De la descripción de las cartas de Tarot que hiciera el ocultista Jean-Baptiste Pitois surgió una tradición iconográfica que adoptaron algunas fraternidades esotéricas estadounidenses. Más recientemente, diversos artistas europeos, bajo la inspiración directa o indirecta del esoterista francés, introdujeron esta tradición en el Viejo Continente.

Isis escribe sus misterios en un grabado perteneciente a la obra Historia de la magia, publicada por Jean-Baptiste Pitois bajo su seudónimo de Paul Christian, que vio la luz en París en 1871.
En el capítulo dedicado a Jean-Baptiste Pitois, alias Paul Christian, se señala la relación entre las cartas del Tarot y la astrología, que el autor mencionó por primera vez en su libro El hombre rojo de las Tullerías (París, 1863). Esta obra, sin embargo, tuvo poco éxito, quizás porque el método adivinatorio que Christian propuso era excesivamente complicado, además de ser muy impreciso desde el punto de vista interpretativo. Por el contrario, la siguiente obra de Christian, Historia de la magia, del mundo sobrenatural y de la fatalidad a través de los tiempos y de los pueblos, publicada en París en 1871, tuvo un éxito inmediato y fue objeto de numerosas reimpresiones. Se trata de un grueso volumen dividido en siete capítulos casi enteramente dedicados a las artes adivinatorias antiguas y modernas y enriquecido con anécdotas fantásticas y legendarias. En los dos últimos capítulos, el sexto y el séptimo, de la Historia de la magia, Christian repite lo que ya había escrito en El hombre rojo a propósito de la astrología.
Pero fue especialmente el segundo capítulo, que lleva por título «Los Misterios de las Pirámides», el que más fascinó al gran público francés por sus revelaciones sobre el Tarot que, si bien eran idénticas a las que se habían dado en el libro anterior, el contexto egipcio en el que se inscribían las hacían, seguramente, bastante más sugestivas. En resumidas cuentas, el ocultista francés situaba las descripciones de los arcanos como un elemento crucial de un rito de iniciación del que en la Historia de la magia se describe muy minuciosamente el desarrollo, y sobre el que afirma haberse inspirado en la obra De misteriis aegyptiorum, escrita por el filósofo neoplatónico Giamblico (muerto en el año 325). Aunque todo ello era falso, pues dicha obra no tiene nada que ver con lo expuesto por Paul Christian, la falacia no dejaba de estar bien concebida.

Tarot egipcio de Otto Wessel, publicado en la ciudad alemana de Bad Odesloe en 1920 y que se inspira en las teorías de Paul Christian.
LA CEREMONIA DE LA PIRÁMIDE
El rito estaba ambientado en la esfinge de Guiza, cuya entrada secreta daba acceso, según Christian, a una serie de conductos subterráneos que conducían hasta la pirámide de Quéope. El neófito que era admitido en el rito era acompañado por dos testigos que, primero, lo conducían a una gran sala circular; poco después se abría una grieta en el suelo y los testigos, con los rostros ocultos por unas máscaras de aspecto espectral, agitaban una gran guadaña y un hacha para asustar al neófito, que debía permanecer impasible. Superada esta primera prueba, el neófito entraba en un pasadizo estrecho y oscuro, que debía recorrer sorteando numerosísimos obstáculos, hasta que, por fin, llegaba a una verja de hierro situada en los umbrales de una galería sostenida lateralmente por 24 cariátides esculpidas en la roca. En los espacios del muro que separaban las cariátides, el neófito podía entrever 22 enigmáticas pinturas.

Detalle de la carta del as de espadas del Tarot egipcio de Silvana Alasia, realizado en Turín en 1996.
Al cabo de unos minutos, un hombre abría la verja: era el guardián de los símbolos sagrados, que acompañaba al neófito al interior de la galería y le explicaba el significado de las pinturas, empezando con estas palabras: «La ciencia de la Voluntad, principio de la Sabiduría y origen de cualquier Poder, está contenida en los 22 Arcanos […] que componen una Doctrina absoluta que se mantiene en la memoria por su correspondencia con las letras de la Lengua Sacra y con los números que se relacionan con las letras Cada Arcano, que puede visualizarse a través de una de estas pinturas, es una fórmula de la actividad humana en sus relaciones con las Fuerzas espirituales y las Fuerzas materiales, cuya combinación produce los fenómenos de la vida». Luego, el guardián instruía al neófito sobre los múltiples significados de las 22 pinturas. Es evidente que la escenografía de esta nueva versión del Tarot está inspirada de un modo muy vago en los ritos de la religión egipcia, de la que evidentemente Christian sólo conocía sus elementos más esenciales. Por otra parte, se nota claramente que el autor se inspiró en el «Libro de Hermes», el capítulo sobre el Tarot que Éliphas Lévi incluyó en la conclusión de su Dogma y ritual de la alta magia (París, 1855-56). Pero las explicaciones de Christian son más ricas en elementos simbólicos, cuyos significados remiten principalmente a la iniciación masónica y a las tradiciones hermético-alquimistas. De este modo, gracias a Paul Christian-Pitois las cartas del Tarot se convirtieron explícitamente en las etapas de un itinerario de elevación intelectual y moral ligado a una especie de aprendizaje mágico. Era, por consiguiente, muy distinto de aquel significado cristiano medieval que poseían las figuras en el momento de su nacimiento, ocurrido, como ya sabemos, en la Italia del siglo XV.

Ilustraciones de Otto Wegener para la obra Las XXII láminas herméticas del Tarot adivinatorio, realizadas por encargo de René Falconnier.
EL TAROT DE CHRISTIAN
Se podría compilar fácilmente una larga lista de los estudios cartománticos que repiten, palabra por palabra, los escritos de Paul Christian; por ejemplo, Los misterios del horóscopo de Ely Star (París, 1888), El Tarot de Jean Gaston Bourgeat (París, 1903) o El Tarot adivinatorio de Gérard Papus Encausse (París, 1909). Pero dejemos de lado estos plagios y abordemos un tema más interesante.
Paul Christian no acompañó las descripciones que hiciera de los 22 arcanos de su correspondiente ilustración, lo cual es una falta grave, pues impide identificar con precisión los modelos a los que se refería el ocultista francés. Veinticinco años después de la primera edición de la Historia de la magia, los «arcanos de la pirámide» tuvieron por fin un rostro de la mano de Maurice Otto r. Este artista recibió este de parte del antiguo actor de la Comédie Francaise René Falconnier, para ilustrar un librillo titulado Las XXII láminas herméticas del Tarot adivinatorio (París, 1896); las ilustraciones se colocaron fuera del texto, para que pudieran ser recortadas y pegadas sobre una cartulina.La obra de Falconnier no tiene nada de original, ya que no es más que una repetición de las descripciones que Paul Christian dio en su momento; a pesar de ello, el autor sostenía haber tratado de reconstruir el Tarot primitivo sobre la base de los monumentos egipcios conservados en los más importantes museos europeos. Debe destacarse que no siempre las llamadas «Láminas Herméticas» de Wegener corresponden a las indicaciones de Christian; además, las figuras que realizó están rodeadas por símbolos zodiacales y planetarios, así como por las «letras del Alfabeto de los Magos», tomadas del capítulo de la Historia de la magia en el que Christian explicaba el arte de construir talismanes.
ÚLTIMAS VERSIONES
Las figuras de Wegener y Falconnier reaparecieron en Inglaterra como ilustraciones del tratado Astrología práctica: el lenguaje de las estrellas fácilmente comprendido (Binghamton, 1901). Esta obra aparecía firmada por un tal Conde de Saint Germain, nombre de un aventurero del siglo XVIII que, según la leyenda, habría descubierto el elixir de la inmortalidad. Es probable que este libro despertara el interés de los adeptos de la Orden Hermética del Golden Dawn en el Tarot de Pitois; no es casualidad que, ya en 1930, John Dequer, miembro de una hermandad derivada de la Golden Dawn, Builders Of The Adytum (BOTA, «Constructores de la Entrada»), publicara en Nueva York la obra Rayos de luz sobre el Tarot egipcio, que incluye una versión modificada de las 22 figuras de Otto Wegener.
Curiosamente, la BOTA usaba desde sus orígenes, una baraja inspirada en el Tarot Rider-Waite y, por consiguiente, es más que posible que Dequer no estuviera en total sintonía con sus hermanos. Asimismo, cabe mencionar que, unos años después de la publicación de su libro, Dequer entró a formar parte de otra pequeña organización esotérica estadounidense, la Brotherhood of Light («Hermandad de la Luz»), fundada por Elbert Benjamin, alías Carl Zain. Más tarde, Zain escribió el tratado El Sagrado Tarot (Los Ángeles, 1936), acompañado de una versión de las «Láminas Herméticas» que había hecho dibujar de nuevo para emplearlas a modo de «Biblia común» por los miembros de su hermandad.
Tanto la baraja como el libro fueron posteriormente reimpresos, también en Los Ángeles, en el año 1969. Podemos completar esta reseña citando una versión del Tarot llamado «de Saint-Germain» (Nueva York, 1980), ampliada a 78 cartas, que intenta reflejar el estilo pseudoegipcio de las antiguas ilustraciones. Existen también dos versiones realizadas en España e inspiradas en la baraja de Wegener y Falconnier; la primera, es un mazo anónimo compuesto por 78 cartas y se remonta a alrededor del año 1970; la segunda contiene 22 ilustraciones, realizadas por un dibujante llamado Suárez, no siempre fieles a las originales, que fueron editadas junto a la Apología del Libro de Thot (Madrid, 1980), escrita por Victorino del Pozo. La versión más reciente que existe del Tarot de Pitois es la baraja de 78 cartas pintadas al temple sobre papiro por la artista italiana Silvana Alasia, editadas junto al libro de Tiberio Gonard El Tarot egipcio y los misterios del horóscopo (Turín, 1996).