ANIMALES EN LA HISTORIA – EL JABALÍ, PRESA DE DIOSES Y DE EMPERADORES.

CACERÍA

POR.  MARÍA ENGRACIA MUÑOZ SANTOS

ARQUEÓLOGA E HISTORIADORA

Temidos por su fiereza y los estragos que causaban en el campo, los jabalíes se convirtieron en un codiciado trofeo de caza para los romanos de la Antigüedad

Cuenta un mito griego que Artemisa envió un monstruoso jabalí a asediar la ciudad de Calidón, en Etolia. La vengativa diosa de la caza quiso así castigar el olvido del rey Eneo, que debía realizar un sacrificio en su honor. Diversos héroes intentaron cazar a la fiera, pero sólo lo consiguió Atalanta, una hábil cazadora, con la ayuda de Meleagro, hijo del olvidadizo Eneo.

En la mitología clásica hay muchas otras historias protagonizadas por jabalíes. Heródoto, por ejemplo, cuenta que uno de estos suidos devastaba los campos de Lidia. Para acabar con él, el rey Creso envió a su hijo Atis, quien, según un sueño profético del soberano, moriría a causa de un hierro.

Por ello le dejó ir de caza, creyendo que los colmillos del jabalí no podrían dañarlo, pero uno de sus compañeros lo mató al arrojar su lanza contra el animal, cumpliéndose así el sueño del monarca. Estos relatos ponen de relieve el destacado lugar que ocupaba el jabalí en el imaginario de la Antigüedad.

 Por entonces, las colonias de jabalíes eran muy numerosas y campaban a sus anchas, provocando grandes estragos allá donde pasaban. Eran animales agresivos y peligrosos: los machos pueden llegar a medir 1,60 metros y pesar hasta 90 kilos. Sus colmillos están afilados y no dudan en embestir cuando se ven en peligro, llevándose por delante todo lo que encuentran a su paso.

INVITADOS A UN BANQUETE – RELIEVE DEL SIGLO I A.C.

 Por ello, en las comunidades rurales la caza del jabalí era un medio de defensa y a la vez una forma de conseguir algo de carne, pero también se veía como una ocasión para hacer gala de fuerza y valentía, cualidades viriles por antonomasia. Esto último explica que los mismos emperadores romanos insistieran en participar personalmente en las batidas de caza contra jabalíes.

 Así, Augusto fue representado en algunas ocasiones alanceando uno de estos animales. El jabalí fue el favorito de Marco Aurelio en sus cacerías, y Diocleciano, que los mataba él mismo, decía: «Yo siempre mato jabalíes, pero otro se come la carne».

Colmillos de fuego

 Para cazar jabalíes se formaban equipos compuestos por hombres y perros. Cuenta Opiano que había que tener mucho cuidado con los colmillos porque se decía que dentro ardía fuego y quien los tocaba, aun una vez abatido el animal, podía sufrir importantes quemaduras.

 Después de caído, el jabalí se trasladaba atado a un tronco que portaban dos personas en cada extremo, una imagen muy repetida en los mosaicos de cacerías. El cerdo salvaje era consumido en banquetes como el que se describe en el Satiricón de Petronio, en el que el rico liberto Trimalción ofrecía a sus invitados una hembra de jabalí con un suculento acompañamiento exótico y con lechoncillos de pasta colgados de sus ubres, como si los estuviera amamantando.

 Seguramente en las carnicerías sería fácil encontrar carne de este animal, probablemente con precios desorbitados, y cabe también imaginar el gusto de los ricos romanos por los embutidos y los jamones del animal salvaje. Se sabe que era uno de los platos favoritos de los emperadores Caracalla, Maximino y Aureliano. Los jabalíes no se libraban de aparecer en los espectáculos romanos. En esos casos eran capturados mediante redes y mantenidos vivos hasta el momento de aparecer en escena.

 Sabemos que en la arena lucharon contra osos y contra cazadores entrenados. Incluso algunos de ellos se ganaron el cariño del público, que les puso nombres como Polinices o Solón. Calpurnio Sículo, en tiempos de Nerón, utilizó jabalíes africanos en uno de estos espectáculos.

En las decennalia de Septimio Severo fueron cazados 60 y Probo soltó en el circo, entre muchísimos otros animales, mil de ellos para celebrar su victoria contra los germanos y los blemios. Cuenta el poeta Marcial cómo, durante los juegos de inauguración del Coliseo, en el año 80 d.C., apareció una jabalina a la que un dardo abrió en canal, y de sus entrañas salió corriendo un pequeño jabalí.

Ya fuese como presa de caza, como divertimento en los juegos o como manjar, el jabalí formó parte de la vida cotidiana en la Antigüedad. Símbolo de bravura, incluso los legionarios lo honraron representándolo en sus emblemas, como el de la Legio XX Valeria Victrix.

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