El legado que sigue vivo
De la democracia a las Olimpiadas, del teatro a la filosofía, de la astronomía a la estética…, son tantas las aportaciones de los helenos al acervo común que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que todos somos griegos.

Por Alberto Porlan, escritor filólogo
Siendo realmente conscientes de nuestra historia (o sea, del camino que hemos seguido hasta llegar al día de hoy), Europa y el resto del mundo deberíamos hacer lo que fuera necesario para ayudar a Grecia a salir de su situación actual. Y no se trata en absoluto de solidaridad: tendríamos que hacerlo por justicia y por respeto, como cualquier persona bien nacida que viera a su abuela caída en el suelo. Mirarla, en cambio, como a una vieja manirrota y enferma, de la que se teme el contagio, es una ingratitud y una indignidad. Y un suicidio, porque Grecia, en realidad, somos todos.
Esto no es una exageración poética. Tomemos una frase escogida al azar de un periódico reciente: «… la catastrófica crisis económica griega es un problema para el sistema político democrático europeo». Todos entendemos eso, pero resulta que si elimináramos de la frase las palabras de origen griego quedaría así: «… la… griega… es… un… para él…», y no entenderíamos nada más que el gentilicio «griega», el cual, curiosamente, no es griego, sino latino (al contrario de lo que suele suceder, en este caso fueron los hijos quienes dieron nombre a sus padres). Ahora veamos el impacto de aquella lengua en nuestra vida cotidiana.

Pongamos que se trata de un día festivo. Te levantas, abres automáticamente el grifo de la ducha, calientas el desayuno en el micro, enciendes la tele para ver las noticias, te calzas las nike, subes en el auto, pones música y conduces hasta la iglesia, o tal vez la sinagoga, antes de pasarte por el hipen Por la tarde, como te sientes un poco apático, empiezas a escuchar una sinfonía, pero las sirenas de la policía te interrumpen varias veces y al final decides ir al cine, o mejor a ver una comedia de la que has leído buenas críticas. Coges el metro para llegar al teatro, que está en el centro de la ciudad.
La obra te gusta; los personajes resultan simpáticos y la puesta en escena es adecuada. De regreso a casa en taxi, te sientes algo revuelto, así que te tomas una tisana antes de abandonarte en brazos de Morfeo. Al final, no ha sido un mal programa. Esos términos griegos no empapan nuestra vida porque sí. Algunos fueron tomados del griego antiguo y reunidos para dar nombre a objetos o conceptos posteriores a la Grecia clásica, como megáfono o mecanografía. Pero otras veces sus nombres responden, sencillamente, a que fueron creaciones griegas.
Y no nos estamos refiriendo a conceptos menores ni a pequeñeces: se trata de asuntos tales como política, historia, economía, ética, lógica, mecánica, geografía, filosofía, gramática, etc., todos ellos términos griegos sin los cuales no se entendería el mundo en que vivimos. El principal legado de la Grecia clásica, sin embargo, fue que articuló o sistematizó la realidad. Estableció divisiones racionales en el caos que nos rodea y luego las consideró en sí mismas por separado. De alguna manera, ordenó el universo tal como lo seguimos entendiendo. Y eso representa mucho más incluso que la suma de todas sus aportaciones: constituye el esqueleto de nuestra civilización, su esencia.