Por Anabel Herrera
El sabio del Siglo de Oro español Baltasar Gracián decía que «no hay mayor esclavitud que decir sí cuando se quiere decir no». Es una máxima que debemos aprender para no convertirnos en víctimas de la manipulación de los demás e incluso de la depresión.

LOS PELIGROS DE LA OBEDIENCIA
En la década de 1960, el psicólogo de la Universidad de Yale Stanley Milgram llevó a cabo una serie de experimentos para analizar hasta qué punto somos capaces de obedecer a la autoridad. La idea surgió después de que el alto mando de las SS Adolf Eichmann, sentenciado a muerte por crímenes contra la humanidad, asegurara en su juicio que él solo había obedecido órdenes. A los participantes en este estudio de Milgram se les dijo que iban a tomar parte en un estudio sobre la memoria.
Ellos adoptarían el papel de maestros y tendrían que enseñar pares de palabras a un grupo de alumnos bajo la supervisión de un investigador. Cada vez que el alumno fallara el ejercicio, el maestro debería pulsar unos interruptores para infligirle descargas eléctricas, cuya intensidad podría regular.
No sabían que eran falsas y que el conejillo de Indias simulaba el dolor. Para sorpresa de Milgram, el 65% de participantes aceptó aplicar descargas cada vez más potentes, hasta llegar al máximo de 450 voltios, poniendo en grave peligro la vida de la otra persona. Y todo porque el investigador les ordenaba severamente continuar.
Con los datos obtenidos, Milgram elaboró dos teorías: la del conformismo, que sostiene que, en situaciones de crisis, los sujetos sin habilidades para tomar decisiones transferirán la tarea al grupo y su jerarquía; y la de la cosificación, por la que una persona se ve a sí misma como instrumento que lleva a cabo los deseos de otra y, por tanto, no se considera responsable de sus actos.