Hacia la mitad del siglo XIX, Éliphas Lévi y Paul Christian sugirieron una relación entre el Tarot y los genios planetarios, que en la cábala son la contrapartida de los ángeles encargados de guiar las estrellas. Pero sólo recientemente los diversos autores han profundizado en estas ideas.
La cultura occidental se está volviendo a acercar al mundo de los ángeles; el creciente número de películas sobre este tema, la edición de obras literarias y musicales dedicadas a las criaturas celestiales, así como la constitución de un Museo de los Ángeles en Segovia, anunciada por la ex actriz Lucia Bosé, son testimonio de un renovado deseo de espiritualidad. Los ángeles modernos son distintos de aquellos a los que nos había acostumbrado la iconografía católica; de hecho, el interés por las relaciones con los mensajeros de Dios ha crecido sobre todo en el interior del heterogéneo movimiento New Age, del cual se ha tratado anteriormente. La angelología New Age deriva, sobre todo, de la literatura esotérica de principios del siglo XX, en particular del Formulaire de la Haute Magie (París, 1907) de Pierre Piobb, de Las entidades de los mundos invisibles (1908), del filósofo rosacruciano Max Heindel, y de Los ayudantes invisibles (1912), del teósofo Charles W. Leadbeater.
Más tarde, las revelaciones de Dorothy MacLean sobre las experiencias ocurridas en la década de 1960 en Findhorn (Suiza) empujaron a los new agers a identificar los ángeles con los deva, es decir, los espíritus de la naturaleza de la tradición hindú. En el decenio de 1980, varios escritores se refirieron al auge de las «plegarias laicas», a los ángeles, los talismanes angélicos, la astrología angélica, la numerología, las meditaciones y las adivinaciones angélicas, la «música de los ángeles»; en suma, a toda una serie de actitudes y de prácticas que derivan de tradiciones mágicas de milenios de antigüedad que se han trasvasado a los mundos hebraico, cristiano y musulmán y, desde éstos, a la filosofía New Age. No podían faltar, obviamente, barajas de Tarot dedicadas a los ángeles.
¿TAROTS ANGÉLICOS?
Entre las numerosas barajas de «cartas angélicas» impresas en los últimos veinte años debe citarse, en primer lugar, las Zenith Wisdom Cards (1975), obra colectiva realizada en California en una comuna denominada New Age Ashram. Las 22 cartas reproducen otras tantas «energías angélicas» que el iniciado, en su búsqueda de la sabiduría, encuentra recorriendo los 22 senderos del árbol cabalístico. Le sigue cronológicamente el Angelic Tarot (1979), 78 dibujos a tinta china de la dibujante californiana Amy Carroll, públicado en una edición limitada de 200 copias. Los personajes aparecen en unos marcos redondos y están rodeados de símbolos astrológicos y alquimistas, así como de numerosas explicaciones. Por ejemplo, El Loco (0) lleva la letra hebraica aleph arriba a la izquierda; en el centro y arriba, la leyenda «Transformación / La Inteligencia Destelleante / Cero»; en el centro, abajo, «Topacio-Cualquier cosa NadaCielo azul / Urano Sincronía / Practicar la presencia».

El Ángel de la Transmutación, del Oráculo de los Ángeles, muestra una mezcla de iconografía católica y alquimística.
En resumen, no hay ninguna carta que lleve un nombre angélico, mientras que en las imágenes se mezclan divinidades paganas, personajes mitológicos y representaciones canónicas de Jesús, la Virgen, los ángeles y Dios. El Tarot Art Nouveau (Stamford 1989) está constituido por 22 bellísimas ilustraciones del estadounidense Matt Myers, que dan aspecto de ángeles a las figuras tradicionales poniendo alas a la espalda de varios personajes. Por su parte, el Angel Tarot, impreso en Japón en 1980, no tiene nada que ver con los ángeles, sino que es una reimpresión de una baraja marsellesa. Las Angelic Cards (1995), de Kimberley Marooney, reproducen 44 obras pictóricas realizadas desde el Renacimiento hasta la actualidad. El Gioco dellAngelo custode (Milán, 1997), de Surabhi E. Guastalla, explica cómo tratar al propio ángel de la guarda. El Oracle des Anges (París, 1997), tiene 36 cartas anónimas, y La Sibilla degli Angeli (Turín, 1999) de Rossano Stefanin, son ángeles dibujados en el estilo de los cómics. Tal vez la baraja más interesante sea la constituida por Les cortes du Kadosh (París, 2000): 81 cartas pintadas con vívidos colores, parcialmente inspiradas en el Tarot; el anónimo autor afirma que estas refinadas miniaturas son la extensión de un potente talismán donado por el ángel Uriel, pero es evidente la relación con las enseñanzas del cabalista judeoespañol Moses de León (muerto en 1305), autor del célebre Sepher haZohar o Libro de los Esplendores, que fue recuperado en el siglo xix por Éliphas Lévi.
LOS ANGELES Y LA SHEMAMPHORAS
La Shemamphoras (reunión de los nombres) es un esquema cabalístico que reúne 72 nombres angélicos. El primer texto que la menciona es De la vida futura (siglo XIII) del judeoespañol Abraham Abulafia. En él se inspiró más tarde Moses de León, que en el Sepher haZohar explicó cómo extraer de las Sagradas Escrituras los nombres de los 72 ángeles que gobiernan el Zodiaco, cinco grados de la esfera celeste cada uno. Esta tradición fue recogida por los cabalistas cristianos del Renacimiento, por los ocultistas del XIX y por los new agers, pero hay que observar que los nombres, transcritos al alfabeto latino, no conservan las mismas características numerológicas, y que los transcriptores modernos han cometido errores que alteran el significado del nombre. Siguiendo la idea de la Shemamphoras, el mencionado Pierre Piobb citó, en su Formulario de la Alta Magia (París, 1907), una curiosa serie de correspondencias entre las letras hebreas, los ángeles y los arcanos mayores, tal y como se recoge en la tabla siguiente.