CIUDADES

Plano Aketatón.
AKETATON, LA CAPITAL

SUELO DEL MARUATÓN Detalle de un fragmento de decoración de suelo pintado, que representa un pato salvaje entre plantas de papiro y procede del Maruatón.
Amarna, o Tell el-Amarna, es una localidad del Medio Egipto, situada en una planicie en la orilla oriental del Nilo y rodeada del arco de la meseta arábiga, donde se encuentran las ruinas de Aketatón, la capital de Egipto y centro religioso consagrado al culto del dios Atón, que fue fundada después del sexto año de reinado de Akenatón. La fundación de Aketatón, que en egipcio antiguo significa «Horizonte de Atón», fue descrita por el faraón en los textos grabados en algunas estelas talladas en la roca de las colinas circundantes, llamadas «estelas de confín» porque delimitaban el perímetro urbano.

ESTELA «S» Fragmento de una estela de confín, que muestra las figuras de dos princesas de Amama y parte de la imagen de la reina Nefertiti.
Tales decretos establecían no solo las lindes geográficas de la ciudad que surgió sobre un terreno virgen, como demostraron las excavaciones arqueológicas, sino que definían también su programa urbanístico, que incluía la construcción de templos, palacios, barrios residenciales y necrópolis. Tras la muerte de Akenatón, la capital fue trasladada a Menfis, y la ciudad fue abandonada paulatinamente. En la época de Ramsés II se produjo una expoliación sistemática de la zona: miles de talatat fueron arrancados y transportados a otros lugares para ser reutilizados como material de construcción.
UN EJEMPLO DE PLANIFICACIÓN URBANÍSTICA
Quedan muy pocos restos del espléndido asentamiento, cuya inestimable relevancia reside en su origen, debido a una planificación precisa. La ciudad, que tenía unos nueve kilómetros de longitud, estaba atravesada por una arteria principal, llamada «Calle Real», que conectaba los distintos barrios y en la cual había numerosos palacios y edificios administrativos y públicos.

AMARNA Vista aérea del «Barrio Central» de Amama. Se distinguen la «Calle Real», las ruinas del palacio real y el gran templo de Atón.
Entre estos últimos estaba la «Casa de la Correspondencia del Faraón», donde fueron halladas las famosas Cartas de Amarna, en escritura cuneiforme, que permitieron conocer las relaciones diplomáticas con Oriente Próximo. Al norte de la ciudad se encontraba el «Palacio septentrional», articulado en numerosas estancias decoradas con llamativas pinturas murales y suelos policromos sumamente originales y de un gusto exquisito, amplios patios y maravillosos jardines. Algo más al norte, en la orilla del Nilo, están los restos, parcialmente explorados, de un grandioso palacio amurallado, probablemente el lugar de residencia de la familia real.

«VENTANA DE LAS APARICIONES» Talatat hallado en Hermópolis, con la representación de la «ventana de las apariciones» ubicada en la «Casa del Rey» de Amarna, un palacio destinado a las ceremonias oficiales.
EL CULTO A ATÓN SE CELEBRABA AL AIRE LIBRE

TUMBA DE TUTU Interior de la tumba hipogea del chambelán Tutu. En la pared del fondo se ven unas hornacinas destinadas, originalmente, a acoger unas estatuas.
El «Barrio Central» albergaba los edificios monumentales, como el «Gran Templo de Atón», una espaciosa construcción a cielo abierto sembrada de altares. El culto al Disco, al contrario que el oficiado en la tradicional intimidad de los misteriosos recintos ocultos que custodiaban las figuras de los dioses, se celebraba al aire libre por la naturaleza del dios. Otros edificios importantes eran la llamada «Casa del Rey», un pequeño palacio destinado a las ceremonias oficiales, con la conocida «ventana de las apariciones», desde la cual la pareja real saludaba y gratificaba a sus súbditos, y el «Palacio Grande», de piedra y ladrillo crudo, comunicado con la Casa del Rey por medio de un puente sobre la Calle Real. Este último era, probablemente, una sede diplomática: Akenatón recibía allí a las grandes delegaciones extranjeras. Al norte y al sur de la zona central estaban repartidos los barrios residenciales, donde se alternaban grandes fincas y villas de diferentes dimensiones, que comprendían patios interiores, viviendas particulares, dormitorios y cuartos de baño, jardines y estanques. En el extremo meridional de Amarna había una residencia de recreo, el Maruatón. Al este de la ciudad, en las laderas de la meseta, se hallaba el pueblo obrero, de planta cuadrada.

TUMBAS Tumbas de la necrópolis septentrional, pertenecientes a altos funcionarios de la corte de Amaina.
Las viviendas estaban dispuestas ortogonalmente y constituían la residencia de los obreros y artesanos que trabajaban en distintas obras. Allí se descubrieron amuletos, altares domésticos y capillas consagradas a los dioses tradicionales, lo cual confirmó que la religión de Atón era profesada principalmente por la clase elitista. Los hipogeos de los faraones, en contra de la tradición que destinaba a morada de las necrópolis la orilla occidental del Nilo, fueron erigidos en dos grupos en los relieves orientales. Aunque están casi todos inacabados, su decoración ofrece una valiosa documentación sobre el funcionamiento de la ciudad, la vida cotidiana y el culto a Atón. En cambio, se encontraron los restos saqueados de la «Tumba Real», destinada a Akenatón y su familia, en un uadi a siete kilómetros al este de la ciudad. La exploración arqueológica de Amarna, que comenzó en el siglo XIX a cargo de la escuela de egiptología inglesa, con una corta intervención de investigadores alemanes, sigue en curso.