
UN PASEO POR LA RAMBLA DE BARCELONA permite contrastar de forma clara y contundente que la sociedad en la que vivimos ha sufrido un cambio radical e inimaginable hace tan solo unos meses. Pasear en la Rambla hoy supone cruzarse con tan solo unas decenas de personas, la mayoría residentes, llevando sus máscaras, rodeados de restaurantes, terrazas y bares prácticamente desiertos. En el 2019, las estadísticas mostraban que más de un millón de personas pisaban anualmente la calle más conocida de Barcelona.
La pandemia del coronavirus ha cambiado nuestra realidad social y económica, pero en pocos sectores de una forma tan abrupta como en el sector turístico. Plantearse cómo será el turismo tras esta pandemia es una cuestión fundamental, pues se trata de un sector que, según datos del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo (WITC), el 2019 representaba un 10,3% del PIB mundial y daba empleo a 330 millones de personas en todo el mundo, lo que supone que uno de cada diez empleados trabajaba en esta industria.
Muchas zonas turísticas se enfrentan a lo que se conoce como la enfermedad holandesa, en la que un sector monopoliza la economía. En este caso, conlleva la falta de industria e infraestructuras y oferta laboral distintas al turismo.