BRUJAS.

Todos sabemos lo que es una bruja: es una mujer vieja, fea y deforme, con la cara arrugadísima y una verruga en la nariz o en la barbilla, vestida de negro y con un sombrero acabado en punta, que viaja montada en una escoba o sobre el caldero donde prepara sus pócimas.

Vive sola, sale de noche y se reúne con otras brujas para celebrar un aquelarre, adora al Diablo y secuestra a los niños, conoce toda clase de conjuros, es maligna y vive en una choza en lo profundo del bosque, donde también hay un gato negro, un cuervo o murciélagos que le hacen compañía.

 Puede que esta descripción nos resulte un poco infantil, por ser la de los cuentos de hadas, pero durante muchos siglos los hombres las representaron de esta manera, aunque hay otra variante de mujer tan extraordinariamente hermosa como malvada.

Desde el siglo XV y hasta el XVIII se vivió en toda Europa, sobre todo en Francia y Alemania, una verdadera psicosis colectiva con el tema de las brujas: el mundo se llena de íncubos y de súcubos, de posesiones diabólicas en los conventos, son frecuentes los pactos con el Demonio, se celebran aquelarres, se practican maleficios, embrujamientos y asesinatos mágicos.

 Se ponen de moda los bebedizos, los filtros de amor, los envenenamientos y los brebajes. La nigromancia, la astrología, la quiromancia, las suertes echadas de mil maneras y todo lo que sonara a esotérico, mágico o alquímico, era escrutado por las instituciones y cualquiera corría el peligro de ser acusado de brujería y enviado a la hoguera.

BRUJAS

Los demonólogos difundieron la creencia de que los brujos y las brujas estaban poseídos y habían hecho pactos con el Diablo, a quien adoraban en la ceremonia del sabbat o aquelarre, y que todos ellos formaban una secta herética que pretendía constituir una iglesia contraria a la Iglesia de Dios.

 El famoso erudito del siglo XVI Jean Bodin, llegó a establecer los 15 crímenes que con más frecuencia cometían las brujas: renegar de Dios; blasfemar contra Dios; adorar al Diablo; entregar sus hijos al Diablo; sacrificar a los niños al Diablo antes de ser bautizados; consagrar los niños a Satanás desde el vientre de su madre; prometer al Diablo atraer a su servicio a otros muchos; jurar en nombre del Diablo; no respetar ninguna ley natural y cometer incesto; matar a las personas, cocerlas y comérselas; alimentarse de carne humana; asesinar a otras personas por medio de sortilegios y venenos; acabar con el ganado; secar los frutos y causar la esterilidad; y, por último, pero es mandamiento que los agrupa a todos, hacerse en todo esclavos del Diablo y obedecer sus órdenes.

La bruja por excelencia es la vieja Baba Yaga de la cultura eslava. Se trata de una vieja siniestra con la nariz ganchuda, las piernas torcidas, el pelo blanco y el alma vendida al Diablo. Su casa es una choza elevada sobre patas de gallo, con una única puerta y sin ventanas.

 Su único medio de locomoción es un mortero de hierro en el que remueve también sus ungüentos. Para borrar sus huellas, se sirve de una escoba y por allí por donde ella pasa deja un reguero de enfermedad y de muerte.

Saber más sobre las brujas

A lo largo de la historia se han realizado muchas clasificaciones de brujas con el fin de conocer mejor a estas criaturas inquietantes. Una de las más curiosas es la que realizó en 1470 Giordano de Bitgamo, que distinguió entre cinco tipos de brujas: la »bacularia», que es aquella que monta en una escoba; la “fascinatrix», aquella que causa mal de ojo; la Jerberia», que manipula hierbas maléficas; la “mudiarda», que causa toda clase de ninfas; y la “yisidaria», que maneja ungüentos mágicos.

A medida que el cristianismo se fue extendiendo por toda Europa hasta llegar a imponerse como religión oficial, las prácticas rituales heterodoxas sufrieron un proceso de identificación con las artes diabólicas, a lo que siguió un largo periodo de represión por parte de los poderes de la Iglesia.

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