COMISIONES OBRERAS (CCOO)

Creación original del nuevo movimiento obrero, que resurge de las cenizas de la guerra civil y de la implacable represión que la acompaña, CCOO está presente, junto con otras fuerzas sindicales, en la reconstrucción de aquél, en una época de lucha clandestina en la que se plantearon graves problemas al sindicalismo clásico ante la aguda contradicción de tener que actuar desde las catacumbas. Ante la dificultad de operar en base a los sindicatos históricos replegados en la difícil tarea de mantener vivos los esqueletos de sus organizaciones a salvo de la feroz represión y ante el carácter anti-obrero del sindicato vertical, el movimiento obrero se vio en la necesidad de dotarse de nuevos instrumentos de lucha capaces de incidir en la realidad histórica concreta, útiles para defender sus reivindicaciones y modificar la correlación de fuerzas bajo las peculiares condiciones que le imponía el franquismo desarrollista de los años 60. CCOO, atenta a esas realidades objetivas, logró iniciar la construcción de un amplio movimiento de masas a partir de las fábricas capaz de aglutinar a todos los trabajadores en defensa de sus intereses, impulsando el nacimiento de una nueva forma de expresión del movimiento obrero cuya importancia como fenómeno histórico desborda sin duda el marco del estado español y supone una aportación difícil de valorar para el movimiento obrero mundial.

Se ha dicho que CCOO asume los principios fundamentales y las mejores experiencias del sindicalismo tradicional así como algunos de los planteamientos da los antiguos Consejos Obreros —de profunda raíz en la Europa de los años veinte—y que entroncan en parte con las Comisiones que la clase obrera española creó hacia 1850.

«Las CCOO —se dice en uno de sus primeros documentos fundacionales— son una forma de oposición unida de todos los trabajadores, sin distinción de creencias o compromisos religiosos o políticos, a unas estructuras sindicales que no sirven. Nacen como una necesidad de defender nuestras reivindicaciones inmediatas y de preparar un mañana de libertad y de unidad sindical.»

CCOO, se han definido a sí mismas como un movimiento de masas, reivindicativo, de clase, abierto, unitario, democrático e independiente que articula sus luchas diarias reivindicativas y sus objetivos corno movimiento sociopolítico de manera natural en la perspectiva de supresión de la explotación del hombre por el hombre y de una plena emancipación total de la clase obrera. Por todo ello se considera un movimiento objetivamente revolucionario.

Movimiento social, porque se inserta en la lucha reivindicativa de los trabajadores, parte de sus problemas y aspiraciones en la fábrica, acude a las mesas de negociación de los convenios colectivos pese a la desigualdad radical de fuerzas en que se desarrolla la contratación colectiva en España y a partir de ahí moviliza a los trabajadores logrando conquistas importantes, tanto a nivel reivindicativo como a nivel organizativo y de progresiva elevación de la conciencia de clase.

Movimiento político, porque al mismo tiempo que mantiene la lucha reivindicativa penetra las contradicciones de la peculiar formación social capitalista que le ha tocado vivir y desarrolla entre los trabajadores, una amplia conciencia de la necesidad de una revolución política si desean alcanzar realmente su plena emancipación. Toma de conciencia, no sólo como discurso verbalista y doctrinario, sino impulsando en la coyuntura de cada momento la asunción plena por parte de las masas de las reivindicaciones democráticas y nacionales que han de conducir hacia la ruptura sindical en el marco de la ruptura democrática.

La creación de CCOO es la culminación de un proceso histórico y el inicio de una nueva perspectiva sindical al mismo tiempo. Culminación, resultado de luchas llevadas a cabo desde los orígenes del movimiento obrero y en particular desde la derrota de la guerra civil. Luchas, fracasos, pequeñas victorias, análisis de lo que suponía la existencia del sindicato gendarme creado por el Estado franquista presente a través de su burocracia en todos los centros de trabajo, acumulación del heroísmo y de la práctica de los viejos militantes de diversas siglas y tendencias, tanteos de las nuevas promociones de trabajadores que trataban de abrirse camino en una lucha obrera de la que nada o casi nada les habían enseñado. Al mismo tiempo, inicio de una nueva perspectiva, ampliación del horizonte hacia lo que se ha llamado sindicalismo de nuevo tipo capaz de aunar las tareas reivindicativas del sindicalismo tradicional con las necesidades políticas que se le plantean al movimiento obrero en la construcción de una democracia avanzada.

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He aquí como resume Marcelino Camacho los orígenes y desarrollo de CCOO:

«Así, espontáneamente primero, conscientemente después, creamos los embriones del nuevo movimiento obrero, como una necesidad para defender nuestros intereses en las nuevas condiciones históricas concretas, iniciando a partir de entonces un nuevo equilibrio en defensa de nuestros intereses de clase, del momento y del futuro. En este proceso podríamos distinguir tres fases: la espontánea en la que las Comisiones nacen y mueren con cada problema concreto; la consciente en la que pasan a ser permanentes, se sitúan en la perspectiva de clase, extienden y generalizan su experiencia, se coordinan a nivel del Estado, pasando por la creación de las Comisiones nacionales de Catalunya, Euskadi y Galicia, y crean el Secretariado como instrumento de la Coordinación General del Estado; y una tercera fase que se inicia a comienzos de 1976, en la que Comisiones Obreras se aproximan por su forma y por su fondo al Sindicato de nuevo tipo, unitario en la libertad, concebido como un movimiento fuertemente organizado, de carácter sociopolítico, de masas y de clase, democrático e independiente.»

«La primera fase, defensiva todavía, se caracteriza por un grado de organización muy débil e inestable y se sitúa cronológicamente —con ligeras diferencias según los lugares— entre 1956 y 1963, aproximadamente.»

«En la segunda fase, la defensa se está transformando en contraataque, el grado de organización es más amplio, alcanza a todo el Estado, aunque todavía es insuficiente, si bien por supuesto es de lejos muy superior a todas las demás tendencias sindicales existentes fuera de Comisiones Obreras.»

«La tercera fase, en la que hemos entrado, se caracteriza por una ofensiva generalizada de la clase obrera y de las fuerzas democráticas cuando estamos a punto de conquistar la libertad. Pero en estas circunstancias también el régimen y la derecha maniobran. Cuando no puedan impedir el final de la dictadura, tratarán de salvar lo esencial de ésta. Para ello intentan dividir a las fuerzas obreras y democráticas, y si también esto les resulta imposible, tratarán de contener a las fuerzas más conscientes, a las Comisiones Obreras, para que el vacío, el terreno que quedará sin ocupar, lo ocupen las fuerzas que desde el punto de vista de clase les resultarán menos molestas.» (Primera Asamblea General de CCOO, Barcelona, julio 1976)

El paso de la fase espontánea a la consciente, permitía ya escribir a Nicolás Sartorius que «las Comisiones son una creación original de los trabajadores españoles en acción, animados y dirigidos por los elementos conscientes que luchan en su seno». (¿Qué son las Comisiones Obreras?)

Aparecen aquí los elementos que caracterizan originalmente a Comisiones: la amplitud de su movimiento —denominado Comisiones-movimiento— que le da una gran fuerza, y por lo tanto un gran crédito a nivel de masas y la intervención de los «elementos conscientes que luchan en su seno» que son la firme base de su parte organizada, lo que se denomina Comisiones-Organización que ha sido el sector más castigado por la represión. Comisiones-movimiento ha impulsado incesantes luchas ,de fábrica, sector, localidad, ha convocado y dirigido huelgas generales como las de la construcción de Sevilla de 1971 o las dos del Baix Llobregat de 1974 y 1975, ha movilizado a los trabajadores de SEAT, la más importante fábrica metalúrgica del país, ha librado meras batallas defensivas y en otros momentos ha impulsado luchas ofensivas con las que los trabajadores han planteado ante el país cuestiones clave como la representatividad y los auténticos derechos sindicales: sindicato obrero democrático y representativo, derechos de reunión, asociación, expresión, amnistía laboral, etc. Ha mantenido luchas prolongadas como expresión de solidaridad exigiendo la readmisión de los despedidos bajo el lema obrero tan repetido estos años, «o todos o ninguno». Ha organizado sus propias cajas de resistencia en condiciones difíciles, bajo la persecución implacable de las fuerzas del orden, utilizando las formas más ingeniosas y variadas de organización de la resistencia económica y dando prueba del elevado espíritu de solidaridad de la clase, logrando movilizar también a través de la ayuda económica, a otros sectores de la sociedad, Y al mismo tiempo, ha sabido imponer la «negociación», especialmente en los convenios colectivos y más tarde en los expedientes de crisis, se ha adentrado por los caminos del análisis neocapitalista de las relaciones de producción generando una amplia red de colaboradores —abogados laboralistas, técnicos en organización de empresas, economistas, médicos especializados en medicina del trabajo, etc., potenciando también su práctica social en torno de las llamadas reivindicaciones cualitativas, es decir aquéllas que permiten a los trabajadores avanzar en el control de la gestión de la empresa.

Estas luchas, vividas y analizadas por los militantes más conscientes de Comisiones luchando en su seno que, sin separarse de las masas, han desarrollado las bases teóricas del nuevo sindicalismo, han abierto a la práctica sindical perspectivas insospechadas antes de la guerra civil, que hoy, ya han sido asumidas por la mayoría del movimiento obrero. No del mismo modo y al mismo nivel en toda fábrica o lugar, pero si con unas bases comunes suficientes como para poder encarar la ruptura sindical no sólo en condiciones de fuerza sino con todos los perfiles y rasgos de un sindicalismo moderno, adaptado a las condiciones de la lucha de clases que impone el capital monopolista en una sociedad avanzada. Sin la existencia de Comisiones-organización difícilmente se hubiera llevado adelante esta tarea teórica que, una vez elaborada en el seno de las masas, ha comunicado con ellas sus formulaciones para verificarlas en la práctica, corrigiendo y avanzando, siguiendo un auténtico proceso dialéctico teoría-praxis ahincado en la historia concreta de la formación social española.

Uno de los elementos cruciales de la línea de masas aplicada por Comisiones ha sido la articulación de la lucha legal con la extralegal, como condición necesaria para no separarse de las masas. Esa línea se diferencia de la adoptada por otras tendencias sindicales de oposición, que mayoritariamente se oponían a cualquier participación en las elecciones sindicales de la OSE y subsiguiente utilización de los enlaces y jurados. Comisiones impulsa la participación, con el fin primordial en una primera etapa de alcanzar la mesa de negociación de los convenios colectivos, en la que, como es sabido, se sientan los jurados frente a los representantes de la empresa. Más tarde, asume funciones reivindicativas y representativas generales del movimiento obrero.

Comisiones nace de esta necesidad histórica en el momento en que los trabajadores se encuentran indefensos y tienen que negociar, ha escrito recientemente Marcelino Camacho en Cuadernos para el diálogo». Para seguir más adelante: “Nosotros planteamos desde los primeros momentos, que íbamos a participar en las elecciones sindicales como un medio de defender los intereses de los trabajadores, de ligarnos a ellos. Se trataba de aprovechar las posibilidades reales y no de instalarnos en unos Sindicatos que no creemos reformables, ni de ocuparlos al estilo de la intersindical portuguesa.”

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Algunos sectores de la opinión pública y del movimiento obrero han criticado a Comisiones su participación en las elecciones sindicales y lo que se ha denominado su centrismo» en la OSE.

Se acusó a Comisiones de «legalista” y de pretender apoderarse de los sindicatos verticales, creando al mismo tiempo confusión en el movimiento obrero ya que, se decía, al prestigiar la representatividad de los enlaces y jurados con militantes combativos y honrados lo que se está haciendo es prolongar la vida de la OSE y retrasar la democracia sindical. Los que así decían quizás no tuvieron presente que Comisiones no operaba en base a los enlaces y jurados o presidentes y vocales de las UTT, fundamental ni exclusivamente. Los pilares de Comisiones han sido y son la asamblea y la comisión organizada propiamente dicha. «En condiciones difíciles, hemos tenido que hacer de la asamblea la base del movimiento sindical. Es decir, Comisiones nace, esencialmente, en las asambleas, aunque la dictadura no siempre nos permitía hacer una asamblea. Para nosotros la concepción de CCOO y del Movimiento Sindical moderno, al igual que están haciendo ahora los sindicatos italianos, es que la asamblea de trabajadores es la base del movimiento obrero sindical. La parte afiliada o militante forma parte también —es la estructura organizada—de ese movimiento, ha escrito Camacho.

Así los enlaces y jurados, que en muchos casos pertenecían a Comisiones, pero que en otras no, o que bien lo eran una parte y otra no, jugaban un papel en la lucha reivindicativa legal gracias a la representatividad que les había adjudicado la asamblea, gracias a su capacidad de lucha y defensa de los intereses de sus compañeros, gracias a su entrega y a su capacidad de negociación y no por la credencial recibida de la OSE. Y ni mucho menos se identificó la comisión de fábrica con los jurados de la misma. Siempre, y así lo ha demostrado la práctica de Comisiones, más allá de las acciones legales —convenios, negociaciones, contenciosos en magistraturas— sus militantes han utilizado las acciones extralegales, especialmente la movilización de masas, en la fábrica en defensa de los intereses y de las reivindicaciones, acudiendo a formas más o menos duras de lucha —desde el paro parcial de unos minutos hasta la ocupación de fábrica, según los casos y las fuerzas disponibles— y en la calle exponiendo a la población la justeza de sus reivindicaciones.

Pero lo que no ha hecho Comisiones es confundir los términos y considerar que una lucha es más combativa o más elevada y superior por ser ilegal o asumir formas clandestinas o por conducirse con menos capacidad negociadora. CCOO ha medido el nivel de combatividad y el alcance de los resultados por ellos mismos; y así, luchas y huelgas conducidas en su mayor parte en base a las posibilidades legales —que al prolongarse se deslizan inevitablemente hacia la extralegalidad o ilegalidad teniendo en cuenta la legislación laboral española que ha prohibido rígidamente y aún hoy prohíbe de facto la huelga— han podido tener una considerable importancia por la gran movilización de masas lograda, por los resultados mismos, por la resonancia en la opinión pública, etc. Y otras, conducidas duramente desde sus inicios, acompañadas de grandes enfrentamientos con la patronal y con la policía pueden haber resultado heroicas pero menos rentables —en la medida en que podemos medir este término —por el desgaste y desmoralización provocados, por no haber logrado apenas los objetivos reivindicativos propuestos, por su aislamiento de la opinión pública. O puede suceder todo lo contrario en uno y otro caso. Pero, en todo caso, ni la dureza aparente ni la legalidad o extralegalidad son el termómetro del combate obrero en las condiciones presentes que han exigido pasar de la acumulación de fuerzas a su desarrollo organizativo y a una extensa y elevada conciencia de clase que requiere esa permanente fusión de los elementos más conscientes con las más amplias masas. Las catacumbas o la clandestinidad en una situación de dictadura pueden ser la muerte de los movimientos de masas; en todo caso, su puesta en hibernación.

Así podemos resumir esta cuestión también con palabras de Sartorius: «Esta ha sido por lo menos la rica práctica de Comisiones desde hace años; la que le ha dado su originalidad y especificidad quizás única. Saber moverse y combinar (pasando de unas a otras en un continuo movimiento dinámico) tres órdenes de realidades inseparables que se han dado y se dan en las empresas españolas de hoy: los trabajadores con sus asambleas, colectas, acciones, etc. (el movimiento), los miles de cargos sindicales honrados —enlaces, jurados, secciones sindicales, etc.— (estructura legal) y los propios órganos de coordinación y dirección de CCOO —comisiones de empresas, zonas, etc.» (¿Qué son CCOO?).

CCOO no se identifica con ninguna línea política determinada. En el documento de 1966. Ante el futuro del sindicalismo se precisa: Las CCOO, creadas por los propios trabajadores, son un movimiento indispensable sin subordinación a ninguna tendencia ideológica». CCOO lucha por sus objetivos con plena autonomía e independencia, sin supeditarse a ningún partido u organización del tipo que sea, política, ideológica o religiosa. Aspira a englobar en la acción a todos los trabajadores, con independencia de sus ideas o creencias; rechaza la concepción del sindicato como correa de transmisión de un partido obrero insistiendo en la necesidad de la autonomía respecto al Estado y la patronal, por supuesto, pero también respecto a los partidos.

Pese a estas afirmaciones repetidas por CCOO desde sus orígenes, tanto el estado franquista como amplios sectores de la oposición democrática han acusado a Comisiones de estar dominadas por los comunistas, de ser —aunque se negara teóricamente— correa de transmisión del PSUC o del PCE y no pocos militantes que iniciaron sus lides obreras en este movimiento y que hoy militan en otras tendencias sindicales explican su evolución porque «cuando ellos estaban, CCOO estaba dominada por los comunistas». Ésta es una cuestión enormemente controvertida en el momento actual.

¿Cuál es la posición de los militantes comunistas y de sus partidos respecto a la autonomía sindical, a las relaciones partido-sindicatos?

Sartorius ha señalado —siguiendo la línea «gramsciana de hegemonía— la diferencia existente entre dirigir y dominar. Los partidos obreros, presentes en CCOO a través de sus militantes y dirigentes, y en particular el P. C. no se proponen dominarlas sino dirigir el proceso a través de una discusión abierta y democrática en la que han de ser las masas las que finalmente decidan la línea a seguir, fas diversas alternativas, las formas de lucha y negociación, etc.

Es perfectamente lógico que al frente de un sindicato se hallen militantes de partidos obreros. Lo desconcertante sería lo contrario. Si se trata de un sindicato de clase, no amarillo, no reformista ni dominado por el capital, es imprescindible que la mayoría de estos militantes y dirigentes tengan una conciencia política de clase que, como sabemos, se adquiere habitualmente en los partidos obreros. Esto es así no sólo en España sino en todos los países capitalistas donde la gran mayoría de los dirigentes sindicales pertenecen a unos u otros de los partidos obreros. Llegando a ese punto, que es suficientemente obvio y aceptado por la mayoría de la opinión pública, la cuestión se centra en la incompatibilidad de cargos en el partido y en el sindicato.

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Plantear la cuestión exclusivamente formal de la incompatibilidad de cargos en partido y sindicatos como solución para la autonomía sindical impide ir al fondo de la cuestión. Se puede llegar a formalizar esa incompatibilidad, de manera que el dirigente sindical no asuma un lugar de dirección en el partido. Pero como nadie llegaría al absurdo de prohibirle militar en el mismo ¿quién puede negarle que, al margen de los órganos de dirección del partido, mantenga una estrecha relación con sus principales dirigentes y se reúna y trate los problemas que le parezca convenientes con ellos? Impedir esto, sería entrometerse en la vida interna de los partidos. Si quisiéramos llevar al límite la incompatibilidad llegaríamos con ciertos argumentos a, tal como ha escrito también Nicolás Sartorius, la aberrante conclusión de que únicamente marchándose todos los sindicalistas de los partidos se mantendría la independencia sindical, y por esa vía a caer en manos de la política de la burguesía y del capital.

La independencia de los sindicatos, su plena autonomía respecto a los partidos políticos obreros no es un problema formal sino de auténtica democracia en el funcionamiento sindical. La cuestión de la autonomía e independencia sindical está centrada en lograr auténticos mecanismos de participación y de decisión en los que puedan intervenir todos los trabajadores, desde la asamblea de fábrica hasta los organismos de coordinación y de dirección sindical, impulsando una auténtica democracia obrera en la línea del sindicalismo de nuevo tipo, de forma que todos los trabajadores, tanto los afiliados al sindicato como los que no lo están, intervengan de forma activa en la elaboración y consiguiente aplicación de la política sindical. Este es el camino eficaz para superar la correa de transmisión, para evitar un funcionamiento burocrático de la organización sindical, para alcanzar una relación dialéctica, de síntesis unitaria entre el conjunto de los trabajadores y el aparato organizativo sindical.

Esas consideraciones no impiden la posibilidad de establecer lo que se ha llamado una incompatibilidad de cargos de carácter funcional. Es decir, si un dirigente sindical queda plenamente absorbido por sus tareas difícilmente podrá desdoblarse y dedicar el tiempo necesario a tareas de dirección en el partido político. Esto está en el contexto de las limitaciones humanas; pero esta incompatibilidad no tiene carácter político.

La cuestión central es pues la de una auténtica democracia sindical. El hecho de que en CCOO exista un número elevado de dirigentes comunistas a los diversos niveles desde la fábrica hasta el secretario nacional» es consecuencia lógica de una historia en la que los comunistas han cumplido un papel relevante. Si es cierto que los comunistas han tenido durante la lucha contra el franquismo una presencia activa en el seno de las masas trabajadoras, y si es cierto que desde sus orígenes los comunistas han apoyado sin titubeos la creación y el desarrollo de CCOO, es lógica su presencia, que no deberá ser en ningún caso de predominio burocrático, de actitud malentendidamente hegemónica, pretensión de dominar lo que debe ser el sindicato unitario de todos los trabajadores.

Por su parte, los partidos comunistas del estado español han dicho y lo han dicho públicamente sin reservas, que como partido continuarán apoyando firmemente la acción de CCOO, respetando y defendiendo su independencia, como lo harán el día de mañana cuando exista el sindicato unitario, con respecto a éste.

 

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