agudeza intelectual gala. A partir de entonces, las damas de la corte de la casa de Valois se consagraron a intentar brillar no solo por su hermosura, sino también por su ingenio y formación intelectual. Así, una de las damas de compañía de Catalina sorprendía a los embajadores extranjeros con su capacidad de pronunciar brillantes discursos en latín.

Después, en la corte de Versalles, las damas jugaron con gusto al galanteo, ya fueran solteras, casadas o viudas. En sus salones surgieron cortesanas poderosas, como las favoritas de Luis XV (1710-1774): madame de Pompadour y madame du Barry. No se limitaron a ser amantes del rey, sino que se convirtieron en confidentes del monarca en asuntos de Estado y llegaron a controlar quién tenía acceso a él.

6-Madame de Pompadour (1721-1764).metirta.online

Madame de Pompadour (1721-1764).

Por otra parte, los artistas y escritores galos también se dedicaron a difundir un ambiente cortesano la mar de exótico: el harén del sultán turco en el palacio de Topkapi, en Estambul. Pintores como Ingres imaginaban en él a hermosas mujeres desnudas esperando para complacer al sultán. En verdad, las llamadas odaliscas eran esclavas de los territorios conquistados seleccionadas por su belleza, y se organizaban constantes fiestas y actuaciones para el placer del sumo monarca, pero la realidad de los harenes cualquier hombre poderoso solía tener uno en el mundo musulmán no era como la retratada por los occidentales. En ellos vivían las esposas y concubinas del mandatario, pero también lo hacían todas las mujeres vinculadas a la familia. Se trataba, por tanto, de los aposentos femeninos, donde se las mantenía apartadas y recluidas. Los únicos hombres que servían en el harén eran eunucos.

 

MARGA D´ANDURAIN

La experiencia de la francesa de origen vasco Marga D´Andurain demuestra que los harenes no eran como los imaginaban los occidentales; En 1933, fue detenida en la ciudad árabe de Yidda cuando intentaba viajar a La Meca y recluida en el harén del vicegobernador de la ciudad. Allí durmió en el suelo sobre una alfombra desgastada, tomó una comida «horrorosa» y tuvo que soportar que las otras mujeres le depilaran brutalmente el vello púbico para que no estuviera en pecado.

7-Cora Pearl 1865.metirta.online

Cora Pearl 1865.

Las revoluciones y la democracia no trajeron el final de las cortesanas, aunque sí cambiaron su lugar predilecto de brillo social al mundo del teatro. Fue el caso de la inglesa Cora Pearl (1835-1886), quien, tras viajar a París con un amante, decidió instalarse allí como actriz. Cultivó una imagen de mujer adinerada que le facilitó el acceso a la buena sociedad, al tiempo que se daba a conocer mediante números de erotismo como un baile desnuda sobre una alfombra de orquídeas o su aparición, al final de una cena, bañada en crema, a modo de irresistible postre. Cora ingresaba hasta 5.000 francos por noche y llegó a ser amante del duque de Morny, hermanastro de Napoleón III. Pero dilapidó su buena fortuna por culpa de su adicción al juego.

Años después, triunfó en los ambientes parisinos la pontevedresa Agustina Otero Iglesias (1868-1965), conocida como la Bella Otero, que llegó a Francia en un viaje con su amante, un banquero barcelonés. Una vez allí, lo abandonó y triunfó como bailarina y cortesana. Su nómina de amantes era un directorio de casas reales: Nicolás II de Rusia, Alberto I de Mónaco, Leopoldo II de Bélgica, Eduardo VII de Inglaterra e incluso Alfonso XIII.

8-La Bella Otero última cortesana.metirta.online

La Bella Otero última cortesana.

Por no hablar de empresarios y nobles. Al igual que Cora Pearl, se vio dominada por la ludopatía y se dejó mucho dinero en el Casino de Montecarlo, hasta el punto de que, tras su retiro, el establecimiento monegasco le pasó una pensión hasta su muerte. Fue, dicen, la última cortesana.

 

ADEMÁS

Las geishas, unas trabajadoras especiales

Las geishas no tienen una historia milenaria surgieron en el siglo XVIII, pero en poco tiempo se convirtieron en personajes admirados. Aparecieron como una derivación de las cortesanas oirán puedes leer más sobre ellas en el texto principal, pero con la importante diferencia de que no ofrecían servicios sexuales, sino que se especializaban en proporcionar diversión y entretenimiento. Aún en el siglo XX, como relata la novela Memorias de una geisha, niñas de zonas rurales pobres eran vendidas por sus padres a intermediarios que las entregaban a las propietarias de las casas de té, en las que se les impartía una exigente formación para cumplir los requisitos que se esperaban de una geisha. Su peinado, maquillaje, kimono y habilidades artísticas estaban profundamente institucionalizados por lo que su éxito posterior dependía de la preparación recibida. Era costumbre entre las geishas contar con un cliente habitual que las protegiera, un danna, con recursos económicos suficientes para financiar los gastos de su amante. También tenían como fuente de ingreso el mizuage, que consistía en vender su virginidad al mejor postor. Este tipo de ceremonia

 

Conspiraciones en el harén

Aunque los harenes del antiguo Egipto nada tenían que ver con los musulmanes, uno de ellos, el del faraón Ramsés III (s. XII a. C.), poblado de princesas extranjeras desposadas por conveniencia diplomática, fue el escenario de una importante traición. Tiy, la segunda mujer del ya anciano rey, fraguó el intento de asesinato de su esposo para alterar el orden sucesorio y situar a su hijo, Pentaueret, como nuevo soberano. Para ello, se ganó la confianza del alto funcionario que dirigía el harén real y, a través de él, se comunicó con varios de los principales ministros del faraón, como el del Tesoro, a los que convenció para unirse a la conspiración. El golpe de Estado fue descubierto y ejecutaron a los participantes. Más éxito tuvo en China, en el siglo VII, Wu Zetian, una joven que llegó al harén del emperador Taizong como cortesana de quinto grado —una de las categorías más bajas del serrallo—y enamoró al príncipe hijo de su señor, Gaozong, algo que era considerado como una traición equiparable al incesto. Wu Zetian sobrevivió al emperador y consiguió convertirse en concubina y luego en esposa principal del sucesor, Gaozong —todo un escándalo para los confucianos más conservadores—, para culminar su imparable carrera como emperatriz entre los años 690 y 705. Se ha hecho mucho hincapié en sus rasgos negativos, pero la única mujer que ha gobernado China en realidad fue una reina muy competente.

 

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