AKSUM
Año de inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad: 1980.
Situación: Norte del país, cerca de la frontera con Eritrea.
Accesos: Por carretera desde la ciudad de Mekele, que cuenta con aeropuerto regional.
Los testimonios del primer reino etíope
Como sucede en muchos países de prolongada historia cuyos comienzos se sitúan en tiempos en que esos registros históricos todavía se mezclan con los mitos y las leyendas, el reino de Aksum lo fundaron, según la tradición, descendientes del legendario rey Salomón y de la reina de Saba. No existen documentos suficientes que demuestren esta creencia, pero tampoco hay indicios que apoyen lo contrario, así que el viajero que visite las ruinas de la vieja capital del reino puede dejar que su fantasía crea esta versión u otra.
Pero Aksum no es fantasía, sino el primero de los reinos establecidos de manera organizada en suelo etíope y de esto sí que existen pruebas históricas suficientes, pues persistió, con momentos de esplendor y otros de extrema debilidad, hasta el siglo vil, aunque más tarde revivió de la mano de sus descendientes en forma de un nuevo reino cristiano que se mantuvo en el poder hasta el siglo XVIII.

Alrededor del siglo I d.C., el reino de Aksum era un potente Estado. Numerosas estelas y obeliscos dan testimonio de su pasado esplendor.
Los descendientes de la reina de Saba que cruzaron el mar Rojo procedentes del suroeste de la península Arábiga, atravesaron la pequeña franja de tierras bajas que ciñe la costa y cuyo horizonte se ve enmarcado por las cumbres del impresionante macizo Etiópico. Adentrándose después por este terreno tortuoso y agreste, de innumerables valles separados entre sí por cumbres inaccesibles e impresionantes cortados que impiden el paso y obligan a dar trabajosos rodeos, llegaron a un lugar situado al norte del río Tekeze, donde construyeron una ciudad a la que dieron el nombre de Aksum y desde la que comenzaron su labor de lenta conquista de los territorios cercanos. A medida que ampliaban sus límites, el reino, llamado igual que su capital, fue adquiriendo un claro predominio sobre las restantes tribus que poblaban el lugar.
En el siglo I d.C., las crónicas históricas hablan ya de Aksum como un potente y próspero Estado, cuyos dominios se extendían desde el mar Arábigo, en la actual Eritrea, hasta el curso del Nilo Azul, ocupando así la mitad del territorio montañoso de Etiopía. Los valles eran fértiles y la agricultura permitía alimentar al pueblo, pero la base de la riqueza del reino fue el comercio, pues adquirían mercancías valiosas, como oro o marfil, en los países africanos del sur y las enviaban a los imperios del Mediterráneo, hábiles compradores de tales productos.
Una de las influencias que llegó a Aksum procedente de las culturas del norte fue el cristianismo, que se había propagado por el Imperio romano. Llegó de la mano de los misioneros coptos, cristianos de Egipto, que hacia el siglo IV consiguieron evangelizar al país. En medio de todo ello, el Aksum cristiano continuó siendo un reino próspero dedicado a las mismas actividades que venía ejerciendo desde hacía siglos.
Sin embargo, la rápida expansión del islam en manos de los ejércitos árabes alcanzó pronto las costas africanas del mar Rojo, y en el siglo vi’ los guerreros musulmanes derrotaron a los soberanos coptos, haciendo que su centenario reino se derrumbara.
En esa primera etapa del reino de Aksum, hasta la llegada de los árabes, se alcanzó un elevado grado de desarrollo artístico, paralelo al de bienestar de su sociedad. Todo ello podemos contemplarlo en una visita al yacimiento arqueológico situado a los pies del monte Tigré, que recoge los restos de la antigua capital.
Entre esos restos, los que mejor nos hablan del esplendor pasado son los que corresponden a tres grandes castillos, de los que quedan sus cimientos y algunos muros. Se trata de los de EndaMikael, EndaSemon y Taakha Maryam. De planta rectangular, alcanzan notables dimensiones, habiéndose medido en uno de ellos una longitud total de 120 m, por una anchura de 85 m.

Aksum mantuvo su poder hasta la llegada de los árabes. En los restos de la ciudad se pueden observar fluencias del norte, principalmente de los cristianos egipcios.
Es también muy interesante la necrópolis de Kaleb, construida en la segunda mitad del siglo VI, donde se han encontrado numerosas tumbas cristianas.
Además, existe entre los restos una gran cantidad de columnas, estelas monumentales, obeliscos, tumbas y mesas de piedra que aparecen en numerosos puntos del complejo. Cabe destacar un enorme monolito de 30 m de altura, hecho de piedra, en cuya superficie aparecen labradas distintas figuras.
Las líneas de estos edificios son sencillas y presentan adornos geométricos, que a pesar de su sencillez les prestan una elegancia muy notable. Se conservan también los muros y los cimientos de varios palacios, en cuyos trazado y dimensiones se adivina la suntuosidad que debieron de tener cuando se alzaron para alojar a sus habitantes.