La obra del ocultista francés Éliphas Lévi se halla en el origen mismo de las modernas concepciones esotéricas sobre el Tarot. Gracias a él, las antiguas alegorías fueron consideradas no sólo un instrumento adivinatorio, sino una verdadera y auténtica «Biblia» que contiene los misterios de todas las iniciaciones mágicas y religiosas, antiguas y modernas.

Los grandes arcanos herméticos, grabado de la obra Historia de la magia, de Éliphas Lévi. Este esoterísta francés es el padre de las modernas concepciones sobre las ciencias ocultas heredadas por el siglo XX.
Los últimos decenios del siglo XIX estuvieron marcados por una tendencia cultural, que algunos historiadores definieron como un «renacimiento ocultista» y que se caracterizó por una enorme proliferación de publicaciones esotéricas que se infiltraron en todas las clases sociales. Esta verdadera locura ocultista, posterior a 1870, tiene algunas analogías con la que había tenido lugar entre 1770 y 1810 y que ya hemos comentado en anteriores capítulos. Ambas, en efecto, estaban ligadas a la actividad de algunas hermandades para-masónicas, además de compartir el mismo elemento central: una serie de reflexiones sobre el Tarot inexistentes hasta entonces. De hecho, el interés por el esoterismo no se había agotado en los tormentosos decenios que siguieron a las guerras napoleónicas, finalizadas en 1815 con la restauración del Antiguo Régimen. En Francia y Alemania, especialmente, algunas fracciones de la «masonería ocultista» (por ejemplo, grupos martinistas y neorrosacrucianos) siguieron operando al margen de la masonería oficial, dedicándose en particular a la alquimia espiritual o a la búsqueda de contactos con entidades sobrenaturales. Pero sólo tras la publicación de las obras de Éliphas Lévi, apareció una auténtica renovación de las teorías sobre el ocultismo y la magia.

Muchos artistas del siglo XIX se interesaron por el nuevo esoterismo. En su poema iluminado «Jerusalén» (1804-1820), el poeta y pintor británico William Blake ilustra la armonía de las cuatro fuerzas básicas del hombre.
LOS GRANDES DE LA ESCUELA FRANCESA
En capítulos anteriores ya hemos hablado del primer discípulo de Léví, Jean Baptiste Pitois, alias Paul Christian. Otro personaje igualmente importante en los círculos esotéricos fue el marqués Stanislas de Guaita (1861-1897), descendiente de una familia noble de Lorena, y lo fue no tanto por la divulgación de sus personales concepciones sobre el Tarot como por su carisma personal, que lo puso a la cabeza de una pequeña pero activísima fraternidad iniciática. De Guaita, tras haber publicado tres recopilaciones de poesías místicas, a partir de 1884 se sumergió en el estudio de las obras de Éliphas Lévi y dos años más tarde entregó a la imprenta su obra En el umbral del misterio (París, 1886). Esta exposición histórica y filosófica de las tradiciones mágicas tuvo un éxito inmediato, menor entre las masas populares que entre los estudiosos de las mismas tradiciones. En efecto, la gran ambición del joven marqués consistía en liberar el ocultismo de todas las mistificaciones y poner de manifiesto la superioridad de la Alta Magia respecto a las vulgares prácticas espiritistas, adivinatorias y de brujería. Muy pronto, numerosos esoteristas se aproximaron a De Guaita; muchos de ellos eran miembros de la masonería francesa, que compartían sus ideas y que, tras una serie de reuniones, resolvieron organizarse en una especie de «caballería esotérica». Así, en 1887 nació la Orden Cabalista de la Rosa Cruz (O.C.R.C.), encabezada por el propio De Guaita con el título de Gran Maestre; en cambio, el Consejo Supremo, formado por doce miembros, fue seleccionado cuidadosamente tras un período de aprendizaje. A continuación, los nuevos adeptos debían seguir un curso de Cábala preparado por el maestro, y superar un duro examen de admisión. De este modo se formaron en la O.C.R.C. los más famosos esoteristas franceses, como el médico Gérard «Papus» Encausse, el orientalista Auguste Chaboseau, el alquimista Franwis el hipnotizador suizo Oswald Wirth, y los novelistas Paul Adam y Josephin Péladan, autor este último de un cisma que llevó al nacimiento, en 1893, de la Orden de la Rosa Cruz Católica del Templo y del Grial. Trabajando sobre las enseñanzas de Lévi y De Guaita, algunos adeptos de la O.C.R.C. realizaron estudios que aún hoy constituyen los fundamentos del esoterismo de las cartas del Tarot. El más influyente de todos ellos fue, probablemente, Oswald Wirth.

Tres arcanos mayores de la baraja de Tarot diseñada por Oswald Wirth. De izquierda a derecha, El Ermitaño, El Carro y El Emperador.
EL SECRETARIO DE DE GUAITA
Originario de la Suiza alemana, Oswald Wirth (1860-1943) había llegado a París a la edad de veinte años. En la capital francesa entró en contacto con diversos cultivadores de las ciencias ocultas, en particular los miembros de la Sociedad Magnética de Francia, entre los cuales se dio pronto a conocer por su dotes de terapeuta del espíritu, o, como se decía entonces, de «magnetista curativo». En efecto, Wirth había empezado a experimentar esta práctica cuando tenía trece años, mientras estudiaba en un colegio benedictino. Tras una breve estancia en Londres, en 1884 se afilió al Gran Oriente de Francia, donde nació su interés por el simbolismo masónico. Al principio de 1887, el sacerdote Paul Roca, cultivador del «cristianismo esotérico» y de la cábala, sugirió a De Guaita, que estaba enfermo de un tumor, que se pusiera en contacto con el joven magnetizador suizo Oswald Wirth. El Viernes Santo de ese mismo año, el marqués le escribió invitándole a comer al día siguiente, en la Rue Pigalle; si esperaba conseguir algún beneficio para el mal que le afligía, no hizo mención alguna en la carta. Por su parte, el joven Wirth afirmó, muchos años más tarde, que ya en el mes de enero había soñado que tendría un encuentro con un hombre gravemente enfermo al cual habría aliviado gracias a sus dotes.

Como muchos esoteristas, Wirth mostró gran interés por la alquimia. Manuscrito de la orden de la Rosa Cruz que ilustra los elementos que forman la materia prima del Universo (agua, aire, tierra y fuego), base de los experimentos de los alquimistas.
Dicho personaje resultó ser el marqués De Guaita. Como continuación de aquel encuentro nació una amistad profunda e indisoluble, aunque Wirth, con mucha modestia, siempre hablaba de sí mismo como el simple secretario de De Guaita. El marqués introdujo al joven magnetizador en el estudio de la cábala y del Tarot y, tras el necesario periodo de aprendizaje, lo aceptó como miembro de la O.C.R.C. Luego, tras haber observado sus cualidades como dibujante, le sugirió el proyecto de una nueva baraja con la finalidad de restituir a las cartas su «pureza jeroglífica», tal y como había ansiado Éliphas Lévi en su época. Wirth se puso al trabajo, tomando como referencia principal dos barajas de cartas de Tarot, una italiana y otra de Besancon, que contrastó con las que se conservaban en la Biblioteca Nacional de París. Así, bajo la atenta guía del marqués nació, en 1888, un nuevo conjunto simbólico que fue impreso el año siguiente en París con el procedimiento de la helioincisión. El título de la obra, de la que sólo se hicieron 350 copias, era significativo: Los 22 arcanos del Tarot cabalístico, restituidos a su pureza jeroglífica bajo las indicaciones de Stanislas de Guaita. Ésta es la primera baraja de Tarot ocultista que salió a la luz después de la concebida por Etteilla casi un siglo antes, pues las cartas del Tarot Egipcio de Paul Christian Pitois, a pesar de haber sido descritas con anterioridad en la obra El hombre rojo de las Tullerías (París, 1863), no fueron convertidas en imágenes hasta 1896.
EL TAROT DE OSWALD WIRTH
Las figuras de Wirth siguen con bastante fidelidad el modelo marsellés, pero, al mismo tiempo, muestran numerosas pequeñas modificaciones, tanto en la mímica de los personajes, como en los símbolos adjuntos y en los detalles eliminados del original. Además, al pie de cada carta, Wirth puso el número arábigo, el nombre francés y una letra del alfabeto hebraico, todo ello con la finalidad de unir los arcanos con las concepciones esotéricas de Lévi y De Guaita. Durante los años siguientes, Wirth participó en las innumerables actividades de la O.C.R.C., incluyendo la famosa «batalla de los encantamientos» desarrollada contra la Orden de la Misericordia, una secta situada en los límites del satanismo y que estaba dirigida por el ex sacerdote Joseph Boullan.

El árbol de la vida, descripción del Cosmos y camino iniciático, según un óleo de un artista italiano llamado David Donato.
El gran esoterista suizo, además de seguir su propio recorrido iniciático dentro de la masonería, continuó estudiando junto a De Guaita, del cual fue asistente hasta el trágico momento de su muerte, ayudándolo en la publicación de sus escritos y recopilando un consistente cúmulo de apuntes sobre el simbolismo de las ciencias esotéricas.
A continuación, Wirth publicó diversas obras, entre ellas La masonería hecha inteligible a sus adeptos (tres volúmenes, París, 1894-1931), La imposición de las manos y la medicina filosofal (París, 1897), El simbolismo hermético en sus relaciones con la alquimia y la masonería (París, 1909), El ideal iniciático (París, 1927) y Los misterios del arte regio (París, 1931). Pero su texto más famoso es, sin duda alguna, El Tarot de los imagineros del Medioevo (París, 1926), al que acompañaba un portafolio que incluía doce planchas en las que se reproducían, esta vez coloreadas, las cartas del Tarot cabalístico de 1889. La obra de Wirth sobre el Tarot es, con toda seguridad, la más famosa del mundo. A pesar del hecho de que su autor incluyó en ella muchas informaciones históricas erróneas (por ejemplo, atribuyó las figuras a una vaga «escuela cabalística» medieval), su estudio resulta indispensable para comprender la dimensión intelectual en la que se movían los adeptos de la O.C.R.C., cuyas doctrinas han dejado una marca indeleble en el ocultismo del siglo XX. En posteriores capítulos tendremos ocasión de volver a tratar de la obra de este influyente esoterista.

Cartas del Tarot KnappHall, basadas en las diseñadas por Oswald Wirth. De arriba abajo, El Mago, El Emperador, La Rueda y La Luna.
EL FUTURO DEL TAROT DE WIRTH
En las décadas siguientes, los 22 arcanos mayores de Wirth inspiraron una serie de nuevos mazos de Tarot. El primero, titulado originalmente Revised New Art Tarot (Los Ángeles, 1929), fue concebido por Manly Palmer Hall, fundador de la Philosophical Research Society (Sociedad para las Investigaciones Filosóficas) y autor de diversas obras de filosofía de las que deriva el pensamiento neorrosacruciano del siglo XX (hermetismo, cábala, alquimia, etc.). Hall encargó el diseño del mazo al diseñador Johann Augustinus Knapp, con quien ya había colaborado en otras obras esotéricas. Este mazo, el KnappHall Tarot (US Games, Nueva York, 1985), incluye los arcanos de Wirth, más las 16 figuras de corte y las 40 cartas numerales, además de un librillo titulado «Ensayo sobre el Libro de Thot». Otros mazos inspirados en el Tarot de Wirth son el Tarot de Kébék (Mortagne, 1979), de Yves Pasquin, el Tarot de Argolance (Martigne, 1983), de Pierrick Pinot, el Nitramus Tarot (Praga, 1985), de Theofana Abby, y el Tarot Hermético, de Sergio (Turín, 1989) que destaca por el gran realismo de los personajes.
DE LA GUERRA Y EL TAROT
Aunque De Guaita nunca escribió texto alguno sobre el Tarot, no hay que olvidar que el Tarot de Wirth es, de hecho, una expresión de sus enseñanzas. Además, cabe observar que De Guaita hizo, en su estudio La serpiente del Génesis (tres volúmenes, París, 1891-1897), lo mismo que hiciera Lévi en su Dogma de la Alta Magia (París, 1855), es decir, relacionar cada uno de los 22 capítulos con uno de los arcanos mayores del Tarot. Los capítulos del primer volumen, titulado El Templo de Satán, corresponden a los Arcanos del I al VII; los del segundo volumen, Las llaves de la Magia Negra, del VIII al XIV, y los del tercer volumen, El problema del mal, del XV al XXI. La prematura muerte de De Guaita, probablemente debida al cáncer, pero que algunos atribuyen a una «conspiración» de sus enemigos y otros a una sobredosis de morfina, dejó incompleto el último volumen de la obra. Sea como fuere, su vida está rodeada de leyendas negras a causa de su interés por el ocultismo, de orden tanto filosófico como práctico, dado que De Guaita combatió también «mágicamente» contra la secta de Boullan.