Entre los filones de mayor interés de la reciente producción de cartas de Tarot figura el de las fábulas o cuentos. Curiosamente, la mayor parte de las barajas de este género han sido fabricadas a partir del decenio de 1970 en Italia y Estados Unidos, pero su éxito es absolutamente internacional.
En los últimos decenios, la literatura fabulística está consiguiendo un éxito sin precedentes tanto entre el público infantil como entre los adultos; es seguro que no se trata sólo de «nostalgia por la infancia perdida» y de los cuentos que la alimentaban, sino de algo más profundo: tal vez la actual civilización tecnológica ha hecho aún más evidente el sentido de pérdida de un mundo sobrenatural, situado en los confines de lo sagrado. Existe, además, otro fenómeno que requeriría una explicación: ¿cómo es que los espíritus de la naturaleza ligados al folclore mediterráneo y a la mitología griega han sido desplazados por las fairies, una especie de hadas de origen nórdico? Para responder a este interrogante sería necesario investigar en la sutil relación que existe entre las naciones-guía del mundo real y los gobernantes del mundo de la fantasía (según nos los muestran los mass media), pero es una cuestión que debe tratarse en otro lugar.
SOBRE LOS ESPÍRITUS DE LA NATURALEZA
Sigamos las huellas dejadas en la literatura occidental por los «Pequeños Pueblos de los Bosques»: desde los Padres de la Iglesia y los filósofos neoplatónicos (Lattanzio, Cipriano, Macrobio, Psello) se llega a los humanistas y a los magos renacentistas (Ficino, Pico della Mirandola, Tritemio, Agrippa) con una sucesión continua de reflexiones, no siempre sosegadas, sobre la naturaleza de las ninfas, náyades, sirenas, oréadas y amadríadas; en resumen, de las entidades espirituales heredadas del mundo clásico. El médico suizo Paracelso von Hobenheim (h. 1493-1541), inspirándose en la magia de Agrippa, describió las ceremonias necesarias para incitar la aparición de los espíritus de los elementos: las ninfas acuáticas, las salamandras habitantes del fuego, las sílfides que viven en el aire, los duendes del subsuelo; además, fue el mismo Paracelso quien acuñó el término «gnomo» (del griego gnome = juicio).

El Ermitaño del Tarocchi dei folleti, junto al caballo de copas perteneciente al Tarot del Alba Dorada.
Desde Agripa y Paracelso, las sentencias mágicas para la evocación de los llamados «elementales» entraron a formar parte de oscuros manuales y, si bien fueron incluidas sistemáticamente en el Índice de libros prohibidos, llegaron hasta los ocultistas decimonónicos, y en primer lugar, una vez más, a Éliphas Lévi. También numerosos pintores, grabadores, autores de la Comedia del Arte y del teatro isabelino recogieron a manos llenas esta temática; basta recordar Li tre Satiri (1584) de Bartolomeo Rossi, La reina de las hadas (1599) de Edmund Spenser, Sueño de una noche de verano (1600) y La Tempestad (1623), de William Shakespeare. Hacia finales del Siglo de las Luces, también los escritores románticos se apropiaron de la literatura mágica, a la vez que los primeros folcloristas empezaron a transcribir los cuentos y narraciones épicas de los diversos países europeos. Asimismo, grandes músicos con Von Weber y Wagner, y pintores como Blake, Fusili y Reynolds, tradujeron los más famosos temas fabulosos y mitológicos en música e imágenes extremadamente sugestivas, abriendo las puertas de un mundo encantado a los ilustradores y a los dibujantes de cómics de nuestro siglo. Pero detengámonos sobre los ilustradores de cartas de Tarot.
EL REINO DE LOS CUENTOS DE HADAS
Esta sintética reseña de los Tarots fabulísticos se inicia con el Moondragon Tarot (1984), 22 espléndidas acuarelas realizadas por P. D. Breding sobre escenografía de Tom y Diana Sethre, que conservan bien poco de la iconografía tradicional: por ejemplo, La Fuerza está representada bajo el aspecto de una joven sentada sobre las patas con garras de un dragón que ella misma ha atado con una cadena de flores. Por el contrario, los 22 Arcani fiabeschi (Milán, 1986) dibujados por Maria Elena Pecchio transforman las imágenes tradicionales en figuras que parecen extraídas de las narraciones infantiles. A Antonio Lupatelli, ilustrador italiano de historias para niños, se deben tanto los Tarocchi degli Gnomí (Turín, 1989) como los Tarocchi dei Folletti (Turín, 1992), ambos realizados sobre 22 bellísimas ilustraciones de características cómicas y grotescas. La baraja de los gnomos, que ilustra la narración homónima, ha sido extendida recientemente a 78 cartas, pero existe también una curiosísima versión en miniatura de los 22 arcanos llamada I Tarocchi pía piccoli del mondo (14 x 22 mm). Otro artista italiano, Giacinto Gaudenzi, es autor de los Tarots del Alba Dorada (Turín, 1990), inspirados en las hadas y otros seres fantásticos de la tradición anglosajona; también esta baraja ha sido extendida de las 22 cartas iniciales a las actuales 78; la escenografía de las figuras de los palos fue realizada por Giordano Berti sobre la base del Liber T de la Golden Dawn. «Bienvenidos al reino donde mito y magia son realidad» es la frase de presentación del Moongarden Tarot (Stamford, 1994), 78 acuarelas de la estadounidense Karen Sweikhardt, dotadas de una innegable fuerza sugestiva: El Loco es una especie de juglar volador con tres piernas; El Mago es el clásico mago de los cuentos de hadas; La Sacerdotisa es una sirena; La Emperatriz es un hada, y así sucesivamente. Debe observarse, además, que algunas imágenes están inspiradas en el RiderWaite Tarot (por ejemplo, la reina y el caballero de espadas, el dos y el cinco de pentáculos u oros).
Los Tarocchi delle Fiabe (Turín, 1997) son 22 acuarelas realizadas por otros tantos ilustradores italianos con ocasión del XIV Festival del Teatro di Figura San Miníato, en Trieste; las cartas reproducen situaciones inspiradas en cuentos populares y de hadas de Perrault (Piel de asno), Andersen (Los cisnes salvajes, El ruiseñor del emperador), Afanas’ev (La bella Vasilisa, Elena la sabia) y los hermanos Grimm (Rosaspina, Verdezuela, El pájaro de oro). Para concluir debemos recordar dos barajas de 22 cartas dedicadas a las célebres Aventuras de Pinocho (1880-83) escritas por el toscano Carlo Lorenzini, alias Collodi (1826-1890). A Armando Valcauda se debe una baraja de diseño modernísimo (Turín, 1988) y al búlgaro Jassen Ghiuselev una obra que merece ser recordada entre las más bellas ilustraciones del mundo dedicadas a Pinocho y que vio la luz en Turín en 1993.