4.3.- Tránsito de la virgen María. «Narración del Pseudo José de Arimatea».

Autor: Desconocido.

 Fecha de composición: No anterior al siglo XIII.

 Lugar de composición: Desconocido, algún lugar del Oriente cristiano.

 Lengua original: Griego.

 Fuente: Manuscritos de los siglos XIII y XIV, en especial Vaticanus 4363 y Ambrosianus 0 35.

Este evangelio apócrifo aparece en la edición de Tischendorf como una suerte de apocalipsis (Apocalypses Apocryphae, Lipsiae 1866, 113-123) y porta el epígrafe de Transitas A. En otras ediciones se titula «Narración del Pseudo José de Arimatea». Es una obra tardía, no anterior al siglo XIII, pero que ejerció gran influjo en la cultura cristiana de la Edad Media. La razón es que fue el medio por el que lograron amplia difusión diversas leyendas contenidas en otros apócrifos asuncionistas.

Una curiosa novedad es todo el episodio de Tomás y del ceñidor de la Virgen. La escena, como recuerda A. de Santos Otero, aparece en una tabla del siglo XV en la catedral vieja de Salamanca. La Virgen arroja desde el cielo su ceñidor; que Tomás recibe arrodillado junto al sepulcro vacío.

 

Súplica de María

1 En aquel tiempo, antes de que el Señor fuera a la Pasión, entre las muchas cuestiones que la madre planteó a su hijo, empezó a interrogarlo sobre su propio tránsito en estos términos: «¡Oh queridísimo hijo!, ruego a tu santidad que cuando mi alma tenga que salir del cuerpo, me lo des a conocer tres días antes. Y tú, querido hijo, acógela en compañía de tus ángeles».

Respuesta de Jesús

2Entonces él aceptó la plegaria de su querida madre y le dijo: «¡Oh morada y templo del Dios vivo, oh madre bendita, oh reina de todos los santos, bendita sobre todas las mujeres!, antes de que me llevaras en tu seno, te protegí siempre y te hice alimentar cada día con un manjar angélico: tú lo sabes. ¿Cómo te voy a abandonar después que tú me gestaste y me nutriste, me llevaste en la huida a Egipto y soportaste por mí muchas penalidades? Has de saber que mis ángeles te guardaron siempre y te guardarán hasta tu tránsito. Pero después que sufra la pasión por los hombres, como está escrito, y resucite al tercer día y suba al cielo después de cuarenta días, cuando me veas venir a ti con los ángeles y los arcángeles, con los santos, con las vírgenes y con mis discípulos, sabrás con seguridad que tu alma se va a separar del cuerpo y que yo la llevaré al cielo, donde nunca tendrá ya en absoluto ni tribulación ni angustia».

3Entonces ella, llena de gozo y de gloria, besó las rodillas de su hijo y bendijo al  Creador del cielo y de la tierra, que le otorgó tan gran don por medio de su hijo Jesucristo.

 

Anuncio del tránsito

4 Durante el segundo año después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, la ‘ beatísima virgen María permanecía siempre día y noche en oración. Pero el día tercero antes de su muerte vino a ella un ángel del Señor, que la saludó, diciendo: «Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo». Ella respondió: «Gracias a Dios». El ángel le dijo de nuevo: «Recibe esta palma que el Señor te prometió». Ella, dando gracias a Dios con gran gozo, recibió de manos del ángel la palma que se le enviaba. Le dijo el ángel del Señor: «Dentro de tres días será tu asunción». A lo que ella respondió: «Gracias a Dios».

5Entonces llamó a José, el de la ciudad de Arimatea, y a otros discípulos del Señor. .J Cuando se congregaron, junto con allegados y conocidos, anunció a todos los allí presentes su tránsito. Entonces la bienaventurada María se lavó y se vistió como una reina, y esperaba la venida de su Hijo, según se lo había prometido. Rogó a todos sus parientes que la protegieran y le procuraran alivio. Tenía consigo a tres vírgenes: Séfora, Abigea y Zahel. En cuanto a los discípulos de nuestro Señor Jesucristo ya se habían dispersado por todo el mundo para evangelizar al pueblo de Dios.

 

Llegada de los apóstoles

6 En una ocasión, en la hora de tercia, se produjeron grandes truenos, lluvia, relámpagos, tribulación y terremotos mientras estaba María reina en su habitación. Juan, evangelista y apóstol, fue traído súbitamente desde Éfeso, entró en la habitación de la bienaventurada María y la saludó, diciendo: «Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo». Ella respondió: «A Dios gracias». E incorporándose, besó a san Juan. Y la bienaventurada María le dijo: «¡Oh queridísimo hijo!, ¿por qué me has dejado durante tanto tiempo y no has atendido a la orden de cuidarme que te dio tu Maestro cuando estaba pendiente de la cruz?». Pero él, postrado de rodillas, le pedía perdón. I onces la bienaventurada María lo bendijo y lo volvió a besar.

7 Cuando iba a preguntar de dónde venía y por qué razón había llegado a Jerusalén, he aquí que todos los discípulos del Señor, excepto Tomás llamado el Mellizo, fueron traídos en una nube hasta la puerta de la habitación de la bienaventurada María. Se detuvieron, pues, entraron y adoraron a la reina, saludándola con estas palabras: «Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo». Pero ella se levantó con prontitud, se inclinó, los besó y dio gracias a Dios.

8 Estos son los nombres de los discípulos del Señor que fueron trasladados en la nube hasta allí: Juan Evangelista y su hermano Santiago, Pedro y Pablo, Andrés, Felipe, Lucas, Bernabé, Bartolomé y Mateo, Matías llamado el Justo, Simón Cananeo, ludas y su hermano, Nicodemo y Maximiano y otros muchos que no se pueden contar.

9 Entonces la bienaventurada María dijo a sus hermanos: «¿Qué pasa para que hayáis venido todos a Jerusalén?». Pedro respondió y dijo: «Nosotros necesitábamos interrogarte. ¿Y tú nos lo preguntas? Con seguridad, creo yo, ninguno de nosotros sabe por qué hemos venido aquí hoy con tanta prisa. Estaba en Antioquía, y ahora estoy aquí». Todos dijeron con claridad en qué lugar habían estado aquel día. Al oírlo, quedaron todos admirados de encontrarse allí.

10 La bienaventurada María les dijo: «Yo rogué a mi hijo, antes de que sufriera la pasión, que él y vosotros estuvieseis presentes a la hora de mi muerte. Y me ha concedido este favor. Sabed, pues, que el día de mañana se producirá mi tránsito. Vigilad y orad conmigo, para que cuando venga el Señor para recibir mi alma, os encuentre vigilantes. Entonces todos prometieron que permanecerían en vela. En efecto, vigilaron y adoraron durante toda la noche con salmos y cánticos a la luz de grandes luminarias.

 

El tránsito de María

11 Llegado el domingo, a la hora de tercia, lo mismo que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles en una nube, así descendió Cristo con una multitud de ángeles y recibió el alma de su madre querida. Pues fue tan grande el resplandor y tan suave el aroma cuando los ángeles cantaban aquello del Cantar de los cantares donde dice el Señor: «Como el lirio entre espinas, así es mi amiga entre las doncellas» (Ct 2, 2). Todos los presentes cayeron sobre sus rostros, como cayeron los apóstoles cuando Cristo se transfiguró delante de ellos en el monte Tabor. Y durante hora y media ninguno pudo incorporarse.

12 Pero al retirarse la luz, y a la vez con la misma luz, fue asunta al cielo el alma de la bienaventurada virgen María con salmos, himnos y la música del Cantar de los cantares. Cuando se levantaba la nube, tembló la tierra entera, y en un momento todos los habitantes de Jerusalén vieron claramente la muerte de santa María.

 

Derrota de Satanás

13 En aquel mismo momento entró Satanás en su interior, y empezaron a pensar  qué podrían hacer con el cuerpo de María. Tomaron armas para prender fuego al cuerpo y matar a los apóstoles, pues por ella se había producido la dispersión de Israel, a causa de los pecados del pueblo y de la conspiración de los gentiles. Pero fueron heridos de ceguera y golpeaban con sus cabezas contra las paredes y se daban golpes mutuamente.

 

Ultraje y castigo de Rubén

14 Entonces los apóstoles, aterrados por tanta claridad, se levantaron con cánticos de salmos, y transportaban el santo cuerpo desde el monte Sión hasta el valle de Josafat. Cuando estaban en la mitad del camino, he aquí que cierto judío, de nombre Rubén, quería arrojar a tierra el féretro con el cuerpo de la bienaventurada María. Pero sus manos se secaron hasta el codo y, queriendo o no queriendo, bajó hasta el valle de Josafat llorando y lamentándose porque sus manos estaban adheridas rígidamente al féretro de modo que no podía retirarlas hacia sí.

15 Comenzó a rogar a los apóstoles para que por sus oraciones pudiera curarse y hacerse cristiano. Entonces los apóstoles, postrados de rodillas, rogaron al Señor que lo liberara. Curado en aquel mismo momento, daba gracias a Dios y besaba los pies de la reina y de todos los santos y apóstoles. Bautizado, pues, en aquel lugar, empezó a predicar el nombre de nuestro Dios Jesucristo.

 

Sepultura y asunción

16 Entonces los apóstoles depositaron el cuerpo con grandes honores en el sepulcro mientras lloraban y cantaban por su excesivo amor y su dulzura. De repente lux rodeó una luz del cielo y cayeron en tierra, mientras el santo cuerpo era llevado por Mis ángeles al cielo.

 

Tomás recibe el cinturón de María

17 Entonces el beatísimo Tomás fue llevado al monte de los Olivos y vio cómo el  bienaventurado cuerpo se dirigía al cielo. Y prorrumpió en exclamaciones diciendo: «¡Oh madre santa, madre bendita, madre inmaculada!, si he hallado gracia en este momento, en el que puedo contemplarte, alegra a tu siervo por tu misericordia, ya que te vas al cielo». Entonces el cinturón, con el que los apóstoles habían ceñido el santísimo cuerpo, fue arrojado desde el cielo al bienaventurado Tomás. Al recibirlo, lo besó y, dando gracias a Dios, regresó al valle de Josafat.

18 Encontró a todos los apóstoles y a una gran multitud, que estaban allí golpeándose el pecho, movidos por la claridad que habían contemplado. Una vez que se vieron y se besaron mutuamente, el bienaventurado Pedro le dijo: «En verdad que siempre fuiste duro e incrédulo, pues por tu incredulidad no quiso Dios que estuvieras con nosotros para dar sepultura a la madre del Salvador». Pero él, golpeándose el pecho, dijo: «Sé y creo firmemente que he sido siempre un hombre malo e incrédulo. Ahora bien, os pido perdón a todos vosotros por mi dureza y mi incredulidad». Y todos oraron por él.

 

El sepulcro vacío

19 Dijo entonces el bienaventurado Tomás: «¿,Dónde habéis puesto su cuerpo?». Y ellos le señalaron el sepulcro con el dedo. Pero él replicó: «Pues allí no está ese cuerpo llamado santísimo». El bienaventurado Pedro le dijo entonces: «Ya en otra ocasión no quisiste creer con nosotros la resurrección de nuestro Maestro y Señor si no lo palpabas con tus dedos y lo veías. ¿Cómo vas a creemos cuando te decimos que el santo cuerpo estaba aquí?». Pero él seguía afirmando: «Que no está aquí». Entonces, como llenos de ira, se acercaron al sepulcro, que era nuevo y había sido excavado en la roca, y apartaron la piedra. Pero no encontraron el cuerpo, por lo que no sabían qué decir al verse vencidos por las palabras de Tomás.

20 A continuación, el bienaventurado Tomás les refirió cómo se encontraba celebrando misa en la India y que estaba revestido todavía con los ornamentos sacerdotales. Ignorante de la palabra de Dios, fue trasladado el monte de los Olivos y vio cómo el cuerpo santísimo de la bienaventurada María subía al cielo. Le suplicó que le diera la bendición. Ella escuchó su plegaria y le arrojó el cinturón con el que estaba ceñida. Tomás les mostró a todos el cinturón.

21 Cuando los apóstoles vieron el ceñidor con el que ellos la habían ceñido, dieron gloria a Dios y pidieron todos perdón al bienaventurado Tomás, motivados por la bendición que la bienaventurada María le había otorgado y porque había visto el cuerpo santísimo subir a los cielos. El bienaventurado Tomás los bendijo, diciendo: «¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos» 545.

 

Regreso de los apóstoles

22 La misma nube, con la que habían sido trasladados allí, devolvió a cada uno hasta su lugar, como cuando Felipe bautizó al eunuco, según leemos en los Hechos de los Apóstoles 546, y como el profeta Habacuc llevó el alimento a Daniel cuando estaba en el lago de los leones y enseguida regresó a Judea 547. De la misma manera, regresaron también enseguida los apóstoles al lugar donde antes estaban para predicar al pueblo de Dios.

23 Nada tiene de extraño que hiciera tales cosas el que entró y salió de la Virgen …) quedando cerrado su seno, el que entró al lugar donde estaban sus discípulos con las puertas cerradas, el que hizo oír a los sordos, resucitó a los muertos, limpió a los leprosos, dio vista a los ciegos e hizo otras muchas maravillas. No hay por qué dudar de esta fe.

 

Conclusión

24 Yo soy José, el que puse en mi sepulcro el cuerpo del Señor, el que lo vi resucitar; citar; el que guardé siempre su sacratísimo templo, la bienaventurada siempre virgen María antes de la ascensión y después de la ascensión del Señor; el que escribí en papel y en mi corazón las palabras que salieron de la boca de Dios y cómo se cumplieron los sucesos antes mencionados. Di a conocer a todos, judíos y gentiles, las cosas que vi con mis ojos y escuché con mis oídos y que no desistiré de predicar mientras viva. Supliquemos asiduamente a aquella, cuya asunción es hoy venerada y celebrada por el mundo entero, para que se acuerde de nosotros ante su piadosísimo hijo en el cielo. A él sea dada la alabanza y la gloria por los infinitos siglos de los siglos. Amén.

545 Sal 133, 1.

546 Hch 8, 17.

547 Cf. Dn 14, 36.

 

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